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Un insecto de América ataca los legendarios pinos de Roma

Han dejado de ser eternos. Los majestuosos pinos mediterráneos de Roma, el legendario árbol de la capital italiana, corren el riesgo de desaparecer por los ataques de un insecto, la cochinilla tortuga de América.  

«Si no se hace nada, miles de pinos de Roma serán diezmados», pronostica el agrónomo romano Franco Milito, quien calcula que la ciudad alberga unos 60.000 pinos en sus dominios públicos y 30.000 en terrenos privados.   «Realmente es el árbol símbolo de Roma, el que domina en todos sus paisajes y que hay que cuidar», subraya.

La proliferación de esos insectos puede provocar la muerte de muchos pinos en un lapso que va de dos a tres años, sobre todo porque muchos de esos árboles son frágiles por ser urbanos, según expertos entrevistados por la AFP.

«Tras el primer ataque, el pino se vuelve frágil, el segundo suele ser más virulento y eso es muy grave», explicó Patrizio Zucca, presidente de la orden de agrónomos de Roma.  

«En marzo, cuando toda Italia estaba confinada en sus casas para luchar contra el coronavirus, se hablaba poco del fenómeno. Pero ahora tenemos que actuar con urgencia», advierte el experto.

Pequeño vampiro

Con la apariencia de una tortuga miniatura por su caparazón marrón-rojizo, de forma ovalada, de unos tres milímetros, la llamada «toumeyella parvicornis», era un intruso desconocido en Italia hasta hace cinco años, cuando causó estragos en la región de Nápoles (Campania, sur) y se expandió por la costa hacia el norte, hasta llegar a Roma.  

La cochinilla actúa como un pequeño vampiro, chupando la savia vital del árbol, perforando las agujas de los pinos pero también la corteza.   Depone un alimento blanco azucarado, sobre el cual se implantan hongos, los cuales producen un hollín negro que invade las ramas y el tronco, impidiendo la fotosíntesis.

El estudioso de este invasor, Antonio Garonna, profesor de entomología (experto en insectos) de la Universidad Federico II de Nápoles, explicó que el ciclo reproductivo de las hembras es diabólico, pues cada una de ellas puede poner «500 a 600 huevos».  

Pasan el invierno boreal ya fértiles y luego en febrero se deleitan con la savia de los pinos. A finales de abril ponen sus huevos antes de morir y nace así la primera generación del año.  

En junio, los más jóvenes, de color naranja pálido y con patas, se desplazan para deleitarse con los pinos. Ya en esa etapa no pueden moverse más y sin lluvia su mortalidad es muy baja.  

«La segunda generación nace dos meses después y a finales de agosto llega la tercera generación. Si el clima es favorable puede surgir hasta una cuarta generación en otoño», lo que resulta una bomba para un árbol, explicó el profesor napolitano.

(06/12/2020)