Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 15:33 PM

Fanáticos de Corinthians encarcelados en Bolivia piden justicia

La agencia de noticias AFP los visitó en la presión donde se encuentran recluidos. "Estamos mal, esperamos justicia. Somos inocentes, somos inocentes" repetía el hincha Thiago Aurelio Do Santos, cubierto por los colores del club de sus amores, al que siguió hasta Bolivia, sin imaginar que podía terminar envuelto en un asesinato.

/ 15 de marzo de 2013 / 21:26

Presos en una lejana cárcel boliviana en Oruro (suroeste), a la que ingresó la AFP para entrevistarlos, fanáticos del Corinthians rechazan su involucramiento en el asesinato de un joven boliviano, piden justicia y aseguran que fueron detenidos solamente por ser brasileños.

«Estamos mal, esperamos justicia. Somos inocentes, somos inocentes» repetía el hincha Thiago Aurelio Do Santos, cubierto por los colores del club de sus amores, al que siguió hasta Bolivia, sin imaginar que podía terminar envuelto en un asesinato.

«Nos detuvieron por ser brasileños», agregó Tadeo Demacedo, otro de los detenidos.

La cárcel, a 3.700 metros sobre el nivel del mar, con un clima frío y seco, alberga a presos comunes que conviven con los 12 brasileños acusados por la muerte del joven boliviano Kevin Beltrán de 14 años, muerto por una bengala durante el partido el 20 de febrero entre San José y Corinthians por la Copa Libertadores.

La entrevista con los fanáticos se produjo en una antesala del penal a la que acudieron seis de los detenidos.

Dos policías vigilaban la reunión y siguieron con atención la entrevista de los hinchas que hablan en ‘portuñol’.

Thiago y Tadeo están junto a sus compañeros de infortunio: Reginaldo Coelho, Hugo Nonato, Marco Aurelio Nefeire y Fabio Domingos. Todos visten pantaloncillos cortos y sandalias de playa.

Tadeo Demacedo señala que hay un video que demuestra que ellos no son los que lanzaron autores de la bengala que mató en el acto al joven Kevin. También recordaron que un joven compatriota suyo, de 17 años, confesó en su país ser el autor.

«No se necesitan 12 personas para cometer este hecho, no son necesarias 12 personas para disparar, puede haber un autor y un cómplice», insistió.

Nonato cruzaba las manos como si estuviese realizando una plegaria. Estaba callado y parecía a punto de quebrarse en llanto.

Nefeire también intervino en la entrevista y dijo que «queremos volver a Brasil inocentes, no culpables … allá (en su país) están nuestros hijos, esposas, padres y primos».

La fiscal que investiga el caso adelantó que todavía hay un camino por recorrer para aclarar el crimen.

«Estamos en un proceso de investigación, la ley nos señala un tiempo de seis meses, pero estamos actuando con la mayor celeridad», explicó a la AFP, la fiscal Abigaíl Saba, quien dijo que los 12 hinchas «son por ahora sospechosos».

Explicó que se pidió mediante la Interpol y la Cancillería boliviana antecedentes de los hinchas a otros países, pues a Bolivia han llegado versiones de que son «barras bravas, con antecedentes violentos».

Los hinchas niegan ser barra bravas violentos y desmintieron las versiones de prensa que reseñan sus antecedentes penales en su país y en Argentina.

La entrevista estuvo precedida por un gesto de solidaridad de una reducida colonia brasileña en Oruro, una ciudad que vive de la minería, con la llegada del almuerzo.

Joana Sequeira, una brasileña que reside en Oruro les trajo alimentos a la cárcel. «Les traigo comida típicamente brasileña: arroz, poroto, pollito y ensalada», dijo. «Los brasileños somos siempre solidarios», agregó.

 Acusados por otros delitos 

La fiscal dijo a la AFP que algunos de los ‘corinthianos’ detenidos han sido acusados de estafar a un empresario hotelero en Bolivia, aunque ella aclara que «estamos en una investigación por un hecho específico» y que esos otros elementos están al margen de la indagación.

La fiscal exhibió a la AFP una bengala, similar a la que fue disparada, y señaló que esa y otros implementos fueron decomisados a los brasileños Cleuter Barreto Barros y Leandro Silva de Oliveira, acusados de ser los autores materiales de la muerte de Kevin.

Los otros 10 presos son sindicados como «cómplices» del homicidio. La fiscal informó que sobre el grupo de brasileños pesan posibles condenas de 5 y 20 años de prisión.

También exhibió las fotos de la bengala incrustada en el rostro de Kevin que están junto a otros documentos del caso: el artefacto entró por el ojo derecho y salió por la nuca.

Preocupación brasileña

Mientras tanto, la embajada de Brasil en Bolivia ha tomado cartas en el asunto.

Un diplomático, que pidió el anonimato, dijo a la AFP «que la investigación judicial y un video de la red O Globo demuestran que estos 12 muchachos son inocentes y todo el material está en manos de la fiscal».

También aseguró que «la embajada está preocupada porque ahora están juntos, en dos celdas pequeñas, pero serían separados en otros pabellones».

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Bolivia: hallan un ‘cementerio de elefantes’, donde alcohólicos van para morir

Se sospecha que hay unos 50 de estos antros en La Paz distribuidos en barrios pobres, donde también van a emborracharse los indigentes y los delincuentes, en cuartuchos cerrados, sin ver la luz del sol o sin saber si es de día o de noche.

/ 9 de septiembre de 2015 / 03:39

El municipio de La Paz halló y cerró el martes una cantina clandestina donde los alcohólicos llegan a pasar sus últimos días de vida, y que es conocida como un «cementerio de elefantes», una realidad que incluso fue retratada en la literatura y en el cine.

«Es un lugar donde algunas personas van a consumir bebidas alcohólicas hasta los últimos días de su vida, de esto se tratan los ‘cementerios de elefantes’ a los que hace referencia incluso una película boliviana» y que alude a la leyenda africana que dice que los paquidermos suelen caminar en grupo hasta determinados lugares para morir, explica a la AFP el jefe de la Intendencia municipal, Carlos Valencia.

Según las autoridades, hasta este tipo de lugares acuden quienes, sin una luz al final del túnel en sus vidas y probablemente sumidos en la depresión, deciden hundir sus penas en alcohol, para morir. Eso sí, no cualquiera entra. Hay que golpear la puerta en clave.

Se sospecha que hay unos 50 de estos antros en la capital, distribuidos en barrios pobres, donde también van a emborracharse los indigentes y los delincuentes, en cuartuchos cerrados, sin ver la luz del sol o sin saber si es de día o de noche.

Las autoridades poco o nada han podido hacer. «Los encontramos y los clausuramos, porque sus funcionamientos son ilegales, pero al poco tiempo vuelven a abrir», señala la autoridad municipal.

Entierros clandestinos

Valencia detalla que en estos lugares a veces hay muebles pero por lo general los bebedores se sientan en el piso e incluso duermen en el mismo lugar, cuando el cuerpo se rinde al dios Baco.

Un miserable baño en uno de los rincones del lugar sirve para que puedan hacer sus necesidades.

Valencia relató que se sabe que los que fallecen en estos recintos son retirados en horas de la noche por sus propios amigos y enterrados en cementerios clandestinos.

A los empedernidos parroquianos -relata Valencia- los dueños del local les facilitan alcohol y para mezclar algo de agua y «yupi», un saborizante artificial para disimular el fuerte sabor del alcohol de mala calidad. Una botella de 1 litro cuesta 6 bolivianos, algo menos de 1 dólar.

«El sótano»

Uno de esos locales «El Sótano» fue hallado el martes en un barrio en una ladera de la hoyada de La Paz, y fue clausurado.

«Hemos verificado que era un lugar ófrico (tenebroso), con poca iluminación, con tres ambientes vacíos, que son una especie de alojamiento, donde se quedan las personas», relató.

Insistió que allí se encontraron a unas cinco parroquianos, a quienes se les pidió retirarse, pues no ley no les permite apresarlos. Pero el administrador sí fue detenido y remitido a la policía, donde se lo procesará, simplemente, por violación a normas de funcionamiento.

«El Sótano» operaba en el subsuelo de una casa de cuatro pisos, hábilmente camuflado, y el ingreso sólo era accesible para los conocidos. Incluso se sabe que se usaban claves, para golpear la puerta y lograr ingresar.

Novela y cine

El hoy fallecido escritor boliviano Víctor Hugo Viscarra, incluyó en su libro «Borracho estaba, pero me acuerdo», el cuento «cementerio de elefantes», donde describe estos centros de mala muerte, donde las personas, agobiadas por problemas, deciden beber hasta morir.

El novelista, que también fue alcohólico, es autor de la obra «Alcoholatum y otros drinks, Crónicas para gatos y pelagatos», y se describía así mismo, mezclando el humor y la tragedia personal, como «antropólogo, especialista en antros».

«Cementerio de elefantes» fue llevada en 2009 al cine por el boliviano Tonchy Antezana, una obra de 81 minutos que narra la historia de Juvenal, un alcohólico de 33 años que decide morir allí, envuelto en un mar de alcohol, tras una atribulada vida.

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Bolivia: hallan un ‘cementerio de elefantes’, donde alcohólicos van para morir

Se sospecha que hay unos 50 de estos antros en La Paz distribuidos en barrios pobres, donde también van a emborracharse los indigentes y los delincuentes, en cuartuchos cerrados, sin ver la luz del sol o sin saber si es de día o de noche.

/ 9 de septiembre de 2015 / 03:39

El municipio de La Paz halló y cerró el martes una cantina clandestina donde los alcohólicos llegan a pasar sus últimos días de vida, y que es conocida como un «cementerio de elefantes», una realidad que incluso fue retratada en la literatura y en el cine.

«Es un lugar donde algunas personas van a consumir bebidas alcohólicas hasta los últimos días de su vida, de esto se tratan los ‘cementerios de elefantes’ a los que hace referencia incluso una película boliviana» y que alude a la leyenda africana que dice que los paquidermos suelen caminar en grupo hasta determinados lugares para morir, explica a la AFP el jefe de la Intendencia municipal, Carlos Valencia.

Según las autoridades, hasta este tipo de lugares acuden quienes, sin una luz al final del túnel en sus vidas y probablemente sumidos en la depresión, deciden hundir sus penas en alcohol, para morir. Eso sí, no cualquiera entra. Hay que golpear la puerta en clave.

Se sospecha que hay unos 50 de estos antros en la capital, distribuidos en barrios pobres, donde también van a emborracharse los indigentes y los delincuentes, en cuartuchos cerrados, sin ver la luz del sol o sin saber si es de día o de noche.

Las autoridades poco o nada han podido hacer. «Los encontramos y los clausuramos, porque sus funcionamientos son ilegales, pero al poco tiempo vuelven a abrir», señala la autoridad municipal.

Entierros clandestinos

Valencia detalla que en estos lugares a veces hay muebles pero por lo general los bebedores se sientan en el piso e incluso duermen en el mismo lugar, cuando el cuerpo se rinde al dios Baco.

Un miserable baño en uno de los rincones del lugar sirve para que puedan hacer sus necesidades.

Valencia relató que se sabe que los que fallecen en estos recintos son retirados en horas de la noche por sus propios amigos y enterrados en cementerios clandestinos.

A los empedernidos parroquianos -relata Valencia- los dueños del local les facilitan alcohol y para mezclar algo de agua y «yupi», un saborizante artificial para disimular el fuerte sabor del alcohol de mala calidad. Una botella de 1 litro cuesta 6 bolivianos, algo menos de 1 dólar.

«El sótano»

Uno de esos locales «El Sótano» fue hallado el martes en un barrio en una ladera de la hoyada de La Paz, y fue clausurado.

«Hemos verificado que era un lugar ófrico (tenebroso), con poca iluminación, con tres ambientes vacíos, que son una especie de alojamiento, donde se quedan las personas», relató.

Insistió que allí se encontraron a unas cinco parroquianos, a quienes se les pidió retirarse, pues no ley no les permite apresarlos. Pero el administrador sí fue detenido y remitido a la policía, donde se lo procesará, simplemente, por violación a normas de funcionamiento.

«El Sótano» operaba en el subsuelo de una casa de cuatro pisos, hábilmente camuflado, y el ingreso sólo era accesible para los conocidos. Incluso se sabe que se usaban claves, para golpear la puerta y lograr ingresar.

Novela y cine

El hoy fallecido escritor boliviano Víctor Hugo Viscarra, incluyó en su libro «Borracho estaba, pero me acuerdo», el cuento «cementerio de elefantes», donde describe estos centros de mala muerte, donde las personas, agobiadas por problemas, deciden beber hasta morir.

El novelista, que también fue alcohólico, es autor de la obra «Alcoholatum y otros drinks, Crónicas para gatos y pelagatos», y se describía así mismo, mezclando el humor y la tragedia personal, como «antropólogo, especialista en antros».

«Cementerio de elefantes» fue llevada en 2009 al cine por el boliviano Tonchy Antezana, una obra de 81 minutos que narra la historia de Juvenal, un alcohólico de 33 años que decide morir allí, envuelto en un mar de alcohol, tras una atribulada vida.

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Galletas de harina de lombriz, una curiosa forma de nutrirse en Bolivia

En otros países se han dado otros usos a este tipo de anélidos: en Francia como alternativa ecológica para disminuir la basura orgánica, en México en medicina homeopática para mejorar los niveles de glucosa o colesterol y en Argentina para la obtención de humus para abonos orgánicos.

/ 1 de septiembre de 2015 / 03:20

Un puñado de lombrices se retuerce en sal y agua, hasta morir. La salmuera para liquidarlas es una de las últimas fases en la producción de galletas en base a este proteínico ingrediente, que busca convertirse en suplemento alimenticio en Bolivia.

La técnica Leydi Ríos deposita la mortal mezcla en pequeños recipientes plásticos, donde sumerge a los anélidos, hasta que estos exuden todo su tracto intestinal.

En un minuto, las lombrices se retuercen bruscamente. La sal provoca su deshidratación y, el agua, su ahogamiento.

«Después de este procedimiento las colocamos en hornos, a unos 50 grados (de temperatura) durante una hora. La lombriz sale como ‘charqui’ (carne seca) y luego pasa a la molienda en licuadoras para obtener la harina», cuenta Ríos a la AFP.

La pequeña fábrica de galletas Centro Agropecuario Jhesua está en la región de Cochabamba, en el centro de Bolivia.

El joven dueño de la compañía, Jesús Orellana, de 26 años, asegura que el procedimiento que se usa para obtener harina es meticuloso, puro y limpio desde la crianza, la recolección y la limpieza intestinal de los gusanos.

Listas para el sacrificio

Las lombrices seleccionadas son colocadas en recipientes de polietileno para que «ayunen», en un primer paso para limpiarlas. Luego pasan a otro recipiente donde se las alimenta durante varios días con harina de trigo, soja o maíz y, finalmente, con gelatina, para que «estén listas para ser sacrificadas», como describe Orellana.

En la fase de alimentación, comen con voracidad. Cada lombriz puede llegar a devorar una cantidad similar a su propio peso durante un día.

La fábrica procesa la lombriz roja californiana o de la especie Eisenia foetida, que tiene un diámetro de 3 a 5 milímetros, un largo de 6 a 8 centímetros y pesa aproximadamente 1,5 gramos.

Bondades alimenticias

Orellana, técnico agropecuario, comenzó a fabricar las galletas este año, de manera inédita en el país. Se ubicó en la zona de Paracaya, con un clima templado y a unos 2.500 metros sobre el nivel del mar.

La elaboración de galleta es una curiosidad y no pretende erradicar hambre ni pobreza. El joven empresario conoció la idea de criar gusanos cuando vio trabajos de lumbricultura en 2006, mientras recorría México, en épocas en las que quería ser sacerdote.

«La harina de lombriz es buena para la salud: mejora la masa muscular, aumenta la actividad cerebral, impide la anemia, es bueno para la diabetes también», asegura el empresario, quien solicitó realizar estudios a la universidad estatal San Simón de Cochabamba.

El informe científico de la Facultad de Farmacia y Bioquímica señala que «en 100 gramos de harina de lombriz hay un 44,7% de proteínas», además de «calcio, hierro y fósforo».

Se han encontrando aminoácidos esenciales (que forman las proteínas) y son vitales para el crecimiento, el sistema inmunológico y la reparación del tejido muscular.

El dueño de la empresa está en fase experimental y su producción es casi artesanal. Aún mira el mercado interno.

El sabor y la producción

«¿A qué sabe?», le consulta la AFP a Yesenia Nina Tenorio, de 20 años. «El sabor está rico, antes no quería comer», señala, y asegura que el sabor es similar a cualquier otra oblea.

La harina de lombriz se mezcla con harina de trigo, de haba o de cebada. Se le agrega chía, antioxidantes, calcio, proteínas y omega 3. Para tener sabor se mezcla con saborizantes naturales de coco y vainilla y finalmente un poco de estevia, un endulzante natural.

«Este es nuestro producto estrella», explica a la AFP Roxana Borges, empresaria y distribuidora de las galletas de lombriz, quien tiene una tienda en la ciudad. «La gente primero reaccionó, diciendo ‘¿cómo voy a comer eso?’, pero después ven que es rica y comen», agrega.

Orellana produce al mes cerca de 120 kilos de galletas en envases de 250 gramos. Al mayoreo cuesta unos 2 dólares cada paquete.

La pequeña industria llega a procesar 3,5 toneladas de lombriz viva mensual. De 16 kilos del gusano se obtienen 900 gramos de harina. La diferencia es -explica- porque el animal es más líquido que carne.

En otros países se han dado otros usos a este tipo de anélidos: en Francia como alternativa ecológica para disminuir la basura orgánica, en México en medicina homeopática para mejorar los niveles de glucosa o colesterol y en Argentina para la obtención de humus para abonos orgánicos.

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Galletas de harina de lombriz, una curiosa forma de nutrirse en Bolivia

En otros países se han dado otros usos a este tipo de anélidos: en Francia como alternativa ecológica para disminuir la basura orgánica, en México en medicina homeopática para mejorar los niveles de glucosa o colesterol y en Argentina para la obtención de humus para abonos orgánicos.

/ 1 de septiembre de 2015 / 03:20

Un puñado de lombrices se retuerce en sal y agua, hasta morir. La salmuera para liquidarlas es una de las últimas fases en la producción de galletas en base a este proteínico ingrediente, que busca convertirse en suplemento alimenticio en Bolivia.

La técnica Leydi Ríos deposita la mortal mezcla en pequeños recipientes plásticos, donde sumerge a los anélidos, hasta que estos exuden todo su tracto intestinal.

En un minuto, las lombrices se retuercen bruscamente. La sal provoca su deshidratación y, el agua, su ahogamiento.

«Después de este procedimiento las colocamos en hornos, a unos 50 grados (de temperatura) durante una hora. La lombriz sale como ‘charqui’ (carne seca) y luego pasa a la molienda en licuadoras para obtener la harina», cuenta Ríos a la AFP.

La pequeña fábrica de galletas Centro Agropecuario Jhesua está en la región de Cochabamba, en el centro de Bolivia.

El joven dueño de la compañía, Jesús Orellana, de 26 años, asegura que el procedimiento que se usa para obtener harina es meticuloso, puro y limpio desde la crianza, la recolección y la limpieza intestinal de los gusanos.

Listas para el sacrificio

Las lombrices seleccionadas son colocadas en recipientes de polietileno para que «ayunen», en un primer paso para limpiarlas. Luego pasan a otro recipiente donde se las alimenta durante varios días con harina de trigo, soja o maíz y, finalmente, con gelatina, para que «estén listas para ser sacrificadas», como describe Orellana.

En la fase de alimentación, comen con voracidad. Cada lombriz puede llegar a devorar una cantidad similar a su propio peso durante un día.

La fábrica procesa la lombriz roja californiana o de la especie Eisenia foetida, que tiene un diámetro de 3 a 5 milímetros, un largo de 6 a 8 centímetros y pesa aproximadamente 1,5 gramos.

Bondades alimenticias

Orellana, técnico agropecuario, comenzó a fabricar las galletas este año, de manera inédita en el país. Se ubicó en la zona de Paracaya, con un clima templado y a unos 2.500 metros sobre el nivel del mar.

La elaboración de galleta es una curiosidad y no pretende erradicar hambre ni pobreza. El joven empresario conoció la idea de criar gusanos cuando vio trabajos de lumbricultura en 2006, mientras recorría México, en épocas en las que quería ser sacerdote.

«La harina de lombriz es buena para la salud: mejora la masa muscular, aumenta la actividad cerebral, impide la anemia, es bueno para la diabetes también», asegura el empresario, quien solicitó realizar estudios a la universidad estatal San Simón de Cochabamba.

El informe científico de la Facultad de Farmacia y Bioquímica señala que «en 100 gramos de harina de lombriz hay un 44,7% de proteínas», además de «calcio, hierro y fósforo».

Se han encontrando aminoácidos esenciales (que forman las proteínas) y son vitales para el crecimiento, el sistema inmunológico y la reparación del tejido muscular.

El dueño de la empresa está en fase experimental y su producción es casi artesanal. Aún mira el mercado interno.

El sabor y la producción

«¿A qué sabe?», le consulta la AFP a Yesenia Nina Tenorio, de 20 años. «El sabor está rico, antes no quería comer», señala, y asegura que el sabor es similar a cualquier otra oblea.

La harina de lombriz se mezcla con harina de trigo, de haba o de cebada. Se le agrega chía, antioxidantes, calcio, proteínas y omega 3. Para tener sabor se mezcla con saborizantes naturales de coco y vainilla y finalmente un poco de estevia, un endulzante natural.

«Este es nuestro producto estrella», explica a la AFP Roxana Borges, empresaria y distribuidora de las galletas de lombriz, quien tiene una tienda en la ciudad. «La gente primero reaccionó, diciendo ‘¿cómo voy a comer eso?’, pero después ven que es rica y comen», agrega.

Orellana produce al mes cerca de 120 kilos de galletas en envases de 250 gramos. Al mayoreo cuesta unos 2 dólares cada paquete.

La pequeña industria llega a procesar 3,5 toneladas de lombriz viva mensual. De 16 kilos del gusano se obtienen 900 gramos de harina. La diferencia es -explica- porque el animal es más líquido que carne.

En otros países se han dado otros usos a este tipo de anélidos: en Francia como alternativa ecológica para disminuir la basura orgánica, en México en medicina homeopática para mejorar los niveles de glucosa o colesterol y en Argentina para la obtención de humus para abonos orgánicos.

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