Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 10:42 AM

Ganar con la camiseta es cada vez más difícil

Argentina sigue sin convencer debido a su falta de dinámica e intensidad y a su desprevenida actitud ante una Irán que le hizo un gran partido, mientras que Alemania y Ghana salieron empatados luego de un juego en el que sobraron las ocasiones de gol para ambos. Este Mundial está demostrando que las camisetas históricas impresionan cada vez menos a los adversarios supuestamente más débiles

Admiración y profundo respeto es lo que se merece la Selección de Irán que terminó perdiendo en el minuto final, víctima de un genial disparo combado de Lionel Messi desde fuera del área, cuando todo hacía presumir que el resultado final reflejaría fielmente las incidencias de un juego en el que los asiáticos hicieron figura a Sergio Romero que con cuatro soberbias atajadas evitó que por estas horas la muy cuestionada línea de fondo alineada por Alejandro Sabella esté siendo crucificada por futurólogos y sabelotodos del Río de la Plata.

Con parecido orden defensivo al exhibido por Costa Rica contra Italia, sin dejar nada librado a la improvisación, Irán se animó, conforme transcurrían los minutos, a trasponer la mitad del campo para fabricar contraataques por las bandas que con mejor puntería de parte de Reza y Ghoochannejahd, habrían tenido destino de red ante una Argentina que insinuó durante los diez primeros minutos que se llevaría al rival por delante, pero que fue perdiendo supremacía  porque una vez controlado y aislado Messi, disputando y ganando en la recuperación en el corazón del campo, Irán volvió a demostrar cómo debe prepararse un equipo que llega desahuciado por antecedentes y cómo debe poner en juego sus habilidades frente a los nombres de gran cartel, y ayer, de muy gris producción.

Tendrá que tragarse lo que dijo en una cadena internacional el relator uruguayo Julio Ríos, que presagiaba “sin ninguna duda” que Argentina no tendría problemas para golear a los iraníes primero y a los nigerianos luego, cuestión que está por verse, dada la evolución del torneo. Y tendrán que volver a recordar, los agrandados con residencia en Montevideo y Buenos Aires, que la cosa es durante 90 minutos, que los partidos hay que jugarlos, que en la cancha los  consagrados deben demostrar por qué consiguieron llegar tan alto, cosa que ayer no sucedió porque, en primer lugar, Fernando Gago se convirtió en una carga lenta, pesada, previsible y prescindible en lugar de un dinamizador del juego si se considera que su rol pasa por el inicio del juego creativo.

El cuerpo técnico argentino demoró demasiado en determinar los ingresos de Ezequiel Lavezzi y Rodrigo Palacio por los neutralizados Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín, y no quiso mirar el fracaso en el medio terreno que estaban produciendo Gago y también Ángel Di María que chocó demasiadas veces con la eficaz marca del rival, con un Messi prácticamente intrascendente durante todo el trámite y solamente contando con el ímpetu de Marcos Rojo que muy solitario buscó romper el cerco rival por la banda izquierda, apelando al repetido expediente de los centros por elevación en los que ganaron la mayor parte de las veces los muy coherentes iraníes.

Argentina comenzó dubitativa su participación en esta Copa del Mundo frente a Bosnia y no esperaba que el rival de ayer en Belo Horizonte fuera mucho más que un puñado de voluntariosos colgados del travesaño. En efecto, el muy previsible 4-3-1-2 casi nunca funcionó por el medio del campo porque los albicelestes carecieron de aspectos fundamentales para marcar diferencia: Salida veloz, combinación de variantes por adentro y por afuera, dinámica, cambios de ritmo y jerarquía en los últimos veinte metros, todo esto evitado, por supuesto, gracias al planteamiento cumplido a raja tabla por los dirigidos por el portugués Carlos Queiroz.

¿Messi? A no llamarse a engaño, salvó a sus compañeros de la crítica lapidaria con el golazo del triunfo, pero parece bastante improbable que él solo pueda ganar la Copa para Argentina, porque su aporte es insignificante cuando el juego asociado no aparece para encender su talento.

Una hora más tarde, en Fortaleza, Ghana casi le gana a una Alemania que jugó con la seriedad que la caracteriza, muy distante de las debilidades propias del vedetismo latino, y tuvo que su- dar la gota gorda para conseguir un 2-2 final, debidamente firmado por Miroslav Klose que de esta manera convertía su gol número 15 en copas del mundo.

Sin poner el acento excesivo en las precauciones tácticas de la marca y el cierre de espacios, africanos y germanos fueron un canto a la generosidad prodigándose por buscar el arco contrario, produciendo uno de esos partidos de ida y vuelta con muchísimas situaciones de riesgo para las porterías, cada vez menos frecuentes en el firmamento de las obligaciones en el que se impone no perder antes que otra cosa.

Los africanos llegaban de ser derrotados por Estados Unidos (1-2) y los alemanes de vapulear sin atenuantes a la desvencijada Portugal de Cristiano Ronaldo (5-1), que luego de una muy disputada y pareja primera etapa, fueron a por todas en los segundos 45, en la que los ghaneses exhibieron su muy solvente condición física, pues la mayoría de ellos, a sus condiciones naturales, les han agregado el trabajo exigente que se hace en equipos de Italia, Holanda, Rusia, Francia, Alemania, Turquía y Grecia, destacando fundamentalmente los autores de las anotaciones, André Ayew y Asamoah Gyan.

Esta nueva Alemania más encaradora a diferencia de la que actuó en Sudáfrica 2010, con el mismo seleccionador, Joachim Löw, se vio tonificada con el ingreso de Bastian Schweinsteiger y el aporte goleador de Klose, el primero preservado por encontrarse superando una lesión y el segundo que con sus 36 años ya no está para aguantar partidos completos.

El grupo G informa pronóstico en suspenso, considerando que en la fecha definitoria de grupos, Alemania deberán enfrentarse al equipo del norte de América dirigido por Jurgen Klinsman, y Ghana depende primero de lo que hagan hoy lusos y estadounidenses para a continuación buscar imponerse a Portugal y acceder a octavos de final.

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¿Equipo versus genio?

Si vamos a ser estrictamente fieles a nuestros preceptos, deberemos reconocer sin ambages que los germanos han hecho una gran campaña —no uno o dos partidos aislados— para obtener el título, mientras que Argentina ha ido avanzando a fuerza de empuje.

El primer gol de Chile (Eduardo Vargas) frente a España y el segundo anotado por Colombia (James Rodríguez) frente a Uruguay, y por lo menos dos de los que Alemania le hizo a Brasil, resumen, desde mi experiencia y mis preferencias, el sentido de jugar bien al fútbol, de tener perfectamente sincronizados los atributos personales con una idea central de juego y para ello, Jorge Sampaoli y José Pekerman han trabajado extraordinariamente, contando a su disposición con el material humano necesario a fin de plasmar las formas en que había que desempeñarse en esta copa del mundo que concluye hoy.

El fútbol está hecho también de ironías y a cuarenta años de la final de Munich, cuando Alemania enfrentaba a la revolucionaria Holanda, los devotos del buen juego esperábamos la consagración naranja evitada por Paul Breitner y Gerd Müller. Hoy es el equipo germano, subrayando las diferencias cualitativas correspondientes, la Holanda de entonces. Tiene individualidades, juego de conjunto, y efectividad. Es decir, tiene lo que en distintos tiempos exhibieron Brasil, España, Argentina y la propia Holanda y que en este mundial no pudieron.

Con este cuadro de situación, si vamos a ser estrictamente fieles a nuestros preceptos, deberemos reconocer sin ambages que los germanos han hecho una gran campaña —no uno o dos partidos aislados— para obtener el título esta tarde en el Maracaná, mientras que Argentina, muy parecida a la del 90, ha ido avanzando a fuerza de empuje al encontrarse en el campo con que las cosas se le ponían muy difíciles para erigirse en el equipo con iniciativa ofensiva que fue en Sudáfrica 2010: Es mejor ser menos potentes adelante, pero no dar ventajas en defensa.

Así las cosas, Argentina llega por entereza y heroísmo al séptimo partido, el definitorio, más por el sentido de sacrificio y eficacia con la marca del gran Javier Mascherano, que por la fantasía que quedó en los buenos deseos de la conjugación de talentos que, pensábamos, estaban para romperla en esta Copa, pero que en suma  se materializó en un tortuoso recorrido de partidos ganados por mínima diferencia, extremando al límite todo lo trabajado en resistir y reaccionar, pasando la creatividad a un segundo plano y avanzando a duras penas con los cuatro goles de Lionel Messi, un par de ellos sacados de la galera del mago que es.

Las propuestas de cada equipo dependen de los jugadores con los que se cuenta, y por eso, quienes creen que el jogo bonito pasa nada más por decisiones tácticas, no miran que Brasil tiene hoy un solo virtuoso con la pelota, que Argentina tiene cansados al propio Messi y a DiMaría, que España se saturó de tanto jugar-ganar con excelencia, y Holanda decidió pronunciarse por el pragmatismo para ver si así podía llegar donde no llegó con su revolución setentera.

Argentina está más para una gesta plagada de previsiones tácticas. Tendrá demasiadas obligaciones que cumplir en el campo, dada la superioridad colectiva del rival que ha ido ganando en solidez y contundencia en los últimos años, nutriéndose de las mejores influencias ejercidas por Jupp Heynckes y Pep Guardiola desde el Bayern de Múnich, y Jurgen Klopp desde el Borussia Dortmund. El fútbol alemán de los grandes clubes y de su selección, entonces, han tenido correspondencia en calidad y resultados en los últimos tiempos, a diferencia de otras selecciones europeas que poco tienen que ver con la enorme competitividad que ejercen sus ligas nacionales como las de Inglaterra, Italia y España que quedaron fuera del torneo en las primeras de cambio.

Queda abierta la gran interrogante si se impondrán los mejores como equipo que tendrán enfrente al mejor jugador del planeta que no ofrece posibilidades intermedias: O juega un partidazo en el que es capaz de hacerlo todo, o es borrado del campo como sucedió frente a Holanda. De todas maneras, las dos escuadras llegan con muchísima historia sobre sus espaldas y si hay algo por lo que se puede apostar es que efectivamente como dijo el capitán simbólico de la celeste y blanca, Javier Mascherano, éste será “el partido de su vida”, y seguro que con esa actitud se puede intentar equiparar lo que futbolísticamente no se puede.

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Sudacas con doctorado europeo

El gran fútbol que se está viendo en este Mundial de Brasil lo han venido trabajando las canteras y los grandes clubes europeos. Así se ha podido ver hasta ahora, y en esa lógica, selecciones sudamericanas como la colombiana y la chilena han demostrado que a la inspiración hay que agregarle mucho y muy buen trabajo.

El fútbol de hoy, como nunca antes, es producto del trabajo, de la repetición de movimientos en las prácticas, de los ensayos con pelota parada, del esfuerzo sin concesiones para alcanzar la condición física ideal a fin de lograr el mejor ritmo posible durante 90 minutos de idas y vueltas, de aguante con pelota dividida, de contactos resultantes de todo tipo de intenciones, desde agarrones de camiseta hasta patadones arteros.

Eso en Bolivia nos empeñamos en pretender no saberlo o en eludir el debate y las acciones acerca de estos elementos que se entrenan integralmente para ser reproducidos en cada partido de la manera más fiel posible a lo concebido y ejercitado en el campo de entrenamiento. Solo así se comprende por qué Arjen Robben comienza a correr detrás de Sergio Ramos a quien termina superando a un promedio de casi 40 kilómetros por hora con pelota dominada y doblega a Iker Casillas. Solo así se entiende que Robin van Persie vuele para meter un cabezazo bombeado y cuelgue al mismo portero español. Solo así se comprende cómo pudo Luis Suárez consagrarse goleador de la Liga inglesa durante la última temporada y batir de cabeza y de remate cruzado ayer a Joe Hart, meta del Manchester City y de la selección dirigida Roy Hodgson.

Hoy el fútbol es más físico que en el siglo pasado, pero eso no significa que se circunscriba a ese aspecto debido a que esta característica se ha convertido en potenciadora de habilidades técnicas, en herramienta fundamental para embellecer el juego en tanto precisión y velocidad forman parte de una estética acorde con los vertiginosos tiempos que nos ha tocado vivir y así lo han comprendido hace bastante entrenadores y seleccionadores sabedores de que el talento sin esfuerzo y constancia, choca, más temprano que tarde, contra las fortalezas del sacrificio, la organización, las previsiones y la puntualidad.
Esto significa que si a las naturales condiciones para jugar al fútbol en Sudamérica se le agrega el rigor en las prácticas, tenemos resultados como los conseguidos hasta ahora por Colombia, Chile y con la emoción a flor de piel, Uruguay, que otra vez mezcla con éxito su marca rioplatense y su talante charrúa, aguerrido, inclaudicable y ganador.

Uruguay le ganó espectacularmente a Inglaterra y de eso se hablará más por la forma en que lo consiguió, pero se ha notado con mayor claridad la orientación desde el banquillo (José Pekerman y Jorge Sampaoli), con Chile que venció a España y Colombia a Costa de Marfil a partir de ritmos sostenidos en los que se impusieron el temperamento, la concentración, la aplicación en la marca, la inteligente disposición de la pelota a la hora de tenerla, más los gravitantes cambios de ritmo y la capacidad para convertir goles de Eduardo Vargas, Charles Aranguiz, James Rodríguez y Juan Fernando Quintero.

La vieja discusión de los años 60-70 en sentido de que los europeos eran más atléticos y los sudamericanos más fantasistas, ha sido superada porque es más fácil igualarse en términos de resistencia y velocidad con quienes mejor lo hacen, que buscar, casi siempre infructuosamente, intentar equiparar las cosas en lo concerniente al dominio de balón, aunque al final de cuentas las cualidades hayan terminado cruzándose —europeos exquisitos y sudamericanos con cada vez mayor capacidad psicomotriz—. En otras palabras, los que creían que pisarla, pasarla, hacer un caño o ejecutar una chilena hacían la diferencia, ahora saben que no, que la diferencia se consigue a partir del entrenamiento, la buena utilización del tiempo libre y el desarrollo intelectual, y en eso, las potencialidades de los diamantes en bruto que parten del sur hacia la tierra prometida de los millones de millones de euros, terminan convirtiéndose en piezas inimitables porque de la joyería se encargan los equipos multidisciplinarios que consiguen valor agregado en uno o dos años.

El gran fútbol que se está jugando en esta Copa del Mundo, en consecuencia, lo están produciendo las casas matrices —semilleros y clubes—de Alemania, Holanda, España y ahora también Italia que se reinventó quitándose el corsé del catenaccio, y que al trabajo de los guías especializados en todas las disciplinas vinculadas al gran juego, le agregan contrataciones claves de lo mejor que pueda surgir en Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia y Chile. Es decir, Neymar, Messi, Suárez, Falcao y Alexis Sánchez como botones de muestra.

Cómo se nota todo esto? En la forma de concebir y procurar la recuperación de la pelota. En la manera de trasladarla hacia el campo adversario, en la forma de resolver encarando por adentro o por afuera hacia el área rival, por el empeño en la exactitud con que se ejecutan envíos aéreos y cómo son recibidos éstos para intentar goles de cabeza, y todo junto con la constante del ritmo y la capacidad de sorprender. En otras palabras como Chile maniató y fulminó a España y Colombia sacó marca diferenciada de efectividad frente a la mejor selección africana presente en Brasil, esa Costa de Marfil de Toure Yaya, Gervinho y todavía de rato en rato, Didier Drogba.

La calidad de varios partidos hasta aquí jugados nos permite avizorar que este será el mejor mundial de los 20 realizados desde 1930, que si bien las selecciones históricas todavía están en condiciones de mantener supremacía, en la mayoría de los casos deben pasar por las exigencias de rivales de segunda fila, pero con una gran capacidad competitiva como lo han podido demostrar Bosnia frente a Argentina (1-2) o Australia frente a Holanda (2-3). Aunque no dejen de existir favoritos por acumulación de méritos, ahora queda más claro que la capacidad competitiva ha crecido y esto se ha venido consiguiendo con mucho y muy responsable compromiso de los futbolistas con los valores deportivos de cada país. Solamente así se puede. Los milagros en el fútbol son cada vez más esporádicos y se hacen cada vez más imposibles.

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El fútbol de hoy, como nunca antes, es producto del trabajo, de la repetición de movimientos en las prácticas, de los ensayos con pelota parada, del esfuerzo sin concesiones para alcanzar la condición física ideal a fin de lograr el mejor ritmo posible durante 90 minutos de idas y vueltas, de aguante con pelota dividida, de contactos resultantes de todo tipo de intenciones, desde agarrones de camiseta hasta patadones arteros.

Eso en Bolivia nos empeñamos en pretender no saberlo o en eludir el debate y las acciones acerca de estos elementos que se entrenan integralmente para ser reproducidos en cada partido de la manera más fiel posible a lo concebido y ejercitado en el campo de entrenamiento. Solo así se comprende por qué Arjen Robben comienza a correr detrás de Sergio Ramos a quien termina superando a un promedio de casi 40 kilómetros por hora con pelota dominada y doblega a Iker Casillas. Solo así se entiende que Robin van Persie vuele para meter un cabezazo bombeado y cuelgue al mismo portero español. Solo así se comprende cómo pudo Luis Suárez consagrarse goleador de la Liga inglesa durante la última temporada y batir de cabeza y de remate cruzado ayer a Joe Hart, meta del Manchester City y de la selección dirigida Roy Hodgson.

Hoy el fútbol es más físico que en el siglo pasado, pero eso no significa que se circunscriba a ese aspecto debido a que esta característica se ha convertido en potenciadora de habilidades técnicas, en herramienta fundamental para embellecer el juego en tanto precisión y velocidad forman parte de una estética acorde con los vertiginosos tiempos que nos ha tocado vivir y así lo han comprendido hace bastante entrenadores y seleccionadores sabedores de que el talento sin esfuerzo y constancia, choca, más temprano que tarde, contra las fortalezas del sacrificio, la organización, las previsiones y la puntualidad.
Esto significa que si a las naturales condiciones para jugar al fútbol en Sudamérica se le agrega el rigor en las prácticas, tenemos resultados como los conseguidos hasta ahora por Colombia, Chile y con la emoción a flor de piel, Uruguay, que otra vez mezcla con éxito su marca rioplatense y su talante charrúa, aguerrido, inclaudicable y ganador.

Uruguay le ganó espectacularmente a Inglaterra y de eso se hablará más por la forma en que lo consiguió, pero se ha notado con mayor claridad la orientación desde el banquillo (José Pekerman y Jorge Sampaoli), con Chile que venció a España y Colombia a Costa de Marfil a partir de ritmos sostenidos en los que se impusieron el temperamento, la concentración, la aplicación en la marca, la inteligente disposición de la pelota a la hora de tenerla, más los gravitantes cambios de ritmo y la capacidad para convertir goles de Eduardo Vargas, Charles Aranguiz, James Rodríguez y Juan Fernando Quintero.

La vieja discusión de los años 60-70 en sentido de que los europeos eran más atléticos y los sudamericanos más fantasistas, ha sido superada porque es más fácil igualarse en términos de resistencia y velocidad con quienes mejor lo hacen, que buscar, casi siempre infructuosamente, intentar equiparar las cosas en lo concerniente al dominio de balón, aunque al final de cuentas las cualidades hayan terminado cruzándose —europeos exquisitos y sudamericanos con cada vez mayor capacidad psicomotriz—. En otras palabras, los que creían que pisarla, pasarla, hacer un caño o ejecutar una chilena hacían la diferencia, ahora saben que no, que la diferencia se consigue a partir del entrenamiento, la buena utilización del tiempo libre y el desarrollo intelectual, y en eso, las potencialidades de los diamantes en bruto que parten del sur hacia la tierra prometida de los millones de millones de euros, terminan convirtiéndose en piezas inimitables porque de la joyería se encargan los equipos multidisciplinarios que consiguen valor agregado en uno o dos años.

El gran fútbol que se está jugando en esta Copa del Mundo, en consecuencia, lo están produciendo las casas matrices —semilleros y clubes—de Alemania, Holanda, España y ahora también Italia que se reinventó quitándose el corsé del catenaccio, y que al trabajo de los guías especializados en todas las disciplinas vinculadas al gran juego, le agregan contrataciones claves de lo mejor que pueda surgir en Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia y Chile. Es decir, Neymar, Messi, Suárez, Falcao y Alexis Sánchez como botones de muestra.

Cómo se nota todo esto? En la forma de concebir y procurar la recuperación de la pelota. En la manera de trasladarla hacia el campo adversario, en la forma de resolver encarando por adentro o por afuera hacia el área rival, por el empeño en la exactitud con que se ejecutan envíos aéreos y cómo son recibidos éstos para intentar goles de cabeza, y todo junto con la constante del ritmo y la capacidad de sorprender. En otras palabras como Chile maniató y fulminó a España y Colombia sacó marca diferenciada de efectividad frente a la mejor selección africana presente en Brasil, esa Costa de Marfil de Toure Yaya, Gervinho y todavía de rato en rato, Didier Drogba.

La calidad de varios partidos hasta aquí jugados nos permite avizorar que este será el mejor mundial de los 20 realizados desde 1930, que si bien las selecciones históricas todavía están en condiciones de mantener supremacía, en la mayoría de los casos deben pasar por las exigencias de rivales de segunda fila, pero con una gran capacidad competitiva como lo han podido demostrar Bosnia frente a Argentina (1-2) o Australia frente a Holanda (2-3). Aunque no dejen de existir favoritos por acumulación de méritos, ahora queda más claro que la capacidad competitiva ha crecido y esto se ha venido consiguiendo con mucho y muy responsable compromiso de los futbolistas con los valores deportivos de cada país. Solamente así se puede. Los milagros en el fútbol son cada vez más esporádicos y se hacen cada vez más imposibles.

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