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Estocada final

Partieron de Madrid con un Rey y ahora que retornan temprano a casa se encontrarán con uno nuevo en el Palacio de Oriente. Los despidió Juan Carlos I y los recibirá Felipe VI. España fue un lamento real y Chile firmó una memorable e histórica jornada.

De Príncipe a Rey, de campeón del mundo a eliminado en fase de grupos. Aunque no haya estado programado y parezca una casualidad, resulta por demás significativo que el abdicado Juan Carlos I, seguramente miembro honorífico de varios clubes del rifle, haya cedido el trono a su hijo Felipe (VI) el mismo día en que un puñado de chilenos plebeyos les pintaban la cara en pleno Maracaná para despacharlos a casa en calidad de excampeones mundiales. Puede suceder excepcionalmente que acontecimientos culturales masivos —el Mundial lo es— impongan triunfos sobre ceremonias político-institucionales de avejentadas monarquías europeas que nada nos conmueven por aquí y más bien lo que nos producen es rechazo debido a sus anacrónicas y nada edificantes características.

El proceso iniciado por Marcelo Bielsa para Sudáfrica 2010 en Santiago, que fue capaz de provocar remezones en la mismísima autoestima colectiva desde Arica hasta Punta Arenas ha sido exitosamente completado y perfeccionado por Jorge Sampaoli, y para argumentar lo dicho nada más comparemos: el 25 de junio, hace cuatro años, el portero Claudio Bravo, el mismo que jugó ayer en Río de Janeiro, ejecutó un despeje pifiado hacia el centro del campo que fue bien aprovechado por David Villa para, casi desde el círculo central, concretar el 1-0 que le abriría el paso al triunfo ibérico (2-1) y las dos selecciones rojas clasificadas a octavos de final. El 18 de junio de 2014 pasará a la historia del fútbol chileno al haber conseguido cobrarse revancha casi sin fisuras de funcionamiento y con relucientes bondades de un notable trabajo colectivo.

Fue tan inteligente el planteamiento chileno que indujo a los campeones salientes del torneo a  autoconvencerse que iban por buen camino con la ilusoria tenencia de la pelota, cuando en realidad sucedió que nada más se trataba de un vuelteo interminable hacia ninguna parte, sin opciones de rompimiento de líneas y en consecuencia, con casi nulas opciones de concretar, con un Diego Costa que no fue ni la cuarta parte del eficaz anotador del Atlético, rendimiento que lo condujo a optar por la camiseta española renunciando a la verde amarilla.

La apertura del marcador a cargo de Eduardo Vargas fue la obra colectiva mejor enhebrada de lo que va del Mundial hasta aquí. Todo comenzó con un quite de balón por la banda derecha y en espacio reducido con Alexis Sánchez moviendo los hilos; cuatro toques bastaron para vaciar de contenido y llenar de desconcierto a una España que había saltado al campo todavía impactada por la paliza soportada contra Holanda, sin Gerard Piqué y Xavi Hernández, con Javi Martínez y Pedro Rodríguez para intentar imprimirles otra tónica a defensa y ataque. Nada de eso sucedió porque Chile recuperaba la pelota con sistemática implacabilidad y sabía qué hacer exactamente a continuación, coherencia que encontró nuevamente premio luego de un tiro libre disparado por Alexis que despejó con los puños Iker Casillas ¡al centro del área grande! para que Charles Aranguis procediera, sin piedad, con el fusilamiento.

El ingreso de Koke, Torres y Santi Cazorla sirvió nada más para enfatizar la terquedad en una posesión que no sirve de mucho si Andrés Iniesta deambula por el campo sin inspiración y sin mirada de horizonte.

Al final Juan Carlos I decidió retirarse a los cuarteles de sus últimos inviernos y Felipe llegó para estrenarse como flamante rey derrotado porque ahora resulta creíble y cobra sentido la afirmación de Casillas sacando cara por el Real Madrid: “Ganar la décima (Champions League) es más importante que el Mundial”. Lo que él, uno de los peores porteros de este torneo no sabía es que tendría que preparar maletas tan temprano, rendido por cansancio, lo mismo que sus compañeros, faltos de ambiciones y sometidos ante la superioridad de un rival que trabaja en el Sur de América pero que juega a la europea.