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Egipto recuerda con violencia dos años sin Hosni Mubarak

Policías y manifestantes que reclamaban reformas políticas y sociales se enfrentaron ayer delante del Palacio Presidencial de El Cairo, al cumplirse el segundo aniversario de la caída del expresidente egipcio Hosni Mubarak.

El 11 de febrero de 2011, Omar Suleiman, el hombre fuerte del régimen de aquel entonces, anunció la dimisión de Mubarak, frase que hizo estallar de júbilo a Egipto. El contraste con el ambiente que ahora se respiraba en ese mismo país no puede ser más agudo.

La plaza Tahrir de El Cairo, el lugar que entonces concentró los anhelos de millones de egipcios que deseaban libertad y dignidad, reunió ayer a miles de personas en una nueva protesta, en esta ocasión contra el presidente del país, Mohamed Mursi, y su partido, los Hermanos Musulmanes.

 En una atmósfera derrotista y reivindicativa, los egipcios que se acercaron en varias marchas a este lugar y al Palacio Presidencial aseguraron defender la llama de la revolución, frente al poderoso grupo islamista, al que acusan de pretender aferrarse al poder. La desesperanza, azuzada por la galopante crisis económica que sufre el país, se reflejaba en la mayoría de rostros y en los discursos de los manifestantes.

 “Pensamos que los Hermanos Musulmanes impondrían justicia, pero no lo hicieron. Al rico lo han hecho más rico y al pobre lo han pisado. ¿Es ésta la justicia social? Si Hosni (Mubarak) nos sumió en la desgracia (durante) 30 años, un año de gobierno de Mursi equivaldrá a 50 años de desgracia”, dijo a EFE el joven Gamal Gafar.

 Pese a que Mursi aún goza de un amplio respaldo, sobre todo entre las capas más populares y en el Egipto rural, la erosión sufrida desde que fue elegido como el primer presidente en democracia del país, en junio de 2012, es evidente. El Centro Al Baseera para la investigación de la opinión pública difundió ayer una encuesta en la que el 44% de los consultados aseguraban que no reelegirían al gobernante. Pese a todo, la misma encuesta muestra que más de la mitad de los sondeados (53%) aprueba todavía la gestión del Mandatario, diez puntos menos que hace un mes.
 
Violencia. Como se ha convertido en costumbre desde hace unas semanas, la violencia no faltó a las protestas, con los grupos más radicales enfrentados a la Policía en los alrededores del Palacio Presidencial de Itihadiya. Según fuentes policiales, decenas de personas resultaron heridas por la intervención de los antidisturbios, que se precipitó al comenzar a llegar de modo masivo cientos de manifestantes hasta las inmediaciones de la sede presidencial.

 Vehículos policiales dispararon  agua y gases lacrimógenos contra los jóvenes, que se retiraron a la carrera por las calles aledañas, presumiblemente a la espera de retomar los choques.

 De acuerdo con el Ministerio del Interior, las marchas eran en un principio pacíficas, aunque una minoría comenzó a retirar las alambradas instaladas en las entradas del palacio y a lanzar piedras hacia el edificio. Pero los egipcios han comenzado a acostumbrarse a las largas noches de caos y destrucción. Desde que el 25 de enero (con motivo del aniversario del inicio de la revolución) se registraron las primeras escaramuzas, han muerto más de 60 personas y extraordinario es el día en el que una manifestación no acaba en disturbios.

 Pese a los ánimos sombríos, cada día se producen noticias que recuerdan que Egipto no es el mismo que bajo Mubarak. Ahora, los ulemas de la institución islámica de Al Azhar eligieron por primera vez a través de una votación al nuevo mufti de Egipto, la máxima autoridad religiosa del país, que hasta ahora era designado directamente por el presidente.

Un país con profundas divisiones

Decepción
A dos años de la caída del régimen de Hosni Mubarak, miles de egipcios están molestos y decepcionados, porque los principales objetivos por los que lucharon (mayor libertad, justicia social y un sistema democrático) aún están lejos de alcanzarse.