El célebre arquitecto brasileño Óscar Niemeyer falleció ayer a los 104 años en el Hospital Samaritano de Río de Janeiro, a causa de una infección respiratoria, precisó una portavoz del centro médico. En una comparecencia ante la prensa, el doctor que atendía a Niemeyer, Fernando Gjorup, dijo que los últimos exámenes médicos y análisis de sangre confirmaban que la salud del arquitecto había presentado un agravamiento.

El arquitecto, quien hasta la noche de ayer estaba lúcido, pasó sus últimas horas de vida sedado y sometido a respiración asistida y en el momento de su muerte estaba acompañado de una decena de miembros de su familia.

Creador de los principales edificios públicos de Brasilia, Niemeyer fue ingresado hace 33 días debido a dificultades para alimentarse e ingerir líquidos, pero su estado se agravó paulatinamente con dos hemorragias digestivas y una insuficiencia renal que forzó a someterlo a hemodiálisis.

El arquitecto, discípulo privilegiado del suizo Le Corbusier, perdió este mismo año a su única hija, Ana María, quien falleció a los 82 años en ese mismo hospital. Considerado como un revolucionario de la arquitectura mundial y seducido por la sensualidad de la línea curva, Niemeyer hubiera cumplido 105 años el 15 de diciembre.

Fue un referente de la arquitectura contemporánea, un brasileño universal, que con su maestría de la estructura curvilínea se erigió en uno de los padres del modernismo, admirado por sus colegas y respetado por su humanismo y compromiso.  Es, en resumen, lo que manifestó a EFE un destacado ramillete de compañeros de profesión coincidiendo con su centenario.

Álvaro Siza, Zaha Hadid, Richard Rogers, Richard Meier, Renzo Piano, Ricardo Legorreta, Gae Aulenti, Teodoro González de León o Juan Herreros no ahorraban adjetivos para homenajear a Niemeyer. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó que “Brasil perdió hoy (ayer) uno de sus genios”, al lamentar en una nota oficial el fallecimiento de Niemeyer, a quien definió como “revolucionario”.