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La (in)justicia de la FIFA

La FIFA ha sido drástica, en sus más recientes sanciones, con dos entrenadores del fútbol sudamericano: Claudio Borghi, seleccionador de Chile, y Gustavo Quinteros, exentrenador de Bolivia. Los declaró culpables —entre otras cosas por lanzar insultos a los árbitros— y no conforme con suspenderlos también les aplicó fuertes multas.

Está claro que nadie sería capaz de meter las manos al fuego por los entrenadores —y tampoco por los jugadores de fútbol— como para salir en defensa de ellos conociéndolos cómo son dentro de la cancha y a veces también afuera.

Pero la FIFA no es igual dura y, al contrario, es contemplativa con los árbitros, aquellos portadores de la verdad capaces de destruir con una decisión el trabajo de un equipo, de una selección, o el esfuerzo ya sea colectivo o individual; y de mandar al diablo intereses por los que entrenadores y futbolistas entran a luchar.

Más bien parecen ser los protegidos, aquellos seres humanos a los que hay que perdonar cuando se equivocan. Errar es humano, pero en el fútbol parece que ese es un derecho exclusivo de ellos, hagan la barbaridad que hagan dentro del rectángulo de juego.

A Quinteros lo sancionaron por sus reclamos airados en el partido Bolivia vs. Chile en La Paz. Por los errores —alguno grosero— cometidos en ese mismo encuentro por el árbitro ecuatoriano Alfredo Intriago, la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) presentó una queja formal ante la FIFA, que le respondió lacónicamente: “Las decisiones arbitrales son irrevisables”. Y no es que con el reclamo se pensaba cambiar el resultado del partido, pues la idea era sancionar a un mortal que se había equivocado, como seguramente se equivocaron Borghi y Quinteros. Pero nada, el tal Intriago volverá a La Paz en la próxima jornada premundialista formando parte de la terna elegida para el partido contra Ecuador.

La FBF también reclamó por el arbitraje del venezolano Juan Soto en el partido contra Ecuador. La FIFA se estará riendo en la noticia.