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El resultado como espejismo

Ecuador es el próximo rival de Bolivia en las eliminatorias que conducen a Brasil 2014. Será en condición de visitante que el equipo ahora dirigido por Xabier Azkargorta se enfrentará al de Reinaldo Rueda que acaba de ganarles a los chilenos con un contundente 3-0, primero con 12 puntos en la tabla sudamericana en que las selecciones de nuestro continente han disputado entre cinco y seis partidos. No podía ser más empinada la ruta que comienza a transitar el equipo verde comandado por un director técnico que sabe perfectamente que del 93 hasta hoy Bolivia ha desandado el camino en materia futbolística.

Insisto con cierta frecuencia en que los resultados en el fútbol hacen variar las percepciones para convertirlas en diagnósticos equivocados que sólo sirven para escapar hacia adelante y saltar de un espejismo a otro, haciendo del autoengaño el mecanismo para neutralizar las frustraciones y la virulencia de los impacientes.
Bolivia jugó un horrible partido contra Guyana. Ho-rri-ble. Así de tosca y desprovista de matices nuestra realidad, no se puede esperar mucho más que lo hecho frente a un adversario ingenuote y limitadísimo… parecido a nuestro equipo habría que decirlo con cruda honestidad.

Si el resultado hubiera sido el 0-0 mantenido hasta los 42 minutos del segundo tiempo, exactamente con la misma producción futbolística, las opiniones dominantes serían diametralmente opuestas y Xabier Azkargorta estaría por estas horas injustamente instalado en la picota del escarnio, porque quienes afirmaron que éste es el “primer partido” de una “nueva era” tienen razón a medias, debido a que un nuevo seleccionador que asume el cargo con una competición comenzada sólo podrá disponer de un material humano muy parecido al que le tocó manejar al antecesor.

Xabier va a armar la selección boliviana con los mismos jugadores —o casi— con los que trató de conformarla Gustavo Quinteros, sencillamente porque es solamente con ese conjunto con el que se puede intentar hacer algo, al no existir variantes que puedan ayudar a modificar dramáticamente el panorama de lo mejor a la mano para estructurar la escuadra verde. Bolivia es lo que mostró el miércoles y posiblemente un poquito más, una vez el tendal de lesionados deje de ser tal y los lastimados comiencen a recuperar condición física, siempre y cuando no sigan reproduciéndose los percances físicos que amenazan como hongos envenenados. Los futbolistas bolivianos de la Liga se lesionan con muchísima mayor frecuencia en estos tiempos de posmodernidad y de wikileaks.

No sabemos a qué jugará Bolivia en su próximo partido de eliminatorias, mientras Ecuador acaba de ganarle a Chile 3-0 en partido preparatorio con miras al 7 de septiembre cuando recibirá a nuestro equipo en el Atahuallpa de Quito, y no se trata de un dato menor porque para la obtención del triunfo conseguido en el estadio beisbolero de los Mets en Nueva York, descolló Antonio Valencia, volante ofensivo del Manchester United, para imponerse al hasta ahora muy rendidor equipo rojo que dirige Claudio Borghi y que marcha puntero en la tabla sudamericana.

La selección boliviana, con varios debuts y jugadores sin roce, confundió por su falta de propuesta concreta de juego: las esporádicas veces que intentó tocar el balón fue neutralizada por su propia imprecisión y por las anticipaciones de los hombres del medio terreno guyanés, cuando apostó al pelotazo dirigido a Martins o Cabrera a quienes les va muy bien en Brasil y Colombia, recibieron casi siempre de espaldas al arco o con incomodidad para sus perfiles ideales, y cuando se decidían pelotas aéreas sobre el área adversaria, los defensores visitantes salieron generalmente airosos ante las incómodas arremetidas bolivianas. ¿A qué juega Bolivia? Para usar un concepto del que Xabier echa mano frecuentemente ¿A “estar en” —dos delanteros solitarios— o a “llegar con” —ataque masivo de volantes y laterales pasando a la ofensiva—? ¿O será que a aguantar atrás y salir de contra? Y es que con rivales como Guyana las intenciones de testeo hacen que en lugar de despejarse dudas se multipliquen las confusiones porque es mucho más grave jugar mal por limitaciones propias y no tanto por las exigencias del equipo de enfrente.

Las esperanzas bolivianas se llaman Wálter Flores y Pablo Escóbar. Junto con Gualberto Mojica y la versión Alejandro Chumacero de los diez primeros minutos de su participación, se podría pensar en por lo menos presentar resistencia frente a los ecuatorianos, seguramente con un planteamiento conservador ya ni siquiera con dos atacantes, sino solamente con uno tal como Xabier hiciera en las eliminatorias de 1993.

Estamos para pocas cosas y esto no es pesimismo o espíritu derrotista, sino constatación de un partido a otro de que contamos con un conjunto de futbolistas del que nadie sobresale especialmente como para pensar en encontrar una senda que nos permita salir del aprisionante calabozo que significa permanecer de la mitad de tabla para abajo desde las eliminatorias de 1997.

Lo que sí tiene Azkargorta es una muy flexible cintura política y eso ayuda a mantener al respetable con ciertas expectativas e ilusiones de que las cosas podrían cambiar radicalmente y que podremos salir de la muy limitada condición de equipo de relleno. La selección boliviana “sigue estando” mal y eso ha quedado ratificado contra un contendor que en algunos pasajes de la primera etapa pudo conjurar en varios tramos los muy modestos esfuerzos de generación de algún circuito futbolístico que permitiera un milagro a cargo de Martins o de Cabrera que en homenaje a la muy característica falta de definición de nuestra selección, volvieron a hacerle honor a la impericia y a la falta de jerarquía en el área rival para anotar.