Corrían esos meses finales de la dictadura de Banzer, cuando en el matutino Hoy, de la Av. 6 de Agosto Nº 2170, conocí a Don Lorenzo junto a Miguel Velarde Tapia y un grupo excepcional de periodistas, todos a su manera. Este hombre delgado y de una profunda mirada, reventaba las teclas de la clásica Olimpia, mientras de rato en rato echaba bocanadas de su marca favorita que él solo podía hacerlo.

Antes de iniciar la faena preguntaba por todos, Arturo Pérez, Óscar Gutiérrez, Genaro Orellana y naturalmente el comandante Miguel, era como un ritual de alguien pendiente de su entorno. Luego empezaba con la crónica del día, examinaba con precisión las estadísticas, era un ordenador andante; discutía algunos temas críticos, reflexionaba la coyuntura, era un desafío cotidiano, mientras al frente, Velarde planificaba con ese buen humor de pocos, la edición de Hoy Deportivo, un periódico editado con los estándares más exigentes de pulcritud, donde detalle alguno pasaba por alto en el manejo de las noticias.

A las 15.00 de todos los días de Dios llegaban los periodistas, personal de apoyo y técnicos a la redacción con una envidiable disciplina para los ojos de cualquier mortal. Yo llegaba, como mensajero, con las telefotos de AP recibidas en un cuarto de mala muerte en la zona de San Pedro, era el único lugar donde era posible recibir la señal de la agencia internacional. Lorenzo ya estaba en la redacción revisando las noticias nacionales e internacionales para cotejar lo que teníamos frente a la competencia y hacer de los lectores el suplemento favorito, cuando leer en ese tiempo era una pasión para los hinchas de los clubes o las disciplinas deportivas que formaban parte de la agenda del tabloide creado en 1968, el primero editado a color.

Lorenzo fue un profesional distinto. Observador, alguna vez bromeaba sobre nuestras aventuras o desventuras, recordaba anécdotas que más parecían lecciones de periodismo pedagógicamente reproducidas para sobrevivir a los conflictos y vencer a los obstáculos, de cuando en cuando ardía el ambiente con las duras expresiones que le salían del alma para enderezar algún despropósito noticioso.

Fue y será siempre amigo sin condiciones, maestro de todos los tiempos, comprometido con todos, sentía el dolor con la misma intensidad de quien enfrentaba las adversidades o estaba en primera línea en los momentos difíciles de la vida, pues, era un hombre de talento que respetaba el concepto de la amistad por encima de cualquier divergencia, antagonismo o los avatares de la profesión donde los periodistas de su tiempo (Cucho Vargas, los hermanos Remberto y Gróver Echavarría, Tito de la Viña, Julio Lazarte, Toto Arévalo, entre otros) sabían de los códigos de lealtad y destino intelectual de un periodismo creativo, ameno, poético, generoso, profundo y con clase.

Autoridad en el periodismo deportivo y el periodismo en general, de esos pocos que saben de la visión integral y compleja de este oficio maravilloso. Era admirable estar con él en los acontecimientos, cumplir la misión de recoger los datos de nacimiento de los deportistas, verificar en la mesa de control los autores de los goles, la recaudación, escribir las anécdotas, informar el estado de ánimo de los dirigentes, técnicos y ayudantes de los equipos en contienda.

Cuando veía la injusticia explicaba las causas o las condenaba con todo el peso de su fuerza moral. Me acuerdo de una llamada de Buenos Aires a radio Cristal, donde hacíamos el programa Enfoques con los grandes del periodismo boliviano, en plena dictadura de García Mesa, los militares y los paramilitares. En segundos pidió contestar esa llamada y dijo al colega argentino que no podíamos darle ninguna información por la férrea censura a los medios y porque teníamos al lado nuestro a un militar vigilándonos, por eso no podíamos decirle nada sobre el toque de queda desde las 19.00 horas, no podíamos informarle que Marcelo Quiroga Santa Cruz había sido asesinado en la sede de la COB, no podíamos informarle nada sobre los tanques en las calles ni la cantidad de presos en el Gran Cuartel de Miraflores, no podíamos informarle que las minas estaban bajo control militar y sus radios destrozadas… narró todo, todo, todo y al final el oficial le agradeció por haber respetado la censura de prensa porque estaba prohibido informar al mundo sobre lo que pasaba en Bolivia. “Así de brutos son estos…” dijeron al unísono los que escuchamos temblando la firmeza con que Lorenzo expuso mediante esa emisora argentina la realidad de los primeros días de los autoritarios “novios de la muerte”.

Esos años de transición de la dictadura a la democracia exigía a los periodistas una rigurosa disciplina porque uno no sabía su destino frente a esa infernal maquinaria del terror. Muchos nos enteramos que Hoy había sido de Banzer y por eso allí se imprimía toneladas de propaganda de color verde de su candidato a la presidencia, el general Juan Pereda Asbún. En la edición deportiva no tenía cabida esa campaña, pese a la presión de sus ejecutivos y cuando quisieron hacerlo, Miguel Velarde dijo que “no entregamos la edición”, empaquetó los originales y nos vamos. Fueron momentos de tensión donde Lorenzo fue la confianza para mantener en alto ese honor de mantener con firmeza una decisión que a la distancia sólo es posible en los grandes, esos que saben de la vida.

Llegaron otros compañeros a la redacción como Óscar Dorado,  Ramiro Siles, Gustavo Cortez, Marcos Bonilla, Alberto Arévalo y pido disculpas si a alguien no cito, pero varios de ellos, son la línea actual del periodismo deportivo. Creo que todos, salvo omisión, hemos sido discípulos de Lorenzo, alumnos de una escuela donde el sentido periodístico se conoce por la reproducción de las ideas leídas en Hoy Deportivo, las cartas de agradecimiento, las llamadas sin tregua para pedir más información. La gente parecía que quería seguir leyendo la crónica y esperaba con ansia la edición de mañana para seguir y seguir leal con el trabajo de quien fue maestro de la más bella profesión del mundo.

Cuando irrumpió la multimedia al campo del periodismo, Lorenzo fue el primero en la lista para entrenar en la Mac, hoy Apple. Fue toda una revolución tecnológica en Hoy, llegó la hora de mudarnos de nuestras viejas teclas olor a tinta por unas sensibles máquinas. Empezó una nueva era en la comunicación y sirvió para leer las noticias en tiempo real, sin esperar días o semanas el próximo correo, como en las películas del lejano oeste.

Hoy en el atardecer, quedan tantos recuerdos, vivencias, lecciones y enseñanzas de Lorenzo que sólo quien compartió su experiencia, equilibrio y firmeza comprende su inmensa nobleza en este mundo de grandes como él. Adiós.