Los años maravillosos
Con indumentaria íntegramente roja, los dirigidos por Vicente del Bosque se quitaron de encima el calificativo de furia
Transcurridos cuatro años de obtenido el título en el Mundial de Sudáfrica 2010, es probable que este sea el último gran torneo de selecciones para figuras que ya tienen reservados sus indiscutibles lugares en el templo de los mejores de todas las épocas.
La abdicación del cansado Juan Carlos I, cazador de elefantes entre otros méritos, coincide con el aterrizaje de la selección española en Brasil que llega para defender la corona de campeón del mundo, aunque el fútbol no sea asunto de monarquías y a Pelé sigan llamándole Rey. Con indumentaria íntegramente roja, los dirigidos por Vicente del Bosque se quitaron de encima el calificativo de furia —eran tiempos de Xabier Clemente— porque del picapedreo supieron dar un descomunal salto de calidad hacia la perfección técnica, aspecto que les franqueó los portones abiertos para ganar las Eurocopas de 2008 y 2012, y el mundial de 2010.
Para tener las cuentas al día y mencionar a ciertos irreemplazables, hay que recordar con respeto, y si se quiere admiración, a conductores fundamentales como Luis Aragonés, que ya desde el Atlético de Madrid insinuaba que estaba para grandes cosas, y Tito Vilanova el profesor de La Masía y conductor del Barcelona ganador de su liga nacional con más de cien puntos en la temporada 2012-2013, ratificándole al mundo que el fútbol pudo alguna vez imponer la idea de que es una empresa posible desde los sólidos cimientos de una escuela y de una filosofía de valores humanos encarada contra todos los vientos y mareas, en primer lugar, por Josep Guardiola.
Transcurridos cuatro años de obtenido el título en Sudáfrica, y casi seis del inicio de la travesía del Barcelona para convertirse en la realidad más extraordinaria de la historia del balompié moderno, es probable que este sea el último gran torneo de selecciones para figuras que ya tienen reservados sus indiscutibles lugares en el templo de los mejores de todas las épocas, de los cuales destacan, fundamentalmente, Xavi Hernández y Andrés Iniesta, jugadores que hicieron de la disciplina y la regularidad, bases de sustentación para desplegar su maestría, deparándoles a las audiencias de todo el planeta la seguridad de años maravillosos irradiados desde los campos en que hicieron de las suyas gestando el triunfo de la tenencia de la pelota como fundamento esencial del juego.
No es que España esté cansada de jugar-ganar, pero seguramente gran parte de su plantilla llega sacudida por una intensa temporada acerca de la que el preparador físico argentino, Fernando Signorini, proclama necesario un llamado a la rebelión porque nos encontramos en tiempos de deshumanización del deporte con calendarios agotadores en las competencias locales e internacionales, de las que los jugadores seleccionados en sus países llegan muy machacados o directamente no llegan por lesiones arrastradas o recién producidas.
El Barcelona influido por la corriente holandesa, más los referentes rioplatenses de Guardiola —Menotti, Cappa, Bielsa—, más el revolucionarismo en la selección de Aragonés, más la discreta manera en que Vilanova supo conservar un estilo de juego, más la enorme madurez de Del Bosque, más las canteras de los otros grandes clubes españoles que ahora nutren a ligas como la alemana o la inglesa, permiten decir que este último lustro ha sido extraordinariamente prolífico para quienes nos pronunciamos a favor de una altísima estética del espectáculo futbolístico y que estos grandes referentes del fútbol español han sabido producir.