Cumplidos los tres meses del inicio de la operación contra Muamar Gadafi, lanzada el 19 de marzo por Washington, París y Londres, y a punto de cumplirse los tres meses del relevo tomado por la OTAN el 31 del mismo mes, a la operación Protector Unificado le tiemblan las piernas.

El ministro de Asuntos Exteriores italiano, Franco Frattini, ha hecho un llamamiento al «cese inmediato de las hostilidades para establecer corredores humanitarios para ayudar a la población.

Errores con víctimas mortales han hecho sonar las alarmas de la credibilidad de la Alianza; algunos socios advierten de que los fondos no son ilimitados en tiempos de crisis; otros anuncian ya retiradas; hay analistas que cuestionan una campaña lanzada con prisa (y que sobre la marcha se atribuyó un objetivo que trasciende el mandato de la ONU para poner la continuidad de Gadafi en el punto de mira), y en EEUU se cuestiona hasta la legalidad de la operación.

«La cuestión es que cuando se empieza una operación militar debe acabar rápido, aunque raramente se consigue», comenta una alta fuente europea, que pide el anonimato y reconoce lo precipitado de toda la intervención.

«En Libia se intervino rápidamente, sin planificación, porque no podíamos permitir otra Srebrenica», en alusión a las amenazas de Gadafi de pasar a cuchillo a la población de Bengasi. «No hay prevista una estrategia de salida y Gadafi no es de los que abandonan», declaró.