Ganar con la camiseta es cada vez más difícil
Argentina sigue sin convencer debido a su falta de dinámica e intensidad y a su desprevenida actitud ante una Irán que le hizo un gran partido, mientras que Alemania y Ghana salieron empatados luego de un juego en el que sobraron las ocasiones de gol para ambos. Este Mundial está demostrando que las camisetas históricas impresionan cada vez menos a los adversarios supuestamente más débiles
Admiración y profundo respeto es lo que se merece la Selección de Irán que terminó perdiendo en el minuto final, víctima de un genial disparo combado de Lionel Messi desde fuera del área, cuando todo hacía presumir que el resultado final reflejaría fielmente las incidencias de un juego en el que los asiáticos hicieron figura a Sergio Romero que con cuatro soberbias atajadas evitó que por estas horas la muy cuestionada línea de fondo alineada por Alejandro Sabella esté siendo crucificada por futurólogos y sabelotodos del Río de la Plata.
Con parecido orden defensivo al exhibido por Costa Rica contra Italia, sin dejar nada librado a la improvisación, Irán se animó, conforme transcurrían los minutos, a trasponer la mitad del campo para fabricar contraataques por las bandas que con mejor puntería de parte de Reza y Ghoochannejahd, habrían tenido destino de red ante una Argentina que insinuó durante los diez primeros minutos que se llevaría al rival por delante, pero que fue perdiendo supremacía porque una vez controlado y aislado Messi, disputando y ganando en la recuperación en el corazón del campo, Irán volvió a demostrar cómo debe prepararse un equipo que llega desahuciado por antecedentes y cómo debe poner en juego sus habilidades frente a los nombres de gran cartel, y ayer, de muy gris producción.
Tendrá que tragarse lo que dijo en una cadena internacional el relator uruguayo Julio Ríos, que presagiaba “sin ninguna duda” que Argentina no tendría problemas para golear a los iraníes primero y a los nigerianos luego, cuestión que está por verse, dada la evolución del torneo. Y tendrán que volver a recordar, los agrandados con residencia en Montevideo y Buenos Aires, que la cosa es durante 90 minutos, que los partidos hay que jugarlos, que en la cancha los consagrados deben demostrar por qué consiguieron llegar tan alto, cosa que ayer no sucedió porque, en primer lugar, Fernando Gago se convirtió en una carga lenta, pesada, previsible y prescindible en lugar de un dinamizador del juego si se considera que su rol pasa por el inicio del juego creativo.
El cuerpo técnico argentino demoró demasiado en determinar los ingresos de Ezequiel Lavezzi y Rodrigo Palacio por los neutralizados Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín, y no quiso mirar el fracaso en el medio terreno que estaban produciendo Gago y también Ángel Di María que chocó demasiadas veces con la eficaz marca del rival, con un Messi prácticamente intrascendente durante todo el trámite y solamente contando con el ímpetu de Marcos Rojo que muy solitario buscó romper el cerco rival por la banda izquierda, apelando al repetido expediente de los centros por elevación en los que ganaron la mayor parte de las veces los muy coherentes iraníes.
Argentina comenzó dubitativa su participación en esta Copa del Mundo frente a Bosnia y no esperaba que el rival de ayer en Belo Horizonte fuera mucho más que un puñado de voluntariosos colgados del travesaño. En efecto, el muy previsible 4-3-1-2 casi nunca funcionó por el medio del campo porque los albicelestes carecieron de aspectos fundamentales para marcar diferencia: Salida veloz, combinación de variantes por adentro y por afuera, dinámica, cambios de ritmo y jerarquía en los últimos veinte metros, todo esto evitado, por supuesto, gracias al planteamiento cumplido a raja tabla por los dirigidos por el portugués Carlos Queiroz.
¿Messi? A no llamarse a engaño, salvó a sus compañeros de la crítica lapidaria con el golazo del triunfo, pero parece bastante improbable que él solo pueda ganar la Copa para Argentina, porque su aporte es insignificante cuando el juego asociado no aparece para encender su talento.
Una hora más tarde, en Fortaleza, Ghana casi le gana a una Alemania que jugó con la seriedad que la caracteriza, muy distante de las debilidades propias del vedetismo latino, y tuvo que su- dar la gota gorda para conseguir un 2-2 final, debidamente firmado por Miroslav Klose que de esta manera convertía su gol número 15 en copas del mundo.
Sin poner el acento excesivo en las precauciones tácticas de la marca y el cierre de espacios, africanos y germanos fueron un canto a la generosidad prodigándose por buscar el arco contrario, produciendo uno de esos partidos de ida y vuelta con muchísimas situaciones de riesgo para las porterías, cada vez menos frecuentes en el firmamento de las obligaciones en el que se impone no perder antes que otra cosa.
Los africanos llegaban de ser derrotados por Estados Unidos (1-2) y los alemanes de vapulear sin atenuantes a la desvencijada Portugal de Cristiano Ronaldo (5-1), que luego de una muy disputada y pareja primera etapa, fueron a por todas en los segundos 45, en la que los ghaneses exhibieron su muy solvente condición física, pues la mayoría de ellos, a sus condiciones naturales, les han agregado el trabajo exigente que se hace en equipos de Italia, Holanda, Rusia, Francia, Alemania, Turquía y Grecia, destacando fundamentalmente los autores de las anotaciones, André Ayew y Asamoah Gyan.
Esta nueva Alemania más encaradora a diferencia de la que actuó en Sudáfrica 2010, con el mismo seleccionador, Joachim Löw, se vio tonificada con el ingreso de Bastian Schweinsteiger y el aporte goleador de Klose, el primero preservado por encontrarse superando una lesión y el segundo que con sus 36 años ya no está para aguantar partidos completos.
El grupo G informa pronóstico en suspenso, considerando que en la fecha definitoria de grupos, Alemania deberán enfrentarse al equipo del norte de América dirigido por Jurgen Klinsman, y Ghana depende primero de lo que hagan hoy lusos y estadounidenses para a continuación buscar imponerse a Portugal y acceder a octavos de final.