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Monday 6 May 2024 | Actualizado a 23:32 PM

Ecuador: Noboa es derrotado en las urnas

El resultado obliga a un cambio en la estrategia política del presidente Noboa si quiere reelegirse en febrero de 2025

Sergio Pascual

/ 26 de abril de 2024 / 07:07

Nadie convoca un referéndum para perderlo. Es una máxima de la ciencia política. Las consultas populares están diseñadas para investir al líder con la legitimidad popular de un resultado en las urnas, un resultado contra el que ningún opositor tenga réplica. Y sin embargo Daniel Noboa, el nuevo presidente ecuatoriano, el émulo de Bukele, se estrelló contra la realidad.

En las dos preguntas fundamentales, las dos que estaban en disputa y las dos que atañían al modelo económico del presidente, la población dijo No. Dos tercios de los ecuatorianos respondieron No al arbitraje internacional (64,9%) y No al regreso al trabajo fijo por horas (68,8%).

Lea: Sí se puede

El resto de preguntas, todas ellas relacionadas con la seguridad ciudadana, eran de carácter incuestionable y sobre ellas no pesaba un debate político. En ellas, el presidente Noboa obtuvo el previsible apoyo derivado del clima de inseguridad que vive el país. Lo confirma el hecho de que las preguntas A y F, relacionadas con el papel de las Fuerzas Armadas en el control de la seguridad, fueran las más respaldadas, con un 75% de apoyo.

Este resultado dual, de un lado apoyo en el refuerzo de las políticas securitarias de Noboa y de otro rechazo al modelo económico del presidente, demuestra que un porcentaje importante de la población ecuatoriana es —como diría G. Lakoff— biconceptual, proclive a ubicarse en distintas posiciones en función de las materias, a escapar al molde simplificador que intenta imprimir la polarización política: o con Noboa o contra Noboa, o correísta o anticorreísta.

Efectivamente, hasta un 69% de los ecuatorianos votó en contra de la legalización del trabajo por horas (una cuestión por cierto sobre la que Noboa habría cambiado su posición respecto a la campaña electoral), doblando la base electoral del correísmo (32% en las últimas dos primeras vueltas presidenciales), mientras que, por el contrario, la base electoral del correísmo —al menos parte— apoyó el refuerzo del papel de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad.

El resultado obliga a un cambio en la estrategia política del presidente Noboa si quiere reelegirse en febrero de 2025. A solo 10 meses de las próximas elecciones presidenciales, Noboa se enfrenta a un dilema clave: mantener o no su política económica.

Con el voto popular en contra, mantener el rumbo económico neoliberal supondría una seria amenaza a sus posibilidades de reelección. Por contra, no hacerlo pudiera exponerlo a las críticas de los grandes medios de comunicación, principales exponentes en la presión neoliberalizadora.

Sobre la escena pende además un elemento añadido. El victorioso rechazo a las dos preguntas de corte económico fue capitaneado por el correísmo, que saldría reforzado de esta disputa. Este apoyo a las tesis correístas llega justo en el momento en que el gobierno había recrudecido la cacería judicial a la que viene siendo sometido este movimiento político desde la llegada al poder de Lenín Moreno.

De hecho, en cierto modo en el resultado de la consulta parece latir también un golpe al giro estratégico de Noboa de los últimos meses, cuando dejó de buscar la colaboración del correísmo en el Congreso para emprender una furibunda carga contra éste. Esta carga lo llevó incluso a violar la Convención de Viena sobre inviolabilidad de sedes diplomáticas, con el episodio de asalto a la embajada mexicana el 5 de abril, un episodio que ha derivado en una grave crisis de credibilidad internacional del país andino.

En definitiva, con un país en grave crisis económica agravada por la decisión presidencial de subir el IVA y el precio de los combustibles, con una crisis eléctrica que comienza a repercutir en las clases medias con graves apagones y con un clima de rechazo al modelo económico negado en las urnas, Noboa se juega todo a una sola carta: resolver el problema de la inseguridad. De lograrlo tendrá opciones de ser reelegido. De no hacerlo, la pregunta en Ecuador volverá a ser la misma que en 2021 y 2023, ¿será el correísmo capaz de agrietar la coalición de anticorreístas que, sin tener nada en común, se unen solo para votar a cualquier candidato que no sea correísta?.

(*) Sergio Pascual  es integrante de Celag Data

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Daniel Noboa es derrotado en las urnas

El referéndum en Ecuador, del pasado 21 de abril, dijo No en dos preguntas clave para el oficialismo y su política económica.

Daniel Noboa

/ 28 de abril de 2024 / 06:07

Dibujo Libre

Nadie convoca un referéndum para perderlo. Es una máxima de la ciencia política. Las consultas populares están diseñadas para investir al líder con la legitimidad de un resultado en las urnas, un resultado contra el que ningún opositor tenga réplica.

Y sin embargo Daniel Noboa, el flamante presidente ecuatoriano, el émulo de Bukele, se estrelló contra la realidad.

El pasado domingo 21 de abril el pueblo ecuatoriano se enfrentaba a un referéndum con once preguntas orientadas a reformar la Constitución e impulsar políticas públicas. Lo había convocado meses antes el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, siguiendo la estela de sus predecesores, Guillermo Lasso y Lenin Moreno quienes convocaron también sendas consultas. El horizonte político de las tres consultas, al margen del contenido de las preguntas, compartía un mismo objetivo político: relegitimar en las urnas sus precarios gobiernos. Todos ellos, gobiernos logrados en segunda vuelta por escasos márgenes y todos gobiernos con minoría en la Asamblea Legislativa.

De las once preguntas planteadas, nueve referían a reformas judiciales, policiales o militares y tenían una clara orientación securitaria. Respecto a esas nueve preguntas se había creado un cierto consenso nacional, sólo roto en las últimas semanas por el asalto a la embajada mexicana en Quito, un hecho que forzó al partido de Rafael Correa, la Revolución Ciudadana (RC), a adoptar una posición de rechazo frontal a las propuestas del presidente. Eran por tanto preguntas sobre las que no pesaban dudas acerca del resultado.

Sin embargo, dos de las once preguntas escapaban a este esquema. En dos preguntas fundamentales Noboa consultaba, primero, sobre el retorno de una fórmula precarizadora del mercado laboral -contra la que él mismo se había pronunciado en campaña electoral-, el contrato por horas y, segundo, sobre la sujeción de Ecuador a tribunales internacionales en diferendos económicos. Estas dos eran las únicas preguntas sobre las que existía disputa política, las dos que atañían al modelo económico del presidente, dos preguntas que habían recibido un rechazo frontal desde el primer momento por parte de la oposición politica de la RC. En ambas preguntas la población dijo No. Dos tercios de los ecuatorianos respondieron No al arbitraje internacional (64,9%) y No al regreso al trabajo fijo por horas (68,8%).

En el resto de preguntas, como decimos, todas ellas relacionadas con la seguridad ciudadana y de carácter incuestionable, el presidente Noboa obtuvo el previsible apoyo derivado del clima de inseguridad que vive el país. Lo confirma el hecho de que las preguntas A y F, relacionadas con el papel de las fuerzas armadas en el control de la seguridad, fueran las más respaldadas, con un 75% de apoyo.

Este resultado dual, de un lado apoyo en el refuerzo de las políticas securitarias de Noboa y de otro rechazo al modelo económico del presidente, demuestra que un porcentaje importante de la población ecuatoriana es -como diría George Lakoff- biconceptual, proclive a ubicarse en distintas posiciones en función de las materias, a escapar al molde simplificador que intenta imprimir la polarización política: o con Noboa o contra Noboa, o correísta o anticorreísta.

Efectivamente, hasta un 69% de los ecuatorianos votó en contra de la legalización del trabajo por horas (una cuestión por cierto sobre la que Noboa habría cambiado su posición respecto a la campaña electoral), doblando la base electoral del correísmo (32% en las últimas dos primeras vueltas presidenciales), mientras que por el contrario la base electoral del correísmo -al menos parte- apoyó el refuerzo del papel de las fuerzas armadas en materia de seguridad.

Noboa fracasa, por tanto, en el objetivo de relegitimarse. Este resultado obliga a un cambio en la estrategia política del presidente si quiere reelegirse en febrero de 2025. A solo 10 meses de las próximas elecciones presidenciales Noboa se enfrenta un dilema clave: mantener o no su política económica.

Con el voto popular en contra, mantener el rumbo económico neoliberal supondría una seria amenaza a sus posibilidades de reelección. Por el contrario, no hacerlo pudiera exponerlo a las críticas de los grandes medios de comunicación, principales exponentes en la presión neoliberalizadora.

También puede leer: La improvisación al poder

Sobre la escena pende además un elemento añadido. El victorioso rechazo a las dos preguntas de corte económico fue capitaneado por el correísmo, que saldría reforzado de esta disputa. Este apoyo a las tesis correístas llega justo en el momento en el que el gobierno había recrudecido la cacería judicial a la que viene siendo sometido este movimiento político desde la llegada al poder de Lenin Moreno.

De hecho, en cierto modo, en el resultado de la consulta parece latir también un golpe al giro estratégico de Noboa de los últimos meses, cuando dejó de buscar la colaboración del correísmo en el Congreso para emprender una furibunda carga contra éste. Esta carga lo llevó incluso a violar la Convención de Viena sobre inviolabilidad de sedes diplomáticas, con el episodio de asalto a la Embajada de México, el pasado 5 de abril, lo que ha derivado en una grave crisis de credibilidad internacional del país andino.

En definitiva, con un país en grave crisis económica agravada por la decisión presidencial de subir el IVA y el precio de los combustibles, con una crisis eléctrica que comienza a repercutir en las clases medias con graves apagones y con un clima de rechazo al modelo económico negado en las urnas, Noboa se juega todo a una sola carta, a resolver el problema de la inseguridad. De lograrlo tendrá opciones de ser reelegido. De no hacerlo la pregunta en Ecuador volverá a ser la misma que en 2021 y 2023: ¿será el correísmo capaz de agrietar la coalición de anticorreístas que, sin tener nada en común, se unen sólo para votar a cualquier candidato que no sea correísta?

(*)Sergio Pascual es analista político

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Sí se puede

Lo más asombroso es la pericia de un Gobierno que ha sabido acompañar el salto adelante de su sociedad.

/ 4 de octubre de 2019 / 00:13

En los últimos meses, después de pasar las últimas legislaturas como diputado en el Congreso español he tenido la oportunidad de regresar por un país que definió mis comienzos en política. Y es que hace 13 años, mientras Evo Morales y Bolivia demostraban al mundo y a un agorero expresidente Carlos Mesa que sí se podía reequilibrar las relaciones de explotación de los recursos naturales con los gigantes del petróleo, yo participaba de tímidos bloqueos a estaciones de servicio de Repsol en España, en un intento de llamar la atención sobre la necesaria solidaridad de nuestro pueblo con aquel que se atrevía a enfrentar la injusticia de relaciones desiguales e inequitativas con la monstruosa transnacional.

Ocho años después me tocaría participar como responsable de organización de la fundación del partido político Podemos, liderado por Pablo Iglesias, en el territorio español. Tuve desde entonces la oportunidad de conocer y estudiar en profundidad las estrategias y orientaciones de gestión de distintas fuerzas progresistas en el mundo. He de decir que, salvando las distancias geopolíticas, económicas y culturales, nunca encontré ejemplo alguno de un país que respetando los derechos civiles y profundizando su sistema democrático lograra avances económicos, sociales y políticos homologables a los de Bolivia.

Pero quizá lo más asombroso es la extraordinaria pericia de un Gobierno que ha sabido acompañar el salto adelante de su sociedad. Mientras que en otros rincones del mundo los avances construían sociedades posmaterialistas y nuevos elencos aspiracionales que acababan por empujar a los pueblos a cambiar el Gobierno abandonando a quienes los habían llevado hasta allí, en Bolivia la evaluación positiva de los logros gubernamentales se sigue hoy traduciendo en la confianza para que éste siga conduciendo los destinos del país una etapa más allá.

La premisa es obvia: hacerlo bien. La Bolivia que revisito hoy tras 10 años de ausencia es un país con una sede de gobierno (La Paz) que ahora cuenta con un ultramoderno sistema de transporte de masas, el teleférico; es el rincón de América Latina en el que mejores condiciones de seguridad pueden encontrarse en las calles; y es un lugar en el que al volver, mi viejo billete de Bs 100 de 2009 sigue equivaliendo a los 13 euros de entonces. Un país en el que se multiplican las escuelas y los hospitales, y el asfalto de las vías acorta distancias que antes parecían imposibles. Estabilidad y crecimiento. Se “han hecho las cosas bien”, y así lo reconocen los bolivianos según todas las encuestas que se han hecho en el país en los últimos meses.

No obstante, me he preguntado siempre cuál era la fórmula mágica, ya que abundaban los ejemplos en los que “hacerlo bien” no bastaba. Quizá, solo quizá, ayude la ausencia de una oposición creíble y en la que puedan reconocerse las mayorías sociales. Pero sin duda es preciso admitir que una de las claves de bóveda de este fenómeno político inusitado estriba en el permanente contacto del presidente, Evo Morales, con la población que le respalda. Mientras me ha tocado ver en primera persona cómo incluso dirigentes políticos sin poder institucional alguno se alejaban de aquellos que les auparon, rodeándose de cohortes de aduladores y espaciando su contacto con la realidad, el presidente Morales ha alargado sus jornadas laborales para encajar día tras día durante los últimos 13 años, sesión de trabajo tras sesión de trabajo, con todos aquellos que requieren soluciones a sus problemas cotidianos.

Ese y no otro parece ser el método del sí se puede boliviano. La retroalimentación positiva que ha permitido a este equipo evolucionar con los suyos, evitando el natural desgaste de la acción de gobierno, y la normal desafección de aquellos a los que el ascenso social propiciado por los años de bonanza les inspira otras aspiraciones de futuro. Mientras regreso a una España en la que la izquierda es incapaz de gestionar conjuntamente el aval de las urnas, pienso que algunos seguiremos mirando a Bolivia con sana envidia y con algo de esperanza en que su particular “sí se puede” no sea del todo inimitable.

* Miembro del think tank del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), y ha sido diputado en el Congreso de España por Podemos en las legislaturas XI y XII.

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