El mosaico de culturas y religiones que pueblan Líbano no son sinónimo de multiculturalidad. Los mismos bandos que luchan en Siria se desdoblan en Líbano. Trípoli, al norte, es la capital de esas divisiones profundas.

El régimen de Asad tiene la carta libanesa, y la utilizará porque afecta a Israel y a EEUU. La sangría siria y la creciente internacionalización del conflicto dejan al Líbano expuesto. Podría ser el siguiente campo de batalla. Es un país repleto de armas, con las milicias durmientes de todos los bandos y los odios intactos; cualquier chispa podría degenerar en una nueva guerra. Lo ocurrido en el centro de Beirut es una alerta temprana, una advertencia. Ahora sólo es necesario que alguien la escuche.