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Ferreira enseñó cómo se hace

León se cansó, literalmente, de elaborar juego ofensivo. Creó al menos una decena de oportunidades claras y fracasó de modo rotundo en la definición.

Eso explica, en alguna medida, el desenlace. La otra porción relativa al final tiene que ver con lo realizado por William Ferreira, que desenfundó toda su raza de goleador, fabricando la ocasión y consumándola de manera notable. Todo lo que no hicieron Britos, los dos Hernández, Boselli, Peña y compañía sí fue consumado por el uruguayo. Detrás de él, Bolívar supo soportar —no sin una muy alta dosis de fortuna, también con orden— el aluvión. Cuando fue necesario apareció —cada vez más consolidado— Romel Quiñónez, apuntalado por una defensa que rechazó una y otra vez, más allá que en la segunda jugada la recuperación casi siempre fue del local. Otra historia es que, si de comparar se trata, en materia de finiquito el visitante resultó pragmático en extremo. El equipo mexicano no solo dejó escapar el invicto en casa, sino que puso en duda la clasificación, que bien pudo celebrar anoche.

El partido puso de manifiesto que no basta con acaparar la posesión del balón. Ni sirve, sin el complemento necesario, imponer la dinámica, porque invariablemente el desgaste ( físico y mental) pasa factura.

León dispuso de una brecha sin aduana, a través de todo el lapso inicial, por el sector de Eduardo Moya. La empleó reiterativamente, pero en el área no estuvo fino, una carencia esencial. A través del complemento el español salió unos metros del fondo y las coberturas de Ronald Eguino solucionaron un problema que parecía insoluble.

Añadido a lo anterior es imposible ignorar que sobre el cierre —al margen de una gran atajada de Quiñónez a Boselli— Ferreira y Arrascaita (este último por doble partida) pudieron estirar la diferencia. A esas alturas el cuadro azteca era un canto a la descompostura de mitad de cancha hacia atrás. Bolívar depende ahora de sí mismo para lograr el pase. Recuperó de sobra lo que dejó escapar en el Siles. Los cuatro puntos cosechados en el exterior lo tienen en la cima del grupo. No cabe duda que es una campaña extraordinaria por más de un motivo. Ahora debe poner la frutilla sobre la torta.

En el Nou Camp la suerte se vistió de azul, pero la providencia por sí misma no juega. Y la Academia —en una enorme lección de eficacia— se encargó del resto, de lo más importante.