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La estirpe copera de Boca

En el torneo argentino los dueños de La Bombonera nada tienen que hacer, pues se encuentran en los últimos sitiales de la tabla de posiciones, pero como su entrenador Carlos Bianchi decidió otorgarle prioridad a la Libertadores, tiene a lo mejor del plantel desplegando un fútbol eficaz e intenso para conseguir el gran objetivo, nutrido por la talentosa conducción de Juan Román Riquelme que con un fabuloso balonazo disparado desde la banda derecha abrió el marcador para dejar la senda expedita hacia la clasificación para cuartos de final que deja afuera del torneo al último campeón, el Corinthians paulista.

Penúltimo en el torneo argentino, con producciones irregulares y demasiados problemas para armar un segundo equipo, esta nueva versión boquense de Carlos Bianchi para la Libertadores de América confirma la estirpe copera del equipo xeneize que ha despachado al Corinthians, último campeón, con una actuación al más puro estilo bostero con un impresionante gol de Juan Román Riquelme que saltaba al Pacaembú luego de 24 días de inactividad porque las lesiones lo tienen hace bastante tiempo sometido a la intermitencia y, por lo tanto, lo obligan a posponer la recuperación de las condiciones físicas plenas como líder histórico de un cuadro que por su trayectoria e identidad es mucho más que fútbol enraizado en la mitad más uno de los corazones argentinos que se desviven por sus avatares.

A Bianchi las estadísticas frente a los equipos brasileños lo favorecen ampliamente. Ha ganado 16 veces, ha empatado diez y sólo ha perdido tres de las contiendas y el miércoles ha ratificado su sapiencia como entrenador, con ese perfil que nos certifica que eso de directores técnicos está mal dicho, porque en realidad quienes preparan equipos de fútbol son directores tácticos y que como él mismo lo manifestara en la conferencia de prensa posterior al 1-1 que le permite el pasaje a cuartos de final, ha puesto en el primer lugar de sus argumentos la técnica de un gran jugador (Riquelme), la que ha permitido establecer la diferencia frente a la escuadra de Paulinho y Paolo Guerrero, que había comenzado el torneo maldecido por el incidente de la muerte del joven boliviano Kevin Beltrán, producto del disparo de una bengala a cargo de uno de esos corinthianos desaforados acostumbrado a detonar por los aires ese tipo de explosivos que en aquella ocasión se convirtió en arma letal y que enlutó al estadio Jesús Bermúdez de Oruro.

Boca debe medirse con el puntero del campeonato argentino, Newell’s Old Boys, que horas antes se había clasificado imponiéndose a Velez Sarsfield para acceder también a cuartos de final, encabezado por ese otro táctico de disciplina pretoriana, Gerardo Martino, exseleccionador de Paraguay, que tiene plena conciencia que una cosa es el Boca desvencijado de la competencia doméstica y otro es este de la Libertadores que le jugó a los paulistas como tiene que hacerlo cualquier equipo competitivo y aspirante a campeón que pretenda llegar a lo más alto del podio: Pressing lo más arriba posible, exigiendo a los hombres de punta a intentar recuperar el balón lo más lejos que se pueda del arco propio en solidaridad con los compañeros encargados de la contención y de la zona defensiva.

Así Boca fue superior a su anfitrión durante los primeros 45 minutos, aflojando la rigurosidad durante el primer cuarto de hora de la segunda etapa, confiando en la imbatibilidad de Agustín Orión bajo los tres palos, cosa que se rompió con la igualdad conseguida con el cabezazo del motor del rival, Paulinho, perseguido y casi siempre neutralizado durante gran parte del encuentro por Walter Erviti, quien al salir de la cancha, luego de obtenida la clasificación, le puso color porteño al éxito con su saludo a “Ramón (Díaz,  entrenador de River Plate) que está pendiente de nosotros”.

La perfecta aplicación del dibujo táctico del primer tiempo, la buena actuación de Orión en el primer tramo de la segunda etapa, la suerte de la papelonera pifiada de Pato con arco vacío para poner en ventaja al Corinthians, más el enorme peso de la camiseta con el plus de una excepcional figura como Riquelme, le permiten nuevamente a Boca Juniors quedar entre los ocho equipos más importantes del continente y que si logra vencer a los “leprosos” de Rosario, podría enfrentar al Atlético Mineiro de Ronaldinho Gaúcho que deberá enfrentar al Tijuana mexicano si quiere llegar a semifinales, con el especial ingrediente puesto por el siempre protagónico Luiz Felipe Scolari que ha decidido no convocar al 10 blanquinegro a la selección brasileña que jugará la Copa Confederaciones a disputarse en julio.

Me queda en limpio de este partido en el que Boca Juniors ratifica supremacía sobre sus ocasionales adversarios brasileños, la relevancia que Bianchi le ha conferido a la calidad en el manejo de la pelota —el virtuosismo de Riquelme— en tiempos en que el discurso dominante pasa por conceptos como eficacia, aplicación, intensidad, concentración, todos ellos más vinculados al despliegue físico y a la interpretación de un libreto que a la importancia del tratamiento de la pelota, de lo que se hace con ella y lo que se evita que puedan hacer los rivales. Con el acostumbrado tono irónico que lo distingue, cuando a Riquelme le preguntaron al final del partido si había querido hacer un centro o había apuntado al arco contestó con picardía que se había tratado de un “centro al ángulo”, de esos inatajables, habría que agregar, producto de la perfección en la pegada.