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La boda real no deja nada a la improvisación

A horas del enlace real, el entusiasmo y los nervios crecían frente a la Abadía de Westminster, el templo medieval donde los novios reales se darán el «Sí», y en otros lugares por los que pasará el cortejo nupcial, donde acampan miles de turistas, curiosos, ardientes monárquicos y fotógrafos.

La multitud en el Mall, la amplia avenida bordeada de árboles que une la plaza Trafalgar con el Palacio de Buckingham, pareció enloquecer, cuando anoche llegó inesperadamente el Príncipe, que repartió apretones de mano, sonrisas y saludos.

Vestido con un jumper azul y pantalón kaki, el segundo en la línea de sucesión a la corona de Inglaterra, parecía tranquilo, y se mostró cariñoso con la muchedumbre, antes de regresar a Clarence House, residencia del príncipe Carlos, donde pasó la noche.

En las cercanías del lujoso hotel Goring, donde Kate pasó su última noche de soltera, con su familia, se agolpan también decenas de reporteros, muchos de ellos dispuestos a quedarse allí hasta la salida de la futura princesa, poco antes de las 11.00.

Pese a que se ha levantado un baldaquín, los reporteros esperan vislumbrar el vestido de novia, el secreto mejor guardado de esta boda, que según las apuestas ha sido diseñado por Sarah Burton, la sucesora del fallecido Alexander McQueen.

Según la oficina de turismo británica, unas 600.000 personas han llegado a la capital para la boda real, que será cubierta por unos 8.000 periodistas y seguida por unos 2.000 millones de personas en el ciberespacio.

«Soy una incurable romántica y ésta es la boda del siglo. ¿Cómo no iba a estar aquí?», dijo a la agencia AFP Carole Foster, que llegó el miércoles de Canadá para asistir, de lejos, al enlace, y se sorprendió al ver a tanta gente frente a la Abadía, dispuesta como ella a «desafiar lluvia y desvelos».

El ambiente en los alrededores del hermoso templo construido hace 10 siglos tiene aires de carnaval, con banderas británicas y globos rojos y blancos que ponen un toque festivo y reporteros del mundo entero que entrevistan a quien tenga ganas de hablar, incluso a niños.

La colorida y bulliciosa muchedumbre lanzó aplausos y gritos cuando vio llegar a la Abadía, a media mañana de ayer, un convoy de vehículos negros en los que viajaban Kate y el príncipe Enrique, el hermano menor de William de Inglaterra.

La novia, acompañada de su hermana Pippa, madrina de la boda, los pajes y las damitas de honor, entraron a la Abadía para el último ensayo antes de la ceremonia.  Además, el ambiente se alegró con música y las trompetas de la banda de la Royal Air Force, que va a tocar en la boda, y que llegó también a la Abadía para un último ensayo.  Hay también decenas de personas del mundo entero.

Garantizar la seguridad

La seguridad de la pareja real no fue descuidada. Scotland Yard ha dispuesto al menos 5.000 policías para custodiar los 2 km del recorrido. 

Vehículos
El príncipe William llegará en un Bentley mientras que Kate Middleton lo hará en un Roll Royce. Ambos se irán, como marido y mujer, en una carroza. Se descartó el uso de un auto de marca alemana.

Regalos
Aunque se pidió que se eviten los regalos, a cambio de donaciones a organizaciones de caridad, países y personas particulares hicieron llegar desde poros para mate de plata hasta juegos de té.

Desinvitado
Para evitar la polémica, el Gobierno británico decidió retirar la invitación extendida al embajador de Siria en Londres, Sami Khiyami, por la represión a las manifestaciones sociales en ese país.

Compromiso
Ante el riesgo de que la nueva princesa Kate sufra el acoso de los paparazzi, fotógrafos del mundo de la farándula se comprometieron a actuar con mesura. Se espera que cumplan la oferta.