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Etíopes refugiados en Sudán viven ‘como animales’ tras huir de los combates

Han escapado a las bombas y a los ataques con cuchillo en el norte de Etiopía y se fueron con lo puesto a Sudán, muchas veces perdiendo el rastro de sus seres queridos. Dos semanas después malviven en Sudán, un país pobre que tiene dificultades para suministrarles ayuda humanitaria.

En un gran centro de acogida, los etíopes que han huido del conflicto de Tigré hacen la cola delante de una escuela, transformada en una estructura de ayuda humanitaria, para obtener alimentos, agua o ropa.

La ONU deploró el martes una «crisis humanitaria a gran escala» en la frontera entre Sudán y Etiopía, zona que cientos de personas huyen cada día debido a la operación militar lanzada por las autoridades en Tigré el 4 de noviembre.

«Vivimos como si fuéramos animales aquí», dice Adam Mahmoud, uno de los refugiados.

«He huido con esta ropa y la llevo puesta desde que llegué a Sudán hace casi dos semanas», agrega a la AFP Babosh Alamshed, de 21 años, mostrando su camiseta roja manchada y sus pantalones negros gastados.

Forma parte de la masa de refugiados que esperan fuera del punto de distribución de la «Aldea 8», un centro de tránsito cerca de la frontera, para recibir ropa, jabón y otros artículos de primera necesidad.

Bajo un calor abrumador, la gente se agita y empuja para entrar en el edificio. En la entrada, los militares sudaneses intentan mantener el control rechazando a la multitud con palos.

Pero después de varias horas de espera el viernes, los refugiados rompieron las puertas metálicas del depósito y se precipitaron dentro para servirse.

Sudán sufre una grave crisis económica pero, a pesar de su pobreza, las regiones del este, próximas a la frontera, tratan de ayudar.  

Según la Comisión de Refugiados de Sudán, unos 36.000 etíopes ya han llegado al país. La ONU espera que 200.000 personas huyan en los próximos seis meses.  

La «Aldea 8» acoge entre 14.000 y 15.000 refugiados, asegura Fouad Tesfay, miembro de la asociación de desarrollo de Tigré, con sede en Jartum. «Y cada día el número aumenta», insiste.

Grandes bolsas de sorgo, botellas de aceite y sal llegaron al centro de distribución. Con estos pocos ingredientes, los refugiados preparan una especie de papilla.

(21/11/2020)