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Lorenzo Carri, un sembrador de ideas

La noticia de su muerte me impactó en lo más profundo, aunque  hace ya varios meses me había enterado  que venía arrastrando un mal incurable.
Una vez que  supo de su irreversible destino, Lorenzo decidió enfrentar el último  tramo de su existencia  con gran entereza, con la misma que encaró todos los actos de su vida. Con su desaparición, el periodismo boliviano pierde uno de sus mejores exponentes. Lorenzo Carri fue un sembrador de ideas que cosechó  éxitos en todos los géneros de la información,  convirtiéndose en uno de los comunicadores más versátiles y completos del país, habiendo impreso en cada uno de sus proyectos un sello muy personal.

Se desempeñó con gran conocimiento, soltura y sobriedad,  cuando se trató de informar sobre un acto político, una ceremonia religiosa, una carrera de autos o un partido de fútbol.

Abrazó al periodismo con pasión, un periodismo honesto alejado de las malas artes que permean las redacciones. Era de los que creía que su oficio era excluyente con cualquier tipo de granjería. Vivió y murió con mucha dignidad. Si  fue grande su solvencia profesional, fue más grande la solvencia moral que deja como un legado a las nuevas generaciones.

Fue un innovador  permanente y no me atrevería a mencionar la cantidad de columnas, programas y espacios que creó en la radio, la televisión y medios escritos en los que volcó su aporte.

Allá por la década del sesenta ganó un Premio Nacional de Poesía, mostrando otra faceta de su personalidad. Armó la base de datos más completa con la que puede contar el deporte boliviano,  particularmente el fútbol. La alimentó desde hace muchos años, un trabajo “hecho a mano”,  cuando todavía no se podía gozar de las bondades de una computadora o los servicios de internet. Enriqueció la información en diarios como Hoy, Presencia, Viva, La Razón, además de incontables publicaciones.

Fueron varios los medios nacionales y extranjeros que contaron con su aporte. No fue mezquino, al contrario, fue generoso y nunca pensó en la exclusividad de su esfuerzo. Lorenzo fue el estadístico que marcó la diferencia. En las redacciones por las que pasó fue compañero muchas veces y jefe otras, pero siempre fue un maestro que compartió su experiencia con quienes lo rodeaban o  incursionaban en la profesión. En épocas de dictadura, cuando a los dirigentes del gremio les costaba asistir a los colegas presos, Lorenzo no necesitó que lo llamaran para hacer efectiva su solidaridad, en una actitud inédita en esos tiempos.

Con su partida, el periodismo pierde uno de sus valores más notables y yo al amigo del alma. Me brindó su afecto y le estaré agradecido siempre por haberme honrado con su amistad y por haberme considerado su hermano boliviano. A Teresa Urriolagoitia de Carriquiriborde, su abnegada y solidaria esposa, a sus hijos y su familia, mis más sinceros sentimientos de pesar.