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México y la maldición de los octavos

México quedó como un niño al que se le pincha el globo. Venía jugando feliz, animado, siendo una de las revelaciones del torneo y ¡puf…! Una vez más se le cruzó la maldición del cuarto partido. En los últimos cinco mundiales había chocado contra ese muro impasable de concreto. Ayer sumó la sexta decepción consecutiva. Ahora fue el seleccionado de Holanda el verdugo que le tronchó la ilusión de seguir soñando. ¡Y cómo…! Porque hasta faltando cinco minutos ganaba y acariciaba el pase; le empataron; y en tiempo de descuento le dieron el golpe inesperado, cruel: gol de Holanda, penal… Y de un penal discutidísimo.

¿Si fue falta…? Pensábamos que hubo un 25% de pisotón y 75% de ficción, pero que algún toquecito había existido. Sin embargo, el propio Arjen Robben incendió al árbitro portugués Pedro Proença con su declaración posterior: “Fue un clavado y me disculpo por ello. Reconozco que Márquez nunca me tocó”, admitió. Da rabia que un partido se decida por una simulación, porque el eliminado es un latinoamericano que lo estaba haciendo bien, y  porque Holanda no alcanzó a merecer la victoria.

Luego Robben salió a aclarar que no había fingido en el penal definitorio sino en una jugada del primer tiempo, en la que también cayó en el área. Pero todo fue muy confuso. Tal vez alguien le dijo que esa declaración era una locura, un atentado al Juego Limpio, y la corrigió. De lo contrario, la FIFA podía actuar de oficio y sacarlo del torneo. Solo él sabe la verdad.     

¿POR QUÉ UN EUROPEO? La pregunta es ¿por qué un árbitro europeo para dirigir un partido entre un equipo de Europa y otro de Concacaf? ¿Por qué no un africano, asiático, oceánico o incluso sudamericano, puesto que es esta otra confederación? Hay que reducir el margen de suspicacias siendo lo más ecuánime posible. Y eso se lograba con un juez de otro continente. Para el cotejo Argentina-Suiza se repetirá el tema: fue designado el sueco Jonas Eriksson. No está bien.

MUY TERRENAL. Después de aquel lapidario 5 a 1 a España (con la que también se lució Chile), pareció que Holanda era una aplanadora que dejaba lisos y planchados a todos. Frente a México se nos disolvió esa imagen. Fue un equipo normalito, hasta menos que eso, con un Robben siempre peligroso y un Van Persie errático, con el que Van Gaal acertó un pleno: lo reemplazó por Huntelaar y este fue decisivo: bajó muy bien de cabeza un centro para que Sneijder metiera el empate con un balazo bajo y luego convirtió el penal en gol.

EL PECADO AZTECA. Retrasarse y revolearla. A veces uno no quiere meterse atrás, lo lleva el rival. Pero México, después de 60 minutos siendo superior en todo, se fue encajonando. Un poco porque Holanda necesitaba el empate y pujó hacia adelante, otro poco porque el “Tri” comenzó a revolear la pelota a cualquier lado. Cuando esto sucede, lo único que se hace es interrumpir el asedio adversario por unos segundos, no más. Saca un zaguero, mete un zapatazo de 50 metros y la aleja, pero en un instante está de nuevo el rival soplando en la puerta, como el viento. Lo reconoció el propio entrenador mexicano Miguel Herrera, quien se hizo famoso en este Mundial por la forma en que vive los partidos. “Creo que desde el primer gol nos equivocamos, se tira muy atrás el equipo”, dijo. Y esta es una historia muy conocida: quien cree que defiende la victoria atrincherándose en torno a su área, tarde o temprano, pierde. Esta vez fue tarde.

RETRATO DE VAN GAAL. Marcio Santos, destacado zaguero del Brasil campeón mundial de 1994, hizo ayer una dura semblanza de Louis van Gaal, técnico de Holanda, a quien tuvo como DT en el Ajax, en 1995. “Trataba a todos los jugadores como niños, pero no puedes manejarte con futbolistas de experiencia como si fueran criaturas. Yo llegué siendo campeón del mundo y él pensaba que debía decir amén tras cada una de sus órdenes. Es un excelente entrenador, pero no habla mucho. Su problema es el carácter. Está siempre serio. Ni su dentista le debe conocer los dientes. Las únicas veces que lo vi sonreír fue para las fiestas de fin de año, cuando estaba bebido. Debería tomar un poco de alcohol para ir a trabajar. En las comidas separaba a los negros de los blancos”. O sea, no le quedó un buen recuerdo.

MILAGRO PROPIO. Paulo César Cajú, aquel número “10” de Brasil en 1970 que alternaba el puesto con Gerson es ahora columnista de O Globo, magnífico diario carioca. Al menos lo es en este Mundial. Es muy crítico del juego de su selección, ya desde el primer partido. Ayer escribió: “Cero imaginación, cero conjunto. Va a ser así hasta que Dios quiera. No hay tiempo para cambiar. Solo dependemos de un milagro. Y ante Chile le debemos la victoria a él. ¿A quien? Al milagro. La gente está feliz, pero yo soy del tiempo en que quienes precisaban de milagros eran los rivales de Brasil”.

‘SALVADORES DE LA PATRIA’. Fue el título de portada en O Globo. Y abajo lo amplía: “Julio Cesar y el travesaño”. Los dos factores que salvaron de la eliminación a Brasil. “Si Brasil perdía, se acababa el Mundial”, opinaron muchos periodistas. Para nada, seguía tranquilamente. El Mundial es de todos.

FALLO EXAGERADO. O Estado de Sao Paulo, uno de los dos diarios principales de Brasil, publicó este domingo una jugosa declaración del Dr. Joaquim Barbosa, presidente de la Corte Suprema de Justicia de Brasil, quien consideró como “desproporcionado” el castigo a Luis Suárez. Preguntado por Sonia Racy, de la columna Directo de la Fuente, el ministro admitió que el jugador debe ser sometido a una evaluación psicológica. “Después de todo, su actitud no es trivial y repitió por tercera vez. Pero la FIFA no muestra el mismo rigor en situaciones similares”, concluyó.

Jorge Barraza, Periodista argentino, columnista de La Razón