La ausencia de François Hollande en los discursos que ayer pronunciaron en la sesión plenaria de la OTAN el presidente Barack Obama y el secretario general de la organización, Anders Fogh Rasmussen, fue el mejor indicador de que esta poderosa alianza militar afronta un futuro sin Francia en Afganistán, quizá incluso un futuro con menor participación de ese país en próximas operaciones en el mundo.

La OTAN seguirá adelante en Afganistán sin Francia, o al menos con un papel secundario para ese país, puesto que Hollande prometió a Obama en Washington que podría seguir contribuyendo a la misión en Afganistán “por otros medios”. La última fase de la guerra, como estaba previsto, consiste en una transición del papel de la OTAN de fuerzas de combate al de fuerzas de apoyo en 2013 y el cese definitivo de participación militar al iniciarse 2015. “En la medida en que el Ejército afgano sea más fuerte, nuestras fuerzas se irán reduciendo”, dijo Rasmussen.

La retirada francesa no dio lugar a la temida desbandada masiva. Unos 50 países siguen aún comprometidos con la misión. Pero, seguramente, con poca fe. La unidad de la OTAN corre peligro.