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Pasión futbolística que quema

El deporte de multitudes se juega en todo el mundo a cualquier edad y sin distinción de género, pero a veces no tiene límites. En Indonesia, la pasión por el balompié y la devoción por el Islam se han mezclado dando como resultado una práctica extrema denominada sepak bola api (fútbol de fuego, en español), donde los jugadores disputan los partidos con un balón que arde en llamas.

Con pies descalzos, pantalones anchos que se asemejan a una falda femenina y una fruta tropical que se carboniza lentamente, cientos de estudiantes musulmanes de las escuelas secundarias y universidades del este del país asiático se reúnen cada año en una cancha de tierra para conmemorar el cumpleaños del profeta Muhammad y celebrar el mes del Ramadán, el ayuno de la religión islámica.

La pelota de fútbol es reemplazada por un coco, el cual es embebido durante 48 horas en kerosén para que arda durante los 60 minutos del partido. Los cocos viejos y secos son los mejores para el juego, y el truco para mantener el fuego vivo consiste en retirar medio centímetro de la cáscara y eliminar el líquido de adentro.

Cada equipo está formado por cinco jugadores y para evitar quemaduras, minutos antes del partido cada uno de ellos se aplica una mezcla de sal y hierbas sobre la piel desde la punta de los pies hasta las rodillas, pero al final más de uno termina con ampollas aunque, aquellos que ya jugaron varias veces, tienen la piel curtida.

El sepak bola api requiere no sólo de destreza física, sino también de una preparación espiritual ya que existe un ritual que todo jugador debe seguir antes de entrar a la cancha. Un ayuno de 21 días, que permite comer sólo dos platos de comida (uno antes del alba y otro al anochecer), recitar oraciones especiales de la religión islámica denominadas aurad-aurad, pasar un día entero sin comer ni dormir y hacer una última oración antes del encuentro para pedir protección, son etapas obligatorias para los que participan de esta práctica, explica Hendro Unggul Subidyo (20), estudiante que es espectador en estos encuentros. Y a pesar de que este deporte es común entre los musulmanes, no todos los jóvenes que profesan esta religión se animan a jugar con fuego. “Requiere de mucha valentía y de fortaleza”, dice Unggul y además confiesa que aún le falta preparación para superar su miedo, pero en cuanto lo consiga estará listo para unirse al campo de juego candente.

El juego. Después de pasar por el ritual especial que, según el jugador Candra Agustian (18) los hace inmunes al fuego, diez muchachos forman un círculo para orar y pedir al dios Alá que los proteja durante el partido. Cuando terminan, el capitán de uno de los equipos prende en llamas una de las semillas bañadas en combustible y, en cuanto éste arde por completo, lo deja caer al suelo e inicia el juego.

La cancha se llena de líneas y manchas negras dejadas por el balón ardiente, el objetivo es llegar al arco contrario, el que está formado por varas de madera y no tiene arqueros. Los jugadores no sólo utilizan los pies, sino también sus torsos y cabezas para dominar el balón; luego de una hora, entre cinco y seis cocos quedan inutilizables.

Para Agustian, quien ya lleva dos años practicando este deporte, no hay dolor ni molestia después de jugar. Agrega que “una pelota ardiendo hace más apasionante el juego”. Los próximos encuentros del fútbol de fuego se realizarán del 2 al 5 de noviembre, cuando los musulmanes de Indonesia celebren el Año Nuevo islámico.