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El incontrolable Barcelona se acaba

La liga española puede dejar de ser el predecible torneo de la última década en el que el Barcelona y el Real Madrid lograron lo que quisieron, si el tercero en disputa, el Atlético de Madrid, consigue consolidar una propuesta de juego que lo podría meter en la lucha por obtener el título. El azulgrana versión Gerardo Martino es todavía un proyecto en ciernes con una gran base, pero que necesita de nuevos argumentos de juego en tanto son cada vez más los equipos que le pierden el miedo y encuentran las maneras eficaces de hacerle frente.

Diego Simeone demostró el miércoles en el partido de cierre de la Supercopa española por qué vale tanto en el fútbol saber rehuír las tentaciones del autoengaño para plantear un partido desde las limitaciones propias, maximizando las fortalezas menores en cantidad a las de un adversario con supernombres y un espectacular palmarés de triunfos casi ininterrumpidos en los cinco últimos años.

El Atlético de Madrid saltó al gramado del Santiago Bernabeu sabedor de su menor valía individual y creatividad colectiva, y en virtud de ese reconocimiento propuso un juego de marcas férreas, cierre de espacios y contraataque con David Villa como finalizador de las —pocas— opciones que, se vislumbraba, los colchoneros dispondrían para intentar quedarse con el título.

Entre tanto, Gerardo Martino decidió no alinear desde el minuto cero al cerebral Andrés Iniesta, poniendo un medio campo en el que Sergio Busquets  volvió a constituirse en pieza ordenadora de la que se dice poco en relación a lo muchísimo que hace cuando se trata de recuperar y a veces de meter pases como ese fenomenal entre líneas para Messi que tomó el balón al ingreso del área grande para tratar de definir, esta vez con falta de puntería.

Los azulgranas consiguieron un rendimiento formidable durante los primeros 25 minutos a través de su conocido catálogo de variantes con la gestación en bloque, triangulaciones rapidísimas y precisas, cambios de frente gracias a evoluciones por bandas —especialmente a cargo de Danny Alves—, desbordes y centros retrasados desde la línea de fondo hasta el punto del penal con Neymar y Alexis Sánchez exponiendo una gran dinámica.

Pero la evolución de las incidencias fue determinada por los rojiblancos que conforme lograron ponerles cerrojos por afuera y por adentro a los intentos constructivos de Xavi y Fabregas, —Messi fue desaparecido durante largos tramos del partido— las cosas se fueron emparejando al punto que los espacios fabricados de los primeros minutos de la etapa inicial  que el Barcelona aprovecha como nadie, fueron continua y perfectamente llenados por la intensidad con que los visitantes apostaron al balón dividido, jugando, en muchos pasajes, al filo del reglamento apelando a la falta táctica: Si lo mejor que hace el equipo catalán pasa por la fluidez del juego, la mayor virtud del Atlético es quitar, contraatacar y por lo tanto neutralizar la iniciativa ajena, tónica que fue evolucionando significativamente hacia la segunda etapa, donde la disputa por el arrebatamiento de la posesión ya se dio varios metros adelante de la zona defensiva en la que jugó al principio, casi contra las cuerdas, el aguerrido equipo dirigido con la sangre en las venas por Simeone, que orienta e instruye con la misma tensión y espíritu de lucha que cuando jugaba con la celeste y blanca de la selección argentina.

Dos contraataques pudieron haberle costado al Barcelona la derrota, impedida por el oficio de Víctor Valdez que debió sufrir en esas ocasiones el desacomodo de los centrales Mascherano y Piquet que cuando deben retroceder lo hacen con desconcierto en muchos casos, lo que hace sentir  la ausencia del Carles Puyol de mejores tiempos, por ahora lesionado.

Guardiola-Vilanova-Roura han cerrado un ciclo y estaría por inaugurarse otro con la llegada de Martino y la incorporación de Neymar. La filosofía de juego se mantendrá, la columna vertebral del equipo continuará siendo la misma, Messi recuperado volverá a ser el factor desequilibrante y decisivo de siempre, pero éste, a no dudarlo, ya no es el mejor equipo del planeta, en tanto su hasta hace muy poco incontrolable manera de jugar ha sido detectada en todas sus claves y por ello ya puede ser exitosamente neutralizada como hizo el Bayer Munich que le propinó una cuera en la última Champions y ahora fue enormemente incomodado por los corajudos colchoneros de Madrid, que los absorbieron entre la eficacia y la mala intención (Filipe Luis y Diego Godin), último recurso  contra la excelencia técnica cuando de lo que se trata es de una pelea a brazo partido.

El aplicado cierre de espacios y la marca asfixiante son los argumentos que funcionan si un adversario se le puede plantar al Barcelona con la misma intensidad de despliegue durante los noventa minutos y eso es lo que efectivamente sucedió: Los jugadores más virtuosos del planeta, la calidad más perfecta en materia de juego ofensivo basado en el toque y la entrega de primera, la capacidad de definición más rotunda, todo eso junto puede hacer aguas frente a la valentía y a una capacidad de reacción que debe siempre bordear-alcanzar la perfección, y en este contexto, el Atlético de Madrid demostró que la clave no es el tú a tú contra grandes futbolistas, sino el nosotros-tú,  consciente de que para lograr sus objetivos debe someterse a una extenuante y sacrificada vocación por no aflojar un solo segundo durante todo el partido.

Tal como están las cosas, la tendencia del Atlético es a crecer partido a partido, y si en el Barcelona esa tan comentada presión en todas las zonas del campo al estilo Bielsa que admira y rescata Martino, no se logra consolidar, los alemanes están otra vez para marcar diferencia en la Champions League 2013-2014 que ya comienza. El preciosismo para el quiebre menos pensado termina siendo combatido con la marca más atenta y pertinaz, esa que provoca el desgaste y termina por impacientar a los virtuosos con la pelota.