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Un fútbol trabado y feo

De esta Copa Libertadores de América quedará el buen recuerdo de la calidad y el talento excluyentes de Ronaldinho Gaúcho para el Atlético Mineiro y el fabuloso gol que Juan Román Riquelme le marcara al Corinthians para franquearle a Boca Juniors su pase a cuartos de final. Un jugador distinto, con casi dos décadas de vigencia, y un gol es todo lo destacable que puedo anotar en mi registro de futbolero ávido por el buen juego, su vistosidad, sus incidencias de ida y vuelta, su genética afrobrasileña y rioplatense en primer lugar, características llamativamente ausentes en esta versión que ya se encuentra en los albores de su tramo final.

Newell’s Old Boys, de Rosario, es el puntero del torneo argentino y acaba de sacarse de encima al xeneize de Carlos Bianchi a través de una atípica definición por penales que luego de 13 ejecuciones por bando dio como resultado un 10-9 en favor de los leprosos. En los dos partidos jugados por esta llave de cuartos de final no se abrió el marcador. Fueron alternativamente los dos contendores que se repartieron en cuatro tiempos las iniciativas excesivamente diagramadas para proponer un juego hacia adelante; en ningún caso pudimos disfrutar de ese característico estilo resultante de las individualidades que marcan diferencia combinadas con el buen trato de la pelota en el plano colectivo.

Trabado, deslucido, forcejeado, repleto de faltas tácticas, con tendencia a cuestionar en lo posible todas las decisiones arbitrales, Newell’s y Boca que se enfrentaron en tres oportunidades en siete días —el domingo jugaron por el campeonato doméstico— dejaron en claro que en la Argentina se puede encontrar como siempre una permanente promoción de buenos futbolistas, pero que esa renovación no se traduce en un genérico buen fútbol argentino, es decir, en un nivel de juego que permita reconocer las cualidades de sus equipos protagonistas, aunque valga como atenuante resaltar una interesante competitividad y alternancia de protagonismo si nos fijamos en campañas como la de Lanús dirigido por Guillermo Barros Scheloto, Godoy Cruz comandado por Martin Palermo y el más regular en la última década, Vélez Sarsfield, timoneado por Ricardo Gareca.

De Gerardo Martino tenemos el opaco recuerdo de su paso por la selección paraguaya, por sus esquemas ultraconservadores de ceder la iniciativa al rival, cosa algo diferente ahora que dirige a este club distinguido siempre por haber gestado desde su cantera figuras importantes de las cuales la última de gran resonancia es la de Lionel Messi. Pues bien, reconocido por su eficacia, por trabajar el resultado como hombre de roca y montaña, nunca de mar y arena, convencido de capear todos los temporales, parece que su premio será conseguir el título del campeonato argentino y su inmediata salida hacia el banquillo del Málaga de España, mejor si subiéndose al podio de esta gris Libertadores que ya termina, para hacer doblete.

De Carlos Bianchi, probablemente el más campeón y exitoso entrenador dentro el fútbol argentino en los planos local e internacional, se deberá reconocer que encontró limitaciones en la plantilla de esta versión boquense 2013 que tiene poco que ver con esas tremendas conformaciones que lo consiguieron todo para llenar de Intercontinental, Libertadores y torneos locales las vitrinas del cuadro con la hinchada más colorida y creativa del planeta. Boca metió todos los huevos en la canasta del torneo continental, resignando aspiraciones de entrecasa —se encuentra en la parte más baja de la tabla de posiciones—, para finalmente, por un penal, perder soga y cabra en esta temporada que termina. Riquelme fue el gran jugador que conocimos, de manera intermitente, y el miércoles hizo presagiar la eliminación marrando el primero de los penales de esa tanda de 26 ejecuciones.

En el caso boliviano, la trágica muerte del joven orureño Kevin Beltrán en el estadio Jesús Bermúdez, luego de ser impactado en el rostro y en la cabeza por una bengala de alto poder explosivo, disparada por un torcedor del Corinthians, es la nota funesta luego de la eliminación de Bolívar en la preclasificatoria, goleado por el Sao Paulo, y las actuaciones decorosas pero finalmente intrascendentes de The Strongest y San José, que no lograron sentar supremacía con la supuesta ventaja que confiere jugar en las altitudes de La Paz y Oruro.

Al cierre de esta edición, estaba por verse si el 2-2 conseguido por el Mineiro en condición de visitante frente al mexicano Tijuana, serviría para que los de Belo Horizonte puedan disputar las semifinales contra los rosarinos de Newell’s y de esa manera reeditar la vieja rivalidad entre brasileños y argentinos, en este caso, con dos estilos marcadamente contrapuestos de juego de ataque-riesgo con tres delanteros, frente al muy táctico planteamiento con superpoblación en el medio del campo para salir de contraataque.

Los otros dos semifinalistas son el colombiano Santa Fe, que eliminó al Garcilazo peruano, y el tres veces campeón Olimpia de Paraguay, que mandó a casa al Fluminense con ese muy paraguayo estilo de aguante y guapeza, oportunismo en el contraataque y buena puntería para las últimas jugadas con las se logran clasificaciones caracterizadas por el sacrificio, el estoicismo, el arquero, y alguna que otra vez el no de los tres palos.

Si pudiera elegir —soy muy malo para la futurología— me pronunciaría por el Atlético Mineiro que en la primera fase se impuso con categoría y gran soltura de juego gracias a la batuta de Ronaldinho Gaúcho del que, repito, aparece como única gran figura de un campeonato que ha sido entrecortado, poco entretenido y de una calidad futbolística muy discreta, dominado por actuaciones que podrían ser calificadas de regulares para abajo.

(*) El autor es periodista y asesor de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).