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Lesiones y lecciones

Radamel Falcao García no jugará con la camiseta de Colombia en Brasil 2014. Tendría que ser un esfuerzo descomunal, casi sobrehumano, el que le permita recuperarse con un tiempo razonable para poder estar, con los riesgos que conlleva el retorno de una lesión tan severa como la rotura de un ligamento cruzado. Sandro Rosell tampoco jugará a la política a partir de este momento, luego de renunciar a la presidencia del Barcelona F.C. por una acumulación de hechos que ponen en duda su transparencia y que han generado muchísimas críticas que informan que el exmandamás catalán habría mezclado intereses institucionales con operaciones mercantiles “muy” personales.

¿Es posible que el destino de un gran equipo o de una selección que pasa por una envidiable racha dependa de una sola de sus figuras fundamentales?  El hecho de que no esté el jugador clave debido a factores no previstos ¿puede modificar dramáticamente sus aspiraciones, sus posibilidades de triunfar? Este par de preguntas surgen a propósito de la muy lamentable lesión que por estas horas soporta Radamel Falcao García, que ya es prácticamente un hecho, no podrá estar en Brasil 2014 para encabezar el frente ofensivo de la selección colombiana.

Soner Trek es el nombre del jugador del Chasselay de la Tercera División de Francia que provocó la rotura del ligamento cruzado anterior de la pierna izquierda del delantero del Mónaco y que será operado mañana en Portugal por el cirujano Jose Carlos Noronha, con  antecedentes de haber tratado al holandés Arjen Robben, al argentino Lucho Gonzáles y al inglés Ashley Cole.

Aparte de sus familiares, quien más conmovido debe estar por la lesión de Falcao es José Pekerman, seleccionador de Colombia, que como ningún otro, sabe del poderío que representa contar con quien figura entre los delanteros más importantes del momento. Repasemos: Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Zlatan Ibrahimovic, Franck Ribéry, Luis Suárez, Robert Lewandowski y mi lista se completa con este que ha sido clave para la clasificación colombiana en segundo lugar de la eliminatoria sudamericana de Brasil 2014.

Falcao se suma entonces a la fatídica lista conformada por el ecuatoriano Jairo Campos, el chileno Humberto Suazo y el británico Theo Walcott que han comenzado una carrera contra el tiempo para intentar estar en la Copa del Mundo que se juega desde el 13 de junio, en la medida en que la ciencia médica se los pueda permitir y sus capacidades de recuperación vayan a mayor velocidad de la previsible. Durísima tarea para el seleccionador de Colombia entonces, que sabe cuán decisiva podrá ser la ausencia de un definidor fenomenal, al que por supuesto ya le ha echado el ojo el Real Madrid.

En el otro extremo de la actualidad futbolística se sitúa la dimisión de Sandro Rosell a la presidencia del Barcelona F.C. luego de que se pusiera al descubierto que el precio por la transferencia del brasileño Neymar Jr. no consistía en 57 millones de euros, sino en 95. Por lo que la transparencia de la operación quedó en un entredicho que estaría vinculado a una resonante evasión impositiva, pero que sería la gota que colmó el vaso de la conducta de un empresario que en el último año fue arrastrando sospechas por sus conexiones y que en su descargo dijo, al momento de renunciar, que su familia estaba recibiendo amenazas y que había decidido marcharse por el bien del barcelonismo.

¿Podrá en este caso aplicarse esa afirmación de que “el dinero puede quedar por fuera de los campos de juego”? Parece que la realidad es implacablemente financiera y monetaria, y que ya ni las verdes e impecables gramas de los grandes templos del fútbol se salvan. Tal como puede deducirse de los nexos y ramificaciones que han terminado por doblegar a Rosell, que hace cuatro años llegó con el 61% de los votos a la presidencia del club catalán.

La vinculación que hace más dudosos los movimientos de Rosell tiene que ver con los negocios que habría emprendido con Ricardo Texeira, expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), quien en abril de 2012 renunció al cargo aduciendo razones de salud, cuando la verdad de su dimisión estaba relacionada con los presuntos negocios que hiciera utilizando el nombre de la selección de su país para acceder a beneficios transaccionales estrictamente personales.

En el último gesto de enjuague de imagen, el saliente Rosell ha querido tirarle la pelota al ejército de innumerables envidiosos que habrían quedado fastidiados con la incorporación del ariete brasileño, y por el que pugnaban otras importantísimas marcas, comenzando por la del Real Madrid. Seguro que a Florentino Pérez no le habrá gustado para nada que el delantero llegado del Santos haya elegido él en qué equipo europeo jugar. Pero eso nada tendrá que ver con que el renunciante se habría favorecido con porcentajes por la concreción de partidos de la canarinha con distintos rivales, transgrediendo las pautas de lo políticamente correcto, más si su condición era la de presidente del club que tiene como primer equipo a aquel que se cataloga como el mejor de toda la historia del fútbol moderno.

Falcao quiere jugar el Mundial y parece que no podrá, y Rosell ha tenido que entregarle la posta a Josep María Romeu, que dirigirá los destinos del Barça hasta 2015, cuando corresponde convocar nuevamente a elecciones. El primero es un extraordinario jugador, el segundo, a su manera, es también un jugador, pero que se mueve en las coordenadas del costo/beneficio que implica arriesgar un prestigio personal y el prestigio de una institución. Como diría el título de un recordado spaghetti western: “Por unos dólares más” (Sergio Leone, 1965). Entre la ilusión casi inocentona de querer jugar un torneo y la enajenación por el desenfreno de la acumulación personal, quedará claro por cuál de los caminos nos inclinamos quienes creemos que es todavía posible rescatar la esencia incorruptible del ser humano, cosa difícil en estos tiempos en los que está cada vez más extendido eso de que detrás de una gran fortuna casi siempre hay un gran crimen.