Las sospechas de pederastia sobre el obispo alemán Walter Mixa sacudieron la baviera natal del papa Joseph Ratzinger, quien aceptó este sábado la renuncia del prelado de Augsburgo, representante del ala más conservadora de la Iglesia y quien anteriormente admitió malos tratos a menores en un orfanato bávaro.

La respuesta del Vaticano a la carta enviada por Mixa el 21 de abril poniendo sus cargos a disposición del Papa tras admitir los malos tratos, activaron lo que la Conferencia Episcopal y la diócesis de Augsburgo calificaron de «nuevo comienzo».

«Lo ocurrido en los últimos tiempos en Augsburgo y en el conjunto de la Iglesia católica alemana es muy grave, como lo es la pérdida de credibilidad derivada de ello», afirmó el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Robert Zollitsch, tras conocerse la decisión del Vaticano.

El objetivo ahora es acelerar la «renovación» interna de esa diócesis, que hace apenas unos días tramitó la denuncia ante la Fiscalía de Ingolstadt contra Mixa por sospecha de abusos sexuales a un muchacho, en sus tiempos de obispo, de 1996 a 2005.

Mixa, quien tras semanas negando las acusaciones de malos tratos acabó admitiéndolos y enviando su renuncia al Papa, negó ahora, a través de su abogado, toda implicación en un caso de pederastia.

De levantar la Fiscalía acusación formal, Mixa, del ala más conservadora y hasta recalcitrante de la Iglesia católica, se convertiría en el primer obispo alemán confrontado con la justicia por presunta pederastia.