El Senado italiano ha aprobado ayer por 161 votos a favor, 135 en contra y tres abstenciones el decreto ley que contiene el plan de estabilidad pactado por el Gobierno con la Comisión Europea.

Tras una madrugada de nuevos retoques, añadidos y renuncias, el ministro de Economía, Giulio Tremonti, ha presentado el ajuste con una brillante lección de filosofía política y ha evitado así entrar en embarazosos detalles.

Sin dedicar un segundo a explicar el alcance y el criterio seguidos en el plan, Tremonti ha agradecido a la oposición su colaboración, y ha advertido que el trabajo no termina aquí. Ha anunciado que Italia introducirá en la Constitución una «regla de oro» que exija el equilibrio de las cuentas públicas, el objetivo que el Ejecutivo pretende alcanzar el 2014. Y ha advertido: «Sin el déficit cero, el monstruo de la deuda, que viene del pasado, devorará nuestro futuro y el de nuestros hijos».

Contra lo afirmado desde 1994 por el magnate («no meteremos la mano en los bolsillos de los italianos»), el ajuste a cuatro años dejará por el camino sangre, lágrimas y quizá también cadáveres.

La reducción del déficit se elevará a 79.000 millones gracias a un truco: el 60% saldrá de «nuevos ingresos», es decir, de las subidas de impuestos. Según calculó la CGIL, el sindicato mayoritario, las tasas por familia y año aumentarán entre 1.200 euros y 1.800.