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Barça, despilfarro y desatinos

Un presidente que renuncia (huye) sin dar explicaciones ni aparecer más en público —Sandro Rosell—, un interino que nadie votó (ni quiere) —Josep María Bartomeu—, un entrenador inexperto y cuestionadísimo —Luis Enrique—, un director deportivo cesado por incompetente —Andoni Zubizarreta—, gastos exorbitantes en fichajes desafortunados, orgullo exagerado por una cantera que dejó de producir verdaderos cracks (La Masía) y magros resultados deportivos…

Un cóctel demasiado explosivo para un solo club: el Barcelona. Quienes han seguido el devenir de la gran institución catalana no se sorprenden del clima espeso e irrespirable en el Camp Nou. El club que tuvo la suerte que le cayera Messi del cielo, sin buscarlo (tocó timbre), no pega una. Elige mal, decide peor y ve pasar el tiempo de su superestrella sin sacarle el jugo como debiera, ganando más títulos, estableciendo una era inigualable como la que marcó Di Stéfano en el Real Madrid.

Peor que eso, dio pie a que el Madrid, que era una máquina de gastar y de pifiar, se enderezara y redondeara un año excelente, ganando la décima Copa de Europa. Y que un futbolista de inferior calidad que su genio le arrebatara un Balón de Oro, que posiblemente serán dos mañana en Zúrich. Desde la salida de Laporta y Guardiola (clarividente, entrevió que se desmoronaba el castillo), el Barcelona protagoniza su propia comedia de enredos y burradas.

Edulcorada con algunos títulos porque, aún en bajada, ese equipo de Xavi, Iniesta y Messi fue tan fabuloso que sacudiendo apenas la melena lograba alguna estrella.

Hristo Stoichkov, siempre ligado sentimentalmente al club, fue rotundo en la semana: “No saben mimar a Messi. Dime algún jugador extranjero del Barça que no haya salido por la puerta de atrás. En los periódicos las tres primeras páginas son para Messi y la última para Bartomeu. Le tienen envidia… Leo pierde otro Balón de Oro por culpa de éstos…”.

La única buena noticia del mundo Barça es el anuncio del presidente en ejercicio de llamar a elecciones anticipadas para junio (tenía un año más). Así logró descomprimir una situación casi volcánica. Con ello abrió las puertas a la ilusión mayoritaria de que retorne al comando Joan Laporta, en cuya gestión se incorporó a Ronaldinho, se nombró a Pep Guardiola, y donde floreció el mejor Barcelona de la historia. Laporta acaba de manifestar que está entusiasmado y podría volver.

La línea transversal del Barcelona se llama Lionel Messi. Por él pasa todo. “Si Leo está feliz, lo demás es muy fácil”, dijo alguna vez Guardiola, que lo comprobó al principio de su gestión, sacándolo en mitad de un partido y despertando el malhumor cerrado (y callado), del “10”, que quiere jugar todos los minutos de todos los cotejos. Sino, como la mula, se empaca, mira para abajo y no avanza. A partir de allí no lo sacó más y empezó a darle dos días más de vacaciones que al resto del plantel para pasar más tiempo en Rosario, su hábitat. Leo se lo pagó marcando centenas de goles. Si Messi sonríe, Barcelona funciona. Es la ecuación que los inteligentes del club entendieron; los otros nunca lo descifraron (“Él debe acatar las órdenes del Míster”, “No debe haber privilegios para nadie”). Messi no pide tanto: dos días más de licencia y jugar siempre.

Sus eternos silencios se rompieron el 23 de noviembre; desnudó un pensamiento, un estado de ánimo: “Si bien dije muchas veces que me gustaría quedarme hasta el final de mi carrera en el Barcelona, a lo mejor a veces no todo se da como uno quiere… Hoy por hoy vivo el presente, en poder hacer un gran año y terminar bien en el Barcelona consiguiendo los títulos que queremos, que intentamos conseguir y nada más. Después se verá, el fútbol da muchas vueltas”. Las declaraciones de Leo al diario Olé fueron una bomba que causaron regocijo en Madrid y temblor en Cataluña. Estaba en desacuerdo por los permanentes desaciertos conductivos del club en materia futbolística. Las continuas malas contrataciones que fueron debilitando al equipo y lo llevan a jugar con escasas posibilidades de coronar. “A él le gustan los títulos colectivos y que vengan jugadores de gran clase que lo puedan ayudar. Que el día que no puede hacer goles, los hagan otros”, dicen quienes están cerca del vestuario. Por eso es feliz con Neymar, con quien se lleva de maravillas, y por eso se alegró con el fichaje de Suárez. Pero no todos los que llegan son de esa calidad.   

Para peor, Barcelona fue castigado por la FIFA por contratar futbolistas menores de 18 años, algo prohibido por las reglas. Y por un año y medio no puede fichar.

Tuvo que ser esa línea transversal llamada Messi la que generara la catarsis. Recibió los dos días extras (igual que Neymar y Alves, sus amigos), pero al regresar de las fiestas Luis Enrique los dejó en el banco frente a la Real Sociedad. A los tres. Y el Barça perdió. Era la oportunidad de oro de tomar la punta de nuevo pues el Madrid había caído ante el Valencia. Messi, avizorando otra temporada en blanco, tuvo un encontronazo con el DT, muy fuerte, y explotó otra bomba en Cataluña. Primera reacción, Bartomeu despidió a Zubizarreta, en cuyos cuatro años y medio el club gastó 527 millones de dólares en fichajes. Segunda, anunció elecciones anticipadas y, según los últimos corrillos, el presidente le aseguró a Messi el jueves por la noche que Luis Enrique está sentenciado; no se sabe si llega a junio.

En el medio, Leo salió con la cinta de capitán y dio otra exhibición ante el Elche. La afición lo ovacionó, dándole todo el respaldo en la pulseada. Messi nunca jugó como ahora, está estupendo, lúcido, velocísimo, armando juego, dando pases geniales y también goleando. Pero ve que se les escapa otro año.Según su entorno, que rara vez ofrece fisuras, si esta temporada el Barça no gana nada Leo se iría en junio. No necesita el aval del club, se va cuando quiere.

Simplemente debe acordar su vinculación a otro equipo y que este pague los 250 millones de euros de la cláusula de rescisión en la Federación. Hay tres clubes que lo quieren y tienen los recursos para hacerlo: Chelsea, Manchester City y Paris Saint Germain. El problema es la nueva norma del Fair Play financiero que obliga a vender por la misma cantidad que se compra. Esto lo torna imposible.

La otra es que en junio gane Laporta las elecciones, en cuyo caso podría desembarcar en el Barça el magnífico técnico chileno Manuel Pellegrini, del agrado de Messi. Ocurre que a Pellegrini llegó al City por Txiki Begiristain, quien fue director deportivo del Barça en la presidencia de Laporta. Cuando éste se fue, Txiki lo siguió. Y ahora volvería con todo el equipo técnico.

Desde hace tres años el Barça es un polvorín, solo que ahora prendió la mecha Messi.