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José Luis Sampedro: «La vida es un arder, y el que no arde no vive»

«La vida es un arder y el que no arde no vive». Esa frase de José Luis Sampedro da idea de la intensidad con que vivió este gran humanista, escritor y economista, que siempre procuró «ser honesto» y «no hacer daño a nadie deliberadamente».

«Siempre he procurado hacer aquello que me gustaba, y de hacerlo lo mejor que he podido», decía en una entrevista con Efe Sampedro, que falleció en Madrid en la madrugada del 8 de abril, a los 96 años.

Son innumerables las frases que se podrían entresacar de las que fue pronunciando este gran escritor en entrevistas o en diferentes actos, y algunas de ellas están relacionadas con la muerte, a la que hacía tiempo que miraba de frente: «La muerte es el precio que pagamos por estar vivos, sencillamente».

Muy disconforme con la evolución del mundo y con las consecuencias de la globalización económica, cuando cumplió noventa años se mostraba consciente de que iba a morir pronto, pero decía que, «hasta cierto», lo haría satisfecho porque no le gustaba nada la situación de «desintegración del sistema» que se estaba viviendo.

Y, con su habitual humor, en 2012 se refería a sí mismo como a «un personaje descatalogado y moribundo». Esperaba «tranquilamente» a la muerte.

Pero al igual que, en los últimos años, aludía a la muerte con naturalidad, también proclamaba su fe en la vida: «La vida es mi reina y señora», aseguró cuando recibió en 2008 la medalla de honor de la Complutense de Madrid, esa universidad a la que siempre estuvo vinculado, como estudiante y como profesor.

Procuró «vivir intensamente» y lo hizo «hacia adentro». «He procurado hacerme mejor de lo que soy, pero sin grandes batallas exteriores», le decía a Efe este hombre sencillo y lúcido, al que le gustaba afirmar que «cuando se escribe con ganas, con autenticidad, por necesidad interior, todo lo que se hace es autobiográfico». En sus novelas hay, pues, muchos retazos de su vida.

«Para mí, el escribir era vivirse, conocerse, ser arqueólogo de uno mismo. Escarbar y, si se escarba, hay de todo dentro de nosotros: el criminal y el santo, el héroe y el cobarde», afirmaba Sampedro en otra entrevista con Efe.

A veces decía que él no era de esta época, sino «de 1930-1936» y de un país «al que asesinaron». Pero fuera de entonces o de ahora, creía que la fantasía «le seguirá siendo necesaria al hombre», que quiere «que le sigan contando cuentos». Y sostenía eso quien se consideraba a sí mismo «un buen escritor de segunda». A lo largo de un siglo, añadía, «hay poquísimos genios y pocos buenos escritores».

Se pasó años denunciando todo aquello que le preocupaba del mundo, y no lo hizo «por espíritu guerrero» sino por respeto a sí mismo y por «deber personal de honestidad». Y se apoyaba para sus críticas en esta frase de Martin Luther King: «lo peor no son los hombres malos sino el silencio de los hombres buenos».

Una preocupación que fue en aumento, a medida que la actual crisis económica iba dejando sin recursos a millones de personas.

Los ciudadanos son educados «para ser productores y consumidores, no para pensar», aseguró hace menos de un año, cuando se mostraba convencido de que estamos viviendo el final del abuso del capital y creía que los ciudadanos tenían que prepararse para una situación distinta, en la que «desaparezca» el poder del dinero y sea sustituido por los valores de la civilización occidental, «que se han desmoronado en manos de los adoradores del dinero».

En el mundo, decía Sampedro, hay dos tipos de economistas, «los dedicados a hacer que los ricos sean más ricos, y los que estamos dedicados a hacer que los pobres sean menos pobres».

Y con ese espíritu se mostraba convencido de que el sistema capitalista «se acaba», porque el mundo occidental atraviesa «una «auténtica metamorfosis» protagonizada por jóvenes que «ya viven en otra época», ajena a quienes solo quieren «ganar dinero y nada más».

Sampedro se preguntaba por el espíritu creativo y emprendedor que hubo en los inicios del capitalismo, que ha sido sustituido hoy en día «por el miedo». «Los países ricos se defienden con toscas medidas medievales, construyendo murallas», señalaba en otra ocasión.

Y era muy crítico con las medidas adoptadas por el Gobierno para salir de la crisis, entre ellas las inyecciones de dinero que han recibido los bancos a costa de recortar la sanidad y la educación, «lo más importante que hay».

Tanto en su faceta de economista como en la de escritor, siempre procuró «ser fiel a lo que pensaba que quería ser». «Agradezco que todo haya sido tan hermoso. Lo he hecho lo mejor que he podido», aseguraba el novelista cuando recibió hace dos años la Orden de las Artes y las Letras de España.

Sólo le importaba «vivir lo mejor posible y morir como un acto vital».