Dos personas murieron (un kamikaze y un agente de seguridad) y varias más resultaron heridas ayer en un atentado suicida delante de la Embajada de Estados Unidos (EEUU) en Ankara.

La explosión en un punto de control cercano a la entrada de la embajada en el barrio diplomático de la capital turca fue el más reciente de una serie de ataques contra legaciones de EEUU en el mundo musulmán. La Casa Blanca condenó “con firmeza” este “atentado terrorista”, pero dijo no saber quién estaba detrás del ataque, aún no reivindicado por nadie.

El vicepresidente Joe Biden, de visita en Alemania, sólo indicó que se presumía que el kamikaze era un militante de una “organización terrorista de izquierda”.

“Las primeras pistas indican que el kamikaze era un militante de una organización clandestina de izquierda”, dijo el ministro del Interior, Muammer Guler. “Sus huellas digitales están siendo analizadas”, agregó. La OTAN se sumó a las condenas, calificando el ataque como “acto inadmisible”.

El atentado ocurrió hacia el mediodía ante una entrada secundaria de la embajada, destinada al servicio de visas. La explosión tuvo lugar pocos días después de que Estados Unidos, Alemania y Holanda, en el marco de la OTAN, desplegaran en territorio turco baterías de misiles Patriot, destinados a proteger Turquía de eventuales ataques sirios. Asimismo, los canales de televisión turcos establecieron un vínculo entre el atentado y la visita prevista para este mes del nuevo secretario de Estado estadounidense, John Kerry, a Turquía.