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Teología de la Liberación, ¿una amenaza?

Eva Usi escribe en la Deutche welle que el Papa Juan Pablo II fue una figura de superlativos, cuyo pontificado tuvo una influencia política e histórica innegable. El papa polaco fue querido como pocos en Latinoamérica, pero su beatificación es controvertida. En gran medida porque el papa polaco no distinguió entre las distintas «izquierdas» y las redujo todas al modelo soviético. Sobre todo en América Latina se convirtió, según sus críticos, en un cómplice de Ronald Reagan. Ambos consideraban a la Teología de la Liberación como una amenaza. Ejemplo de ello fue su sanción al sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, por ser uno de los principales pilares de dicha teología.

«Eso es algo que a mí mismo me sorprendió. No lo entendí. Fueron decisiones que llevaron a la Teología de la Liberación a una situación de la que ya no se recuperó. Creo que Juan Pablo II tenía miedo de que pudiera conducir a un totalitarismo. La acusación, que yo no comparto, de que la Teología de la Liberación era cercana al marxismo y que vivía de sus fuentes es lo que le provocó esa animadversión, y la manejó de tal modo que hoy en día dicha teología apenas si tiene posibilidades de participar en el discurso teológico», lamenta el prelado Bernd Klaschka, prelado director de la Organización Episcopal para América Latina.

Junto con el presidente estadounidense Ronald Reagan, Juan Pablo II apoyó el sindicato Solidarnosc, como punta de lanza contra la Unión Soviética, al grado de que algunos críticos señalan que hubo una «alianza secreta» entre la Santa Sede y Washington. «No sé yo realmente si hubo una alianza entre el Vaticano y Washington, pero creo que él percibía a la Unión Soviética como una amenaza. No hay que olvidar que vivió en Polonia la mano dura de Stalin», recuerda Klaschka.