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Guardiola, el entrenador revolucionario

Los conductores de los principales equipos europeos que disputaron los primeros partidos de ida por octavos de final de la Champions League han estado notablemente locuaces, con Pellegrini llorando por la derrota —raro en él, hombre discreto y de buenos modales—, y con Pep Guardiola, yendo más allá del triunfo del Bayern Múnich en Londres sobre el Arsenal que no se ha ahorrado loas para su exequipo, el Barcelona, del que ha dicho jugó “fantásticamente bien” (y sus jugadores) “siguen siendo muy buenos”.

He observado con particular concentración al Barcelona frente al Manchester City, considerando las antipáticas actitudes de una parte del periodismo catalán que anda en busca de pelos en la leche por lo que hace o deja de hacer Gerardo Martino dirigiendo a Messi y Cía., y no he encontrado otra cosa que lo dicho por Guardiola: El Barça ha jugado imponiendo su sello como incomparable equipo para el pase, la devolución, la triangulación, el juego asociado, con los virtuosos de siempre encargados de hacer circular el balón al ras del césped con la impecabilidad que los condujo a una regularidad hasta ahora insuperable de calidad y triunfos, especialmente en la segunda etapa del partido.

Los culés han hecho aparecer como niños agitados a los hombres del Manchester City. Los citizen se vieron continuamente superados en la posesión, ítem en el que se hace casi imposible equipararse a los blaugranas cuando éstos saltan al campo con los reflectores en su máxima potencia y si bien dispusieron de muy buenas oportunidades para anotar —una de David Silva, bajándola con el pecho y rematando con fabuloso estilo interceptado por el sólido Víctor Valdés— los visitantes fueron claramente superiores, a pesar del penal indebidamente otorgado que facilitó la apertura del marcador y luego “compensado” por un fuera de juego que no era y hubiera permitido ampliarlo.

Lo interesantísimo de lo acontecido pudo observarse al día siguiente, cuando los cómodos punteros de la Bundesliga —le llevan 16 puntos a sus inmediatos seguidores, los del “otro” Bayern, el Leverkusen— reprodujeron frente al Arsenal lo que 24 horas antes habían hecho los bajitos del Camp Nou: Pressing en la salida rival para recuperar, control de balón, variantes ofensivas —¡el Bayern triangulando, jugando en horizontal y menos en vertical!— y en suma administración del triunfo con una soberbia apertura a cargo de Toni Kroos y lápida puesta por Thomas Müller, todo facilitado con la expulsión del meta Szczesny y precedida por dos penales errados en la primera etapa por Özil para los dueños de casa y por Alaba para los del equipo bávaro.

Todavía está por verse si esta versión del equipo de Múnich termina logrando lo que hizo Jupp Heynckes en la pasada temporada, pero dos declaraciones más ya no dejan dudas de la revolución que ha generado Guardiola para la historia del fútbol, pues mientras en la previa del Manchester City-Barcelona, Pellegrini calificaba a sus rivales como equipo que “no es normal”, 48 horas después, Karl Heinz Rummenigge declaró en Múnich en su condición de presidente del Consejo Directivo del Bayern, que en 40 años que lleva en su club jamás había visto un entrenador como Pep que prepara de manera extraordinaria a su equipo “táctica, física y mentalmente”, que nunca antes el equipo había gozado de tanta popularidad y que otra cosa que ya le gustaba cuando dirigía el Barcelona es que sus jugadores “no son arrogantes”.

Si Pellegrini sitúa al rival que finalmente venció a su equipo, muy por encima de la media y Rummennigge llega a ese nivel de reconocimiento, nos resultará más sencillo comprender por qué el Barcelona mantiene su vigencia y regularidad con varios sucesores (Vilanova, Roura, Martino), por qué el desempeño del Bayern frente al Arsenal resulta muy parecido al de su víctima del pasado año en semifinales de este mismo torneo (0-7 en el global) y por qué Guardiola aparece como el gran transformador del juego, habiendo trascendido a la Holanda de Rinnus Michels y al mismísimo Barcelona de Johann Cruyff.

Estamos, por primera vez entonces, según esta lectura, frente a un fútbol de autor que tiene la ductilidad de un bilingüe para escribir grandes novelas sabiendo encontrar las diferencias en contextos socioculturales diferentes para introducir su estilo y dejar su marca. El Barcelona con jugadores muy bien formados en su cantera, con aportaciones en paralelo como la de Luis Aragonés a través la selección ganadora de la Eurocopa 2008 es el paradigma del fútbol del siglo XXI, asimilado progresivamente incluso por el vertiginoso e intenso último campeón de Europa, el Bayern de Múnich, todo esto marcado por un sugestivo y determinante común denominador: España y Alemania tienen el mejor fútbol formativo de Europa, y para ello podríamos remitirnos a las pruebas, enumerando en qué equipos, no solo de sus países, juegan los futbolistas germanos e ibéricos de élite.

¿Será posible una final Bayern Múnich contra Barcelona, es decir una final de Guardiola contra Guardiola? Queda todavía la marca de la superioridad física dejada por Jupp Heynckes con la que doblegó a un Barça que pasaba por un momento de fragilidad, sorprendido por la furia guerrera de sus adversarios. Le toca a Martino, con su ductilidad y experiencia, y el  haber asimilado las enseñanzas de su maestro, Marcelo Bielsa, convertirse en un replicante respondón, si es que se diera el caso, intentando superar con sus propias armas al autor de ese equipo al que Pellegrini cataloga de anormal y que encontró en el árbitro sueco Joan Eriksson al chivo expiatorio para intentar justificar la forma en que fue derrotado en el Etihad Stadium de Manchester y que podría costarle una sanción de la UEFA por los despectivos conceptos vertidos contra el colegiado.

Julio Peñaloza Bretel es periodista y asesor de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).