Tras la detención de Paolo Gabriele, mayordomo de Benedicto XVI y sospechoso filtrar documentos confidenciales del Vaticano, las sospechas ahora apuntan a una mujer italiana al servicio directo del Papa. Y la prensa italiana anuncia “cacería” de cómplices. 

Se dice en el Vaticano que los cuervos raramente vuelan solos. Que Gabriele, arrestado el jueves por robar y difundir documentación secreta, no es el único traidor. Se sospecha ahora de una mujer, igualmente al servicio directo del Papa. Joven. Casada. Italiana…

Los rumores que suben y bajan el Tíber a veces dicen una cosa y otras veces justo lo contrario. Coinciden, sin embargo, en que ni el mayordomo desleal ni la misteriosa mujer aún sin nombre actuaron por su cuenta. Habrá más detenciones. De más nivel. La Gendarmería vaticana trata de responder la pregunta clave: ¿a quién beneficia la filtración masiva de documentos secretos conocida como Vaticanleaks?

Todas las miradas se dirigen hacia las más altas instancias de la Santa Sede, allí donde desde un tiempo a esta parte los hombres de Dios libran una guerra por sentarse en la silla de Pedro en cuanto Ratzinger, que acaba de cumplir 85 años, se muera o dimita. Gabriele sólo sería un chivo expiatorio. Su esposa, Manuela Citti, asegura: “Mi marido quiere bien a la Iglesia. Estoy segura de que no habría hecho jamás ninguna cosa que pudiera hacer daño al Santo Padre”.

Aunque sus amigos rechazan que Paolo Gabriele buscara lucrar con la difusión de documentos, la Gendarmería vaticana está examinando sus cuentas bancarias y sus llamadas de teléfono para saber quiénes fueron sus compañeros de traición.

“Vaticano, caza a los cómplices”, tituló en primera página La Stampa. “Los investigadores buscan confirmaciones, pruebas, cómplices y un eventual nivel superior”, escribió el diario.

“El mayordomo habla, el Vaticano tiembla, caza contra los instigadores: hay una mujer”, señaló ayer en primera página la Repubblica sobre este hecho que aún tiene tela para cortar.