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Un boliviano cuenta cómo fue la toma en el parque Indoamericano

En su cuerpo se ven moretones y heridas. Son consecuencias del ataque que sufrió cuando un grupo agredió a los ocupantes del parque Indoamericano. Johnny Morales Villca es un boliviano de 22 años que fue a esa toma y casi le cuesta la vida.

Su foto apareció en las portadas de algunos periódicos argentinos y la televisión difundía imágenes de su cuerpo que parecía estar muerto. Desde entonces su paradero era un misterio. La Razón se entrevistó con este hombre que ahora tiene miedo hablar, evita salir de su casa y pide ayuda.

Johnny Morales vive en Villa 1-1114, considerada una de las más peligrosas de Buenos Aires, principalmente, por el tráfico de drogas. Las viviendas están construidas sin planificación, algunas parecen túneles, otras cajas cuadradas, sus calles son más bien callejones angostos, laberintos. Ahí no ingresa ninguna persona sola ajena a la villa, debe estar acompañada por alguien que vive o es conocido en el barrio, sino corre el riesgo de ser atracado.

«Aquí te matan por un peso (argentino)», comenta Johnny antes de acceder a la entrevista. Morales vive en la casa de su mamá. Tiene un patio muy pequeño y dos cuartos, uno que es a la vez dormitorio, cocina y comedor. En el segundo piso se encuentra la habitación de la mujer y de su hijo menor.

Convencer a Johnny, y principalmente a su madre, que cuente lo sucedido llevó casi una hora. Él tiene miedo que la gente le insulte o le agreda por haber ocupado predios privados. «Quisiera que me ayudaran a salir de este lugar. Me pueden decir okupa; no sé, nunca tuve este problema; ahora tengo miedo que en la calle me digan boliviano usurpador».

Morales llegó al parque Indoamericano dos días antes del intento de desalojo por parte de vecinos, la mayoría argentinos, que se oponían a que ese terreno sea ocupado por migrantes.

«Yo fui porque (la información de la toma) salió en la Tv. Escuché los comentarios y, como yo tengo varios tíos que viven en Lugano, fui como curioso. Había mucha gente que estaba yendo. Y como la casa de mi mamá es chica y ya tengo 22 años, pensé que cuando tenga hijos necesitaré un lugar donde ir a vivir, Y como la gente entró, dije: ‘vale la pena tener techo’ y me quedé», cuenta.

En el parque Indoamericano, Morales marcó un espacio pequeño para hacer su casa, no pagó nada por obtener el lugar. Ahí estuvo dos días junto a los otros okupas; sin embargo, el hambre y la sed le hizo repensar su decisión y cuando decidió abandonar su propósito, estalló la violencia.

«Empezaron a tirar piedras. Nosotros tampoco no nos quedamos atrás, respondimos. Vi a mi tío que estaba en el piso y me quedé, tampoco le podía dejar solo. De repente sentí un tiro acá (muestra su oreja donde tiene una herida), avancé unos metros para que no me lleguen a agarrar y ahí me tiré al piso. Se me tapaba toda la garganta y me llevaron a la ambulancia.

Avancé un poco y escuché ruidos de pedradas y palazos, decían que me matarían. Pensé que ahí me iban a matar». La turba ganó y sacaron a Johnny de la ambulancia, le golpearon. «Me agarraron a patadas, me pegaban en la cara».

Cuando volvió en sí, estaba en una iglesia, los feligreses le rescataron. «Ellos decían que estaba a salvo, que me llevarían al hospital». En el nosocomio fue internado, ahí le sacaron radiografías, porque, según dice Johnny, tiene la bala incrustada en la parte lateral de su cabeza. Además, tiene moretones en los ojos, un corte en la cabeza y heridas en el cuerpo.

El sueño de un mejor futuro

Johnny Morales nació en Potosí, en la provincia Linares. No terminó el bachillerato porque debía trabajar. Ahora tiene ocupaciones temporales en la construcción o en la costura. Es hincha de San Lorenzo, en Argentina, y de Universitario, en Bolivia. Aunque quiere volver a Bolivia por temor a represalias, afirma que «me siento un argentino más, lo llevo en el corazón acá».

Esperanza en la oferta de Evo

Johnny sólo quiere que esto se termine «de una vez». Asegura que tiene la bala incrustada y espera que se la saquen. Y para su futuro no descarta depositar toda su esperanza en la oferta que hizo del presidente Evo Morales, de dotar de tierras a los migrantes que estuvieron en las tomas.

«Tengo miedo salir, porque es peligroso este lugar. Tengo miedo por mis hermanos, por mi mamá, por mis sobrinos, no quiero estar más en este lugar», dice Johnny ante la mirada de resentimiento de su madre, porque fue a la toma sin su permiso y ahora ella también teme las consecuencias.

Cuando La Razón le consulta si acepta el ofrecimiento del presidente Morales, la mirada de Johnny cambia, sus ojos brillan y responde como un niño ilusionado: «Me gustaría encontrarlo y hablar personalmente, pedirle ayuda. Yo confío en él». Johnny dice que está dispuesto a retornar a Bolivia, lo único que quiere es tener un trabajo y una vivienda. Por ahora, debe esperar a estar sano.