El presidente Mauricio Funes, al frente del primer gobierno de izquierda en la historia de El Salvador, prometió centrar los dos últimos años de gestión en luchar contra la inseguridad y en reactivar la economía de este país centroamericano. 

Con casi seis millones de habitantes, El Salvador es la nación más densamente poblada de Centroamérica, tiene un tercio de su masa laboral desocupada y una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Es también uno de los países más “expulsivos”, en términos de los demógrafos, porque tres millones de salvadoreños viven en el exterior (2,5 millones en EEUU).

   Funes fue electo con el apoyo de la exguerrilla del Frente Farabundo Martí, y se convirtió en el primer jefe de gobierno de izquierda en El Salvador. En su informe anual al Congreso, dominado por la derecha, prometió dar el postergado voto a los salvadoreños del exterior. En la lucha contra la inseguridad, Funes destacó la tregua —propiciada por la Iglesia Católica— que acordaron las temibles pandillas Mara Salvatrucha y Mara 18, lo que abre “una oportunidad histórica de recuperar una sociedad violenta”.

   Esa tregua, vigente desde marzo, ha permitido la baja en la cifra de homicidios a una tercera parte, al pasar de un promedio de 14 a 5 asesinatos diarios. Una encuesta del matutino La Prensa Gráfica señaló que un 50,8% de los salvadoreños considera que la violencia es su mayor inquietud, mientras que un 35,5% apuntó al “mal estado de la economía” del país, donde la pobreza alcanza un 38% y el desempleo y subempleo un 36%.

Para tratar de reactivar la economía, el gobernante apuesta en sus dos últimos años de gestión al sector agrícola y a los exportadores, mediante un Banco Nacional de Desarrollo que con un fondo de 30 millones de dólares ofrece ya líneas de crédito productivo para agricultores y a pequeñas y medianas empresas.