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Organizar y ganar, tareas difíciles

Una lástima, la sombra de la injusticia sobrevoló el inmenso estadio del Corinthians. El fútbol no se disfruta cuando una falla referil decide el resultado. Duele. Scolari celebró los goles más que nadie, los gritó con el alma, la garganta y el hígado.

Primero hubo una insulsa ceremonia inaugural que nadie anunció ni será recordada. Un acto llamativamente breve (25 minutos), compuesto por lo de siempre, una coreografía colorida, algunas centenas de jóvenes gimnastas con trajes curiosos y luego tres cantantes que hicieron mucha bulla y nada de música, aunque, posteriormente se comentó, hubo un problema de sonido. Vaya el descargo. Ese modesto aperitivo costó 8,2 millones de dólares, según consignó Folha de Sao Paulo.

Después, un partido intenso y no exento de atractivos, en el que Brasil no tuvo idea de cómo resolver el escollo croata, pero lo definió gracias a un error arbitral del señor Nishimura que dio un penal absolutamente inexistente que determinó un triunfador. Así comenzó el Mundial.

Una lástima, la sombra de la injusticia sobrevoló el inmenso estadio que el Corinthians recibirá como legado del Mundial. El fútbol no se disfruta cuando una falla referil decide el resultado. Duele. Scolari celebró los goles más que nadie, los gritó con el alma, la garganta y el hígado. Veterano experto, sabe el valor que tienen cuando el juego de un equipo no convence. Esos tres goles maquillan un desempeño poco satisfactorio y proporcionan tranquilidad para lo siguiente. Dentro de veinte años, saldrá un libro con la historia de los Mundiales y, al ver este 3 a 1 sobre Croacia, muchos pensarán que fue una victoria holgada, sólida, lucida. Nada más engañoso. Verán la estadística, no la circunstancia.

Ahora Brasil sabe que, si organizar el Mundial le resulta difícil y genera críticas, ganar en el campo es también una tarea tortuosa. Y este correcto equipo la va a tener en todos los partidos que se le presenten. Le faltó (le falta) generación de juego en el medio a Brasil. Y allí es donde se cocina este gran estofado del fútbol.

Para peor se topó de frente con un jugador excepcional, Luka Modric, por lejos la figura estelar de la tarde, manejando la bola, dirigiendo el juego, distribuyendo con clase, incluso cortando con autoridad, todo con una categoría magistral. Nos recordó al Falcao de comienzos de los ’80, al Xavi de los años de Guardiola. Un crack tremendo por el que José Mourinho insistió hasta la obcecación para llevarlo al Madrid. Y se dio el gusto, aunque no pudo disfrutarlo pues enseguida se fue. El agradecido es Carlo Ancelotti: Modric le cambió la cara al club merengue, le dio volumen de juego. La Champions le pertenece en gruesa porción.

Sin Madzukic en ataque (suspendido una fecha), Croacia apostó a una defensa firme —en la que descolló el zaguero Vedran Corluka, número 5—, a manejar el partido a través de Modric y Rakitic, y luego ver qué negocio se podía hacer adelante, sobre todo por la punta del bravo Ivica Olic. Se intuía que el cuadro balcánico daría fiero combate, es parte del fútbol actual: todos están parejos, bien preparados e informados. Nadie más gana con la camiseta.

Modric y Rakitic (excelente ladero, aunque con menos vuelo técnico) le generaron un problema insoluble a Brasil: le quitaron creatividad. Será su problema a resolver en lo que viene. Scolari apostó de entrada por los mismos once que aplastaron 3 a 0 a España en la final de la Copa Confederaciones del año pasado. Sin embargo, va a hacer retoques, seguro. Hulk no aporta claridad y es candidato al banco; ahí puede ingresar Willian, de excelente presente en el Chelsea.

Otro del Chelsea, Oscar, fue el valor más destacado de Brasil junto con Neymar, que si bien no descolló, se anotó dos veces en la red en su debut mundialista. No es poco. Un centro envenenado y rasante de Olic propició un infortunio de Marcelo y le permitió a Croacia abrir el marcador. Iban 11 minutos apenas, no daba para decir si era justo o no, un gol es un mérito y es lo que empieza a justificar. Neymar, con un tiro suave y la inestimable colaboración del arquero Pletikosa, llevó la tranquilidad a 200 millones de brasileños. Y ahí apareció la cola del diablo, o el silbato fatal de Nishimura. Se rozaron Corluka y Fred en el área, el brasileño simuló una falta que nadie en el mundo vio, excepto el colegiado japonés, y Brasil ganó el partido. Penal y gol de Neymar.

Luego hubo tiempo para dos fallos más, también discutidos: un gol croata anulado por falta al arquero Julio César (muy dudosa), y el tercer tanto, en tiempo de descuento, de Oscar, que pareció cometer falta a su marcador en el arranque de la jugada. También allí, como en el primero, hubo responsabilidad del portero Pletikosa. Las dos veces que la pelota le fue a rastrón, se le metió. Eso es falta de reacción o de trabajo.

Scolari dice siempre que “ganar el primer partido de un mundial es decisivo en la lucha posterior”. Ya tiene los tres puntos. Estaba respondón Felipao en la conferencia de prensa. Menos exultantes, los medios brasileños —como los de todo el mundo— fueron unánimes: no hubo penal. Y eso decretó la victoria. Da pena empezar así.