Una niña de tan sólo nueve años, la potosina Ana Paula Condori Durán, acaba de convertirse en Maestra FIDE, el primer título que otorga la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE).
La categoría Maestro FIDE es el primer paso a nivel internacional. Es un título que existe desde 1978 y está por debajo del Gran Maestro Internacional y del Maestro Internacional, pero por encima del Maestro Candidato, de reciente creación.
En Bolivia tenemos un Gran Maestro, el chuquisaqueño Osvaldo Zambrana, y unos cuantos Maestros FIDE, pero nunca antes hubo alguien como Condori, por su corta edad.
Conseguir ese logro no es fácil. Según las normas de la FIDE hay que obtener una puntuación de 2.300 de ELO en el ranking. No es poco si se toma en cuenta que por lo general la única forma de hacerlo es participando —e invirtiendo— en ciertos torneos internacionales.
Ana Paula ganó la semana pasada uno en Brasil. Los puntos repartidos ahí le ayudaron a conseguir el logro y Bolivia puede jactarse de tener una niña prodigio.
Su historia —relatada en esta edición (páginas 24-25)— es muy particular: impulsada por sus abuelos se lanzó al tablero cuando tenía siete años, le halló gusto al juego, entró a la Asociación potosina y desde entonces interviene con éxito en los certámenes nacionales.
Un detalle no menor: no tiene maestro y su juego se basa en unos pocos libros que ella ha ‘devorado’, algunos se los ganó en las competencias y otros se los regalaron.
Deportistas como ella, impulsados sólo por sus familias, deben haber cientos en el país. Talentosos que hacen lo que pueden y van hasta donde los recursos se los permiten. Lo extraordinario es que, a pesar de la falta de apoyo de las autoridades, llevan en alto el nombre de Bolivia.
Ojalá pronto existieran políticas de Estado destinadas a apoyar al deporte boliviano y en particular a los deportistas. Así el éxito, con seguridad, sería más grande. Mientras tanto, Ana Paula es un ejemplo y debería merecer un fuerte espaldarazo para seguir adelante.