Irlanda cerró hoy otro capítulo de su negra historia de abusos en instituciones estatales con una disculpa «sentida» y «oficial» del Gobierno de Dublín para las miles de mujeres encerradas en las llamadas «Lavanderías de la Magdalena», unos «negocios privados» regentados por monjas católicas.

Así lo entendieron las supervivientes de las «magdalenas» que desde el balcón de la Cámara baja irlandesa (Dáil) escucharon hoy al primer ministro, Enda Kenny, pedir perdón en «nombre del Estado» y de la «ciudadanía» a las todas las mujeres que permanecieron detenidas en régimen de semiesclavitud entre 1922 y 1996 en estas instituciones.

En su intervención, que acabó con una cerrada ovación de toda la sala y de las víctimas, Kenny expresó en nombre del «Estado, el Gobierno y su ciudadanía» su «profundo pesar» y pidió, «sin reservas, perdón» a todas «aquellas mujeres a las que se hizo daño» y «se estigmatizó».

La disculpa de hoy de Kenny sigue a otra que emitió hace dos semanas en nombre de su Gobierno, pero que no fue aceptada por las víctimas de las «lavanderías», pues reclamaron una mayor asunción de culpa por parte del Estado irlandés.

«Espero que el día de hoy y este debate sirvan para alumbrar un nuevo amanecer para todos aquellos que temían que la oscura medianoche nunca iba a acabar», dijo el líder conservador, quien, no obstante, reconoció que las víctimas de «La Magdalena» merecen más que una «disculpa formal».

Por ese motivo, el «Taoiseach» (primer ministro) confirmó que su Gobierno iniciará un proceso de «revisión de tres meses» para determinar qué tipo de compensaciones económicas y de apoyo recibirán las supervivientes, que confían en obtener asistencia para pensiones, salud y vivienda, entre otras cuestiones.

«Estoy seguro de que este proceso nos permitirá ofrecer pronta, justa y significativa ayuda a las mujeres de una manera compasiva y no contenciosa. Quiero que el fondo se destine principalmente a ayudar a las mujeres, tal y como piden, y no para financiar costes administrativos o legales», señaló Kenny ante las posibles denuncias que podrían plantearse toda vez que el Estado ha asumido su culpa.

Resuelto este espinoso asunto, Kenny, en unos términos mucho más contundentes que los utilizados hace dos semanas, aseguró hoy en el Dáil que las «lavanderías» son una «vergüenza para la nación», al tiempo que reiteró la directa implicación del Estado en estas instituciones.

Kenny también pidió a la sociedad que se examine a sí misma, pues contribuyó durante décadas a crear una Irlanda que se «creía buena, temerosa de Dios», a pesar de que este retrato, dijo, era «ficticio».

«Desde cualquier punto de vista era una Irlanda cruel, despiadada, claramente carente de misericordia», lamentó el líder democristiano, quien el 5 de febrero presentó el contenido de una investigación gubernamental desarrollada por el senador Martin McAleese para «determinar el grado de implicación del Estado».

En las citadas «lavanderías», popularizadas por la película «Las hermanas de la Magdalena» (2002), se recluía a mujeres que sufrían problemas de diferente índole bajo un régimen de semiesclavitud, sometidas a trabajos forzados y no remunerados y a continuas humillaciones, según denunciaron también las víctimas y sus familias.

Entre los motivos que llevaban a la reclusión de las mujeres, unas 10.000 en total, el informe citó «rechazo de padres adoptivos», orfandad, «abusos familiares», «deficiencias físicas o psíquicas», pobreza y «actitudes inmorales».

De acuerdo con ese documento, la implicación del Estado irlandés «fue significativa», pues más de una cuarta parte de las mujeres internadas en las diez instituciones investigadas fue enviada allí a instancias de los diferentes gobiernos de la época.

Las cuatro órdenes religiosas que regentaban para beneficio propio estas instituciones, a las que el Gobierno pedirá una contribución para las compensaciones, son las Hermanas de la Misericordia, las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad, las Hermanas de la Caridad y las Hermanas del Buen Pastor.

Algunas de ellas fueron citadas en el llamado «Informe Ryan» de 2009, un texto que reveló que miles de menores fueron objeto de abusos sexuales y torturas físicas y psíquicas en instituciones estatales regentadas por religiosos en Irlanda entre 1940 y la década de los 90.

El «Informe McAleese», no obstante, recalca que las «pocas mujeres» que ofrecieron sus testimonios para esta investigación no denunciaron casos de abusos sexuales cometidos por monjas, pero sí una larga lista de vejaciones y tratos humillantes.