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Eliminados

En el deporte, y el fútbol es parte de ese mundo, existen ganadores y perdedores, y a los equipos bolivianos les toca con asiduidad ser estos últimos. Según el técnico de The Strongest, Eduardo Villegas, esa es nuestra realidad.

El fútbol boliviano fue golpeado la semana pasada con la eliminación de sus cuatro equipos de la Copa Sudamericana: Blooming, Real Potosí, Oriente Petrolero y el atigrado, otra confirmación de que nuestros representantes no suelen estar a la altura para enfrentar con éxito los torneos internacionales.

No hay duda de que el nivel de los clubes en Bolivia no alcanza más que para la competición nacional; en el fondo, eso tiene que ver con la casi inexistente formación de elemento propio y la ausencia, por falta de recursos, de una adecuada inversión para lograr verdaderos refuerzos, que de eso se trata el nivel profesional.

A menudo la culpa la tienen la estructura y los dirigentes actuales. ¿Será así? Con seguridad si se produjera un cambio de éstos las falencias continuarían. Difícil que uno nuevo logre ejecutar cambios significativos si la base es la misma.

Según opina en esta edición el exfutbolista y entrenador Norberto Kekez, los niños y jóvenes no tienen nivel competitivo, lo que por ende repercute cuando llegan a mayores, porque afrontan en inferioridad de condiciones la competición como tal.

En Bolivia, los clubes sobreviven no de las recaudaciones ni de sus masas societarias, por cierto reducidas a la mínima expresión, sino por lo general de los aportes personales de dirigentes que en algunos casos hacen malabares para sostener a sus entidades.

De paso, el poco dinero que administran tiene un mínimo destino en las divisiones inferiores, lo que demuestra la falta de convencimiento en la formación, y lo que alcanza va dirigido a refuerzos de segunda o peor aún, y por supuesto todo ello condena a las entidades a una realidad que ellas mismas se encargan de fomentar.

El día —que hoy parece tan lejano— en que se destinen esos pocos dólares, que hoy lamentablemente son despilfarrados, para verdaderos proyectos de formación, quizás —sin importar el tiempo que demande— los resultados sean diferentes.