El Laboratorio de Física de la Atmósfera (LFA) de la UMSA, en un boletín de prensa, informó acerca de «la peligrosidad de las radiaciones electromagnéticas para la salud y el medio ambiente».
«La radiación puede ser ionizante o no-ionizante. La primera es la que emite el material radiactivo utilizado en las centrales nucleares que han sido declaradas en emergencia quedando el material al descubierto e irradiando el ambiente», informó el LFA.
El efecto, según señala el LFA, se asemeja a una pequeña bomba atómica y su impacto puede afectar hasta en decenas de kilómetros a la redonda del centro donde se produjere el accidente, «esta situación aún no es la de la planta de Fukushima».
La radiación ionizante es absorbida por los huesos y tejidos humanos y animales. «A pesar de que los efectos contrarios a la salud pueden darse a mediano y largo plazo, puede producir enfermedades fatales como el cáncer y la leucemia», apunta la información.
Estos elementos se acumulan, sobre todo, en la tiroides, «por eso el ‘antídoto’ que está recibiendo la población cercana a Fukushima es yodo, para saturar la absorción de la glándula», apunta el informe. La radiación no-ionizante es la ultravioleta y se encuentra en los rayos X y gamma; no es tan perjudicial para la salud.