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Rotaciones

El Barcelona tiene catorce a quince jugadores que pueden desempeñarse con la misma calidad y eficiencia, todos. Por eso su nuevo entrenador, Gerardo Martino, se ha atrevido a dejar en el banco o directamente no alinear a los que hasta la temporada pasada eran titulares inamovibles. Otros equipos brillan en Europa, en la misma España, Inglaterra y Alemania, pero los azulgranas siguen mereciendo la atención prioritaria de la aldea global futbolera.

Diego Costa es la nueva sensación del fútbol español, se ha otorgado la lujosa alternativa de pronunciarse por jugar con la roja de España, descartando la verde amarilla de su país de origen; Diego Simeone es alabado desde los cuatro puntos cardinales de Europa por cómo ha sabido gestar un salto de calidad al Atlético de Madrid, pero no está en la lista de candidatos a mejor entrenador para el Balón de Oro; el Arsenal le ha pegado una cachetada al Borussia Dortmund en su propia casa, imponiéndose 1-0 y ratificando un retorno al protagonismo en la Premier y en la Champions, ceñido a ese histórico estilo de muchos centrocampistas creativos y vocación ofensiva a la cabeza de Arsene Wenger; Zlatan Ibrahimovic anota los goles más vistosos de Europa, y así tenemos que hay muchísima tela para cortar, muchos partidos que ver, varios equipos que admirar, pero…

Messi, qué pasa con Messi, y qué onda con el estilo Gerardo Martino en ese su plan de hacer rotar jugadores para darles descanso y dosificarles las energías, asuntos que terminan casi siempre destacando como prioridad periodística, y un peldaño abajo, siempre un peldaño abajo, queda la expectativa para ver si Cristiano Ronaldo llega a conectar con Gareth Bale como parece que ya comienza a suceder según lo visto la última semana.

Que Messi está débil. Que ya no tiene la velocidad y la repentización en los últimos metros para vaciar defensas. Que ha perdido fantasía. Y todo esto porque su paisano, nuevo entrenador, muy sabedor de los códigos que se construyen en la órbita rioplatense del fútbol, no se inmuta  en el momento en que debe decidirse a no alinearlo o sustituirlo.

Pues bien, al émulo de Marcelo Bielsa que por cierto utiliza frecuentemente un saco celeste agua bastante feo para pasearse por la línea de cal, parecen tenerlo encantado los reflectores que avisan cuán pendiente se puede estar de lo que suceda en la sala de prensa del Camp Nou, considerando que para comparecer las cosas se hacen bastante sencillas si el estilo para declarar es distendido, amable y muy preciso para absolver interrogantes.

A principios de año, fines de la temporada pasada, Lionel Messi fue recibido con estruendo de banda pueblerina, en el territorio de las lesiones, producto de su exceso de partidos y sus demasiados compromisos para jugar con fines benéficos y comerciales. A partir de ese momento, todavía con Tito Vilanova a la cabeza de los culés, dejó de ser ese futbolista que estaba en condiciones de jugárselo todo, pues su bajón en cancha se hizo muy evidente en los partidos semifinales en los que el Bayern de Múnich trituró al que hasta esos días fue considerado durante cinco años continuos, mejor equipo del planeta y probablemente mejor equipo de toda la historia del fútbol moderno. Fue entonces que llegó a su fin el ímpetu juvenil del pequeño gran Lio, para, a partir de sus procesos recuperatorios, convertirse en hombre adulto con 26 años, resignado a aceptar que alguna vez debería quedar afuera o mirar a sus compañeros desde el banco.

Aunque es una obviedad insinuar alrededor de quién se definen los oncenos del Barcelona, el buen ojo y la experiencia del entrenador rosarino sirvieron para que Alexis Sánchez se convirtiera en factor de recambio, mejorando notablemente su rendimiento, con el plan B de Pedro siempre listo en el banco y el progresivo afianzamiento de Neymar que en las últimas fechas ya se ha convertido en propietario del ala izquierda en el frente de ataque, minifundio desde el que ha producido asistencias y goles que justifican de sobra los dizque 57 millones de euros que significaron su transferencia para jugar junto a Messi, como él quería, manifestando desde Brasil que su sueño era militar en este equipo para ayudar a que el mejor lo siga siendo con su concurso. Una individualidad propia de su genio en el último juego contra el Milán (3-1) nos permitió celebrar un desplazamiento desde su puesto de extremo izquierdo sorteando cuatro marcadores para disparar muy cerquita al palo izquierdo, insinuando que ya va quedando atrás la inicial y comprensible timidez de sus primeros partidos.

La sólida base en el medio del campo con la impresionante y silenciosa regularidad de Sergio Busquets, las tareas de rendimiento casi perfecto de Xavi Hernández y Andrés Iniesta, más las muy productivas incursiones de CéscFabregas, quedan perfectamente respaldadas desde las bandas a cargo de Danny Alves, Jordi Alba o Adriano que recuerdan la gran herencia táctica dejada por Cafú y Roberto Carlos, los portaestandartes del desdoblamiento defender-atacar y rematar a puerta. Queda en la zaga central el invento de Guardiola al haber trasladado por shock, sin anestesia, a Javier Mascherano de volante central a zaguero central que compagina bien con Gerard Piquet que agrega a sus cualidades para quitar, el proyectarse para cabecear en el área de enfrente. Por si fuera poco, en  cualquier momento volverá a jugar lo que le queda de recta final de carrera, el emblemático Carles Puyol.

Frente de ataque sudaca, brasileños en las bandas, hombres de cantera catalana en el centro, y Diego Valdés en el mejor momento de su carrera como portero que podría ser perfectamente titular en la selección española desde que le fuera quebrada el aura de intocable a Iker Casillas, el Barca no brilla como hasta hace un año, pero vive cómodamente de la inercia de sus automatismos, con el desafío de recuperar su cualidad de gran orquesta, aunque Jurgen Klopp, el entrenador del Borussia Dortmund diga que eso aburre y que él prefiere el heavy metal, es decir, el vértigo para atacar como hace su equipo.

Sólo plantillas con bancos nutridos por grandes futbolistas pueden permitirse el plan de las rotaciones, criterio absolutamente concordante con estos tiempos de dos a tres partidos por semana, de riesgos de saturación y de una copa del mundo a disputarse a mediados de 2014, a la que varios de los aquí nombrados podrían llegar fundidos para las selecciones de Argentina, Brasil, España y Chile, cuando las extenuantes competiciones de ligas nacionales y ligas europeas hayan concluido.

El Barcelona sigue siendo ese gran equipo que quiere recuperar sus exquisiteces y eso será puesto a prueba en las siguientes instancias de Champions cuando le aparezcan adversarios que ya saben cómo jugarle, cerrándole los espacios e intentando desactivar su fortaleza que es el control del juego a partir de la posesión de la pelota.