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Argentinidad futbolera

El primer Boca de Bianchi era, con letras mayúsculas, un equipazo. Parecen haber quedado demasiado lejanos y borrosos aquellos días de gloria con figuras que colgaron los botines que por ejemplo pasaron a ocupar las protagónicas direcciones técnicas de Lanús (Guillermo Barros Schelotto) y Godoy Cruz (Martín Palermo). En la vereda opuesta, nadie imaginaba que alguna vez River Plate descendería lo mismo que Independiente y menos que equipos históricamente situados de mitad de tabla para abajo emergieran con tal fuerza y que en algún momento comenzarían a ganar torneos locales e internacionales. Se acabó entonces, y hace por lo menos una década, la supremacía excluyente de Boca, River, Independiente, Racing o San Lorenzo, y emergieron a la cabeza del muy regular Vélez Sarsfield de Ricardo Gareca otras expresiones que acabaron con las diferencias ostensibles entre grandes y chicos.

Futbolísticamente, entonces, los bosteros tuvieron de qué enorgullecerse a principios de siglo y estarán contentos por figurar como décimo equipo más importante de la historia de clubes, según datos recientes de la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (FIHSS) aunque hoy día, en la segunda incursión del entrenador más ganador de toda su trayectoria, esté nuevamente recomenzando el camino para tratar de armar un equipo que le permita volver a pelear los primeros lugares. El fútbol, ya se sabe, es así, hay rachas donde los éxitos se traducen en seguidillas y llegan también los momentos de las vacas flacas en los que se gana menos o casi nada.

Escucho a Gerardo Martino y a Diego Simeone respondiendo preguntas luego del 0-0 del sábado producido en el Santiago Bernabéu entre el Barcelona y el Atlético de Madrid, y no puedo menos que reconocer cuan motivadora es la pasión con la que los entrenadores de los punteros del fútbol español transmiten lo que hacen para llegar a una conclusión acerca de nuestras preferencias por la marca rioplatense: Puede que no ganen siempre (hace veintinueve años que ganaron su segunda copa del mundo), pero la forma en que cultivan lo que hacen irradia una manera de sentir y vivir el fútbol que aunque nuestros equipos no ganen, la motivación por lo que pueda suceder el siguiente domingo permanece inalterada.

Es decir, los argentinos juegan al fútbol con unas características muy reconocibles, cuentan con grandes valores en todo el planeta, jugadores y entrenadores, pero más allá de su calidad, de sus rasgos distintivos, lo que mantiene encendidas las llamas del fuego sagrado son las maneras en que se lleva el fútbol en la vida diaria, desde los que juegan, pasando por los que van a las tribunas o los que simplemente siguen sus avatares a través de la televisión y esto acabo de redescubrirlo de manera incuestionable en una tertulia (TyC Sports) encabezada por los escritores Juan Sasturain y Eduardo Sacheri que dicen cosas como que el fútbol se parece tanto a la vida cotidiana por la cantidad de intentonas infructuosas de culés y colchoneros por romper el cero del marcador, y a partir de ahí se refieren a los aportes fundamentales a través de los cuentos de Roberto Fontanarrosa y Osvaldo Soriano, y todo lo publicado por ediciones Al Arco, revista a la que el presupuesto le alcanzó nada más que para un año (2000), pero que se convirtió en la locomotora de la creatividad y la ficción para escribir sobre asuntos en que la condición humana y la pelota son cosa inseparable para abordar historias, desde aquellas enternecedoras de infancia hasta las más disparatadas y desopilantes.

Esta manera de respirar el fútbol trasunta una forma de encarar la vida, más allá de cuanto se gane, pierda o empate y es en esto que se cumple el precepto de Santiago Coca que señala que se juega como se vive (Hombres para el fútbol, 1985) y que está debidamente referido a las condiciones históricas y socioculturales en las que se construye un discurso futbolístico, esto es, una manera de comprender y practicar el juego, una forma de estar familiarizado con los triunfos y los fracasos, y los más variados y contrastantes estilos para debatir acerca de lo que puede ser un jugador, un equipo, un partido, un campeonato, una jugada, una decisión arbitral, una contratación, el color de una camiseta y sus nuevas versiones y un cúmulo de recuerdos sobre fiestas y naufragios, historias e historietas, anécdotas e infidencias.

He aquí lo lindo y estimulante del fútbol argentino. Para resumirlo en un ejemplo: No es el gol la realización suprema de una hinchada, sino las variadas formas en que ésta es capaz de festejarlo.

Julio Peñaloza Bretel es periodista y asesor de la Federación

Boliviana de Fútbol (FBF).

¿Campeones del mundo con el mejor jugador?

Si Argentina gana el Mundial, el batacazo para los brasileños podría ser comparable al Maracanazo de 1950. Para ello viaja a Brasil con una escuadra en la que sobresale el que hace por lo menos cinco años es considerado el mejor futbolista del planeta, y que si bien expresa con nitidez la genética del futbolista rioplatense, no proviene del potrero, sino de las fuentes formativas, de Newell’s Old Boys de Rosario y La Masía de Barcelona.
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Ciertamente Messi es la más grande individualidad del fútbol hoy, pero Argentina no es la mejor selección. Fieles a su estilo de vivir el fútbol con una intensidad cotidiana sin parangón, en Buenos Aires se discute si se logrará armar un equipo que contenga debidamente al genio y que para ello hasta ahora no está claro quiénes compondrán la línea de fondo, esa zona en la que la celeste y blanca naufragó en Sudáfrica 2010.