El centro de Roma ardía ayer en la tarde; columnas de humo, coches y contenedores en llamas podían contemplarse desde la Piazza del Popolo, el corazón burgués de la capital italiana, donde la Policía cargaba una y otra vez contra los manifestantes.

Cientos de jóvenes se enfrentaron a la Policía al final de la masiva manifestación que, mientras el Parlamento debatía la moción de censura ganada por Berlusconi por tres votos, recorrió el centro.

Las protestas se han extendido a otras ciudades italianas. La batalla en la capital ha dejado medio centenar de agentes heridos, según el ministro de Defensa, Ignazio La Russa, así como más de 57 manifestantes, según fuentes del servicio de urgencias sanitarias 118, e incluso un periodista de la agencia AGI. Hay un total de 41 personas detenidas, acusadas de resistencia, devastación y uso indebido de armas. Según la empresa municipal de Medio Ambiente de Roma, los daños causados al mobiliario urbano superan el medio millón de euros, informa EFE.

La victoria de Il Cavaliere tras la moción había desatado la indignación en Roma, donde se había congregado una multitud procedente de toda Italia para protestar contra el Gobierno. El primer ministro sobrevivía al voto, pero en la calle decenas de personas gritaban su no al Gobierno.

El gentío, congregado ante el Senado y el Congreso estalló en abucheos contra Berlusconi al oír por megafonía las palabras que anunciaban la victoria del primer ministro. Algunos miembros de los movimientos antiglobalización mezclados a estudiantes comenzaron entonces a volcar contenedores, a lanzar bombas de papel y pintura roja y a romper cristales de entidades bancarias.

Los 3 votos para la vendetta

El Gobierno de Silvio Berlusconi ha superado ayer en la Cámara de Diputados la moción de censura presentada por la oposición y los grupos de centro derecha Futuro y Libertad y Unión de Centro. Los votos de tres tránsfugas contratados para la ocasión por el Pueblo de la Libertad, uno del Partido Democrático y dos de Italia de los Valores, más la traición navajera de dos diputadas de Fini, que a última hora abandonaron a su líder, resultaron decisivos. La victoria pírrica y teñida de escándalo ofrece a Berlusconi el sabor de la vendetta contra su odiado ex aliado Gianfranco Fini, pero cambia poco la situación de desgobierno que vive el país.