De apodos y otras hierbas
Poner apodos es tan común en el fútbol como tatuarse, con la diferencia de que el apodo puede olvidarse o reemplazarse, y lo que está tatuado, ahí queda, aunque la persona se arrepienta más tarde. En cuestión de apodos, hubo de todo en nuestro medio. Recuerdo a dos jugadores destacados de una misma familia que eran conocidos como el Perro (algo que tenía un tono cariñoso habida cuenta de lo que significan los perros en tantas familias, aunque “perro” le pareció feo a ciertas generaciones más jóvenes que cuando dan noticias prefieren decir “can o mascota”); no había nada que discutir cuando decíamos El Zurdo López: hemos tenido Tanos y más de uno; hubo algunos muy exitosos (Diablo para Etcheverry) y otros exagerados (he comentado muchas veces el caso de Platini para Erwin Sánchez y no voy a volver sobre el tema)… Creí entender siempre que el apodo parecía ligar cariñosamente a uno de nosotros (periodistas) con un jugador y que si mencionábamos a otro deportista simplemente por su apellido (Quispe, Rodríguez, García) la relación era más distante, podía ser un buen jugador, pero no llegábamos al apodo.
Pero de pronto hay apodos que no resisten un análisis: es el caso de un notable goleador muy actual, al que una mayoría cita como Caballo, y les confieso que me cuesta entender que eso signifique admiración o cariño.
Cuando decimos o escribimos “caballo” ¿nos referimos al noble corcel, tan ligado a la historia de todos los países, en el que cabalgaron héroes epónimos, el equino admirado del que un poeta cantó “el aliento largo y el instinto fiel”? ¿O, por el contrario, hacemos mención del animal que, sin jinete o sin domador, apela a su fuerza bruta y se lleva todo por delante sin mirar lo que pisa? Tal vez el poseedor de ese apodo no se sienta incómodo y el mote sea un recuerdo amable de su niñez o adolescencia, pero a mí —les confieso— me cuesta admitirlo a ojos cerrados.
Hace poco, el jefe del área digital del diario Sport (Barcelona), Abraham Clotet, rompió algunos moldes y escribió: “Seamos serios. El mejor jugador de todos los tiempos (califica Clotet, refiriéndose a Messi, aunque habrá muchos que no estarán de acuerdo) no puede pasar a la historia como La Pulga.
“Una pulga es un bicho asqueroso, un parásito que transmite enfermedades y que es feo”. Yo había pensado lo mismo varias veces y equiparaba eso de “pulga” con lo “enano”, que algunos hinchas y jugadores de otros equipos empleaban para referirse al rosarino. Pero no lo dije, ni lo escribí, y el periodista catalán se adelantó y lo apoyo totalmente.
Lorenzo Carri es periodista y estadístico.