Cuando tenía 22 años, la exguerrillera y hoy presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue sometida por la dictadura militar a sesiones de tortura que incluyeron choques eléctricos y palizas que le afectaron la quijada, según un relato antes inédito de la Mandataria divulgado ayer por la prensa. 

Rousseff contó hace 11 años detalles hasta ahora no conocidos públicamente sobre los tratos crueles que sufrió a manos de los militares que gobernaron Brasil entre (1964-1985), debido a su militancia en tres y no dos organizaciones clandestinas contra la dictadura, como el público creía hasta informarse ayer.

“Al inicio no había una rutina. No se distinguía si era de día o de noche. El interrogatorio comenzaba. Generalmente lo usual era con un choque (…) ganando intensidad, con sesiones de ‘palo de arará’, lo que la gente no aguanta mucho tiempo», describió la Presidenta de 64 años en un testimonio antes inédito ante autoridades judiciales, que publicó el periódico Estado de Minas.

El palo de arará consistía en colgar a la víctima maniatada a una vara horizontal, con las piernas y manos dobladas, para que reciba golpes de forma indiscriminada.

Rousseff también fue sometida a simulacros de fusilamiento y la amenazaron con desfigurarle el rostro. «Quedé presa tres años. El estrés es feroz, inimaginable. Descubrí por primera vez que estaba sola. Encaré la muerte y la soledad (…) Las marcas de la tortura soy yo. Son parte de mí».

Este año, Rousseff instaló una Comisión de la Verdad para investigar las denuncias de violaciones de derechos humanos durante la dictadura, pero sin levantar la amnistía a los represores. Brasil reconoce 400 muertos y desaparecidos durante el régimen militar, contra 30 mil en Argentina.