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Triunfo inaugural con trampa

Opaco inicio de torneo con un penal que para casi todos, excepto para la torcida, nunca existió. Neymar y Oscar —a lo Romario— demostraron la calidad con la que se le debe pegar a la pelota desde fuera del área y así lograron un triunfo con las conocidas características de un debut en el que abundaron las imprecisiones y el desconcierto con una Croacia que como tantas otras selecciones terminó rendida ante el peso histórico de la camiseta verde amarilla.

Fred es un oportunista de área, casi nada más, y aunque parezca una incongruencia, esto no es poco. Lo demostró en la Copa Confederaciones el pasado año anotando para la canarinha cinco goles, y ratificó su astucia, esta vez para tirarse a la piscina de la simulación y provocar en el oficial de la Policía japonesa Yuichi Nishimura, árbitro del partido, la sanción de un penal que le abrió la puerta a Brasil para ganar en el debut de un torneo que en la cancha fue por varios tramos garabateado por el apresuramiento y la imprecisión de ambos protagonistas.

En su defensa, el señor Nishimura dirá seguramente que al delantero del Fluminense lo tomaron del brazo —falta que si existió, casi nunca se cobra—, pero lo que en realidad vendió el ariete en el que tanto confía Luiz Felipe Scolari, fue un movimiento que quería generar la impresión —y lo consiguió— de que le habían pegado bien abajo para desestabilizarlo.

Este tipo de acciones, es bueno subrayarlo, se producen en fracciones de segundo y quedan siempre borroneadas por los aplastantes efectos hipnóticos que terminan generando los marcadores finales, con la previsible impotencia de los croatas que se levantarán a la mañana siguiente con una enorme bronca luego de una sacrificada faena en la que comenzaron ganando con un metafórico homenaje de Marcelo al pueblo brasileño marcando un autogol, significando que su país llegaba al minuto cero con varios goles en contra en lo referido a errores organizacionales tan cuestionados desde la ciudadanía de a pie.

Este es el quinto mundial consecutivo en el que escribo a diario para ofrecer registro total del torneo y no recuerdo hasta aquí que un arbitraje haya influido en el resultado final del partido inicial, como ya se vislumbraba en la primera etapa del juego cuando en la disputa por un balón por elevación, Neymar propinó un codazo a Luka Modric que si era un jugador del montón habría sido expulsado, en lugar del perdón que significó la tarjeta amarilla. Una buena lectura cultural, algo pasada de rosca,  diría que no parece lo más aconsejable designar una terna asiática acostumbrada a un fútbol de características diferentes para dirigir un juego en el que los códigos dominantes iban a estar marcados por la reciedumbre física europea y la picardía sudamericana.

Si el encuentro no hubiera arrancado con ese tempranero desmentido a la rigurosidad defensiva del scratch, en la que tanto énfasis pone su entrenador, con una muy rápida incursión de Ivica Olic por la banda izquierda que sorprendió desordenados y fuera de sus posiciones a todos los defensores brasileños que provocó que Marcelo anotará en puerta propia, probablemente el desarrollo hubiera tenido otra trama, con un Brasil apostando a un progresivo —y desangelado— escalamiento de posiciones conducentes a la puerta de Stipe Pletikosa, pues lo del juego bonito es solo posible con varias figuras con aptitudes para jugar bonito y, en ese sentido, solamente Neymar y Oscar están para lo impensado y los cambios de ritmo con posibilidades de generar desconcierto en el adversario como lo demostraron ayer con sus movimientos, y las soberbias definiciones del primer y tercer goles con un gigante de la portería de los rojiblancos ajedrezados que demora una eternidad en llegar al piso, peor si los balones viajan rasantes para casi morder los palos o pican fatalmente.

Con los desempeños de ayer en el Arena de Sao Paulo, habrá tenido que quedar claro por qué Scolari insiste en poner el acento en el férreo respeto al dibujo planificado, pues Brasil solo cuenta con las esporádicas repentizaciones de Neymar —que a la larga podrían ser suficientes si se ajusta el funcionamiento colectivo—, que jugó por el centro muy alejado de su posicionamiento habitual por la zona izquierda de ataque, la visión distribuidora de Oscar por adentro y ayer casi nada bueno por las bandas en la proyección y mucho menos en la marca, ya que Dani Alves anda saturado y por tanto impreciso, y Marcelo fue apenas la sombra de ese soberbio protagonista, autor del tercer gol del Real Madrid en la final de la última Champions League.

Orden sin fantasía, y desacomodos en el retroceso fueron características en Brasil frente a una Croacia que tiene en el llamado Cruyff de los Balcanes, Modric, y en Ivan Rakitic, flamante transferencia del Sevilla al Barcelona, a dos centrocampistas creativos exquisitos con los que por cierto no fue suficiente para conseguir un empate, resultado que habría reflejado con exactitud el trámite del partido, y probablemente si Mario Mandzukic jugaba (cumplió un castigo) David Luiz y Thiago Silva la habrían pasado mucho peor, cada vez que los contraataques del visitante se hicieran sentir.

Fiel a su experiencia para ir de menos a más, Brasil irá progresando en su juego, si tenemos en cuenta que, por lo menos en los antecedentes, Croacia era el rival a vencer, el más dificultoso de los que forman parte del Grupo A. El equipo de Scolari no ilusiona a los viejos amantes de la tropicalia futbolera, pero para él, más importante que cualquier otra consideración, es lograr jugar los siete cotejos imprescindibles para aspirar al título, mientras el entrenador Niko Kovac, todavía debe seguir profiriendo incendios contra el árbitro nipón que sin dudas incidió en el 3-1 final.