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El regreso de Pablo Escobar

/ 23 de marzo de 2015 / 04:55

El retorno de Pablo Escobar a la selección boliviana, el indiscutible líder atigrado de la última década, coincide con la anotación de su gol número 200 en primera división —partido jugado frente a Sport Boys el sábado en el estadio Hernando Siles— y lamentablemente con un esguince en el tobillo derecho, según el reporte preliminar consignado por Marcas, que los stronguistas esperamos pueda superar lo más rápido posible.

Recuerdo siempre la “maradoniana” frase de “no pretendo ser ejemplo para nadie” en sincera y culposa confesión acerca de los avatares de una vida repleta de euforia, fútbol como nunca se vio, alcoholes, drogas y un itinerario sentimental de lo más accidentado con nuevos capítulos cada cierto tiempo, esos que entretienen a las morbosas plateas de la televisión bizarra argentina que usufructúa de la miseria y la excentricidad el golpe bajo y el efectismo escandaloso de una golpiza, una infidelidad o cualquier otro episodio emparentado con el incidente y la violencia física y psicológica.  

El recuerdo viene como anillo al dedo en este caso porque hay futbolistas que probablemente estén en la línea de no querer ser referentes de nada, lo mismo que Diego, mientras aparecen otros que sin proponérselo, tan solo con una distinta manera de vivir, se convierten en modelos a seguir, simple y llanamente porque se trata de personajes públicos muy queridos por la gente, que nada más hacen las cosas normales que debe hacer una persona coherente que aprecia su profesión y cuida su capital de valores humanos para conseguir la mayor expresividad posible en su rendimiento dentro del campo.

Pablo Escobar no parece querer dárselas de profesor o guía espiritual de nadie, pero termina ofreciendo lecciones porque su dedicación al fútbol pasa esencialmente por el compromiso con su familia, y es por ello que no está en programas de televisión de madrugada o trasnoche, circunscribiendo su relacionamiento con los medios de comunicación antes o después de las prácticas en su club y a la finalización de cada cotejo en el que muy frecuentemente es protagonista decisivo de lo que hace The Strongest en la cancha. El “10” atigrado no es un “figureti”, como tantos abundan en la feria futbolera de las vanidades, porque sabe que el aprecio de la gente y el reconocimiento masivo pasan por la calidad futbolística que es capaz de demostrar partido a partido, que el cariño de la curva sur y de todos los atigrados del país, e incluso de quienes no son seguidores del equipo aurinegro, es la natural consecuencia del buen juego, de esos perfectos pases filosos como el que le cedió a Wayar frente a Universidad de Chile para que anotara el segundo, o de la capacidad para definir con oficio y autoridad muy por encima de la media de lo que ofrece rutinariamente la Liga boliviana, como lo hizo con sus dos anotaciones frente al Morelia de México para sellar la clasificación hacia la fase de grupos de la Copa Libertadores.

E s cierto que un futbolero de exquisito paladar reconocerá en Escobar virtudes técnicas y ubicuidad táctica según lo exija cada desafío; pero, en primer lugar, lo que Pablo dejará en el bronce de la historia atigrada es su amor por el fútbol que grita a los cuatro vientos, profundo sentimiento que se expresa por su militancia oro y negro, por su drástico rechazo a la derrota, por su potencia comunicacional para guiar a sus compañeros y empujarlos hacia las puertas de la confianza por donde se ingresa a las jornadas memorables que es capaz de gestar una identidad en la que abundan la mística y los símbolos de todas las épocas que no son otra cosa que expresiones de la historia de la cultura de La Paz, impregnada de vicuñas, chayñitas, negritos de la suerte, próceres como Rafo Mendoza y arengadores de gradería incomparables como lo fueron Marina Azcárraga y Raúl Chupa Riveros.

En el profesionalizado y tantas veces gélido territorio del fútbol actual son cada vez más esporádicas las apariciones de futbolistas comprometidos con una divisa como la de Pablo Escobar, compromiso que se hace extensivo a la Verde, luego de decidirse por la nacionalidad boliviana sin dejar de ser, qué duda cabe, un paraguayo de pura cepa que honra con su temperamento y espíritu de lucha el muy aguerrido y combatiente fútbol guaraní, del que surgió a través de Olimpia, Libertad y Cerro Porteño.

Todos quienes trabajamos duro y parejo para que Mauricio Soria fuera el actual seleccionador de Bolivia estamos convencidos de que el retorno de Pablo Escobar podrá constituirse en factor determinante para generar una identidad que el llamado equipo de todos está requiriendo hace demasiado tiempo. Digo esto en el contexto de una propuesta futbolística de la que el seleccionador está convencido, a través de un método de trabajo con el cual cree poder maximizar las virtudes de los jugadores que convoca y, en ese ámbito, el papel de Escobar podrá tornarse decisivo, dentro de la cancha, de cara al primer desafío que significa enfrentar a México, Ecuador y Chile en la Copa América 2015 a jugarse en territorio chileno.

Por razones personalísimas, Escobar decidió hace un par de años renunciar a la selección. Ahora que las cosas han cambiado durante el transcurso de este tiempo, motivado por su muy buena química con Mauricio Soria, regresa para aportar con sus virtudes futbolísticas y de liderazgo que siempre una selección nacional necesita. Pablo tiene 36 y hasta los más prejuiciosos en esta materia saben que es capaz de rendir más y mejor que un chico de veintipico que no se cuida como él, y que nos ha recordado que existen futbolistas que tienen a la compañera y a los hijos como lo fundamental de su vida, y que son precisamente ellos, desde su casa que cuida como un templo, los que le dan fuerza interior para haber inscrito su nombre, con letras atigradas, en los mejores capítulos de la historia del fútbol boliviano.

(*)Julio Peñaloza Bretel es periodista. Responsable de Historia y Estadística de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).

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¿Comprometidos con el fútbol boliviano?

/ 1 de junio de 2015 / 06:01

Hace 26 años, un empresario y político llamado Gonzalo Sánchez de Lozada ganaba las elecciones presidenciales con mayoría relativa, en tiempos en que el segundo o el tercero podían acceder a la Presidencia de la República gracias a la Constitución vigente en la época, y fue así que debió esperar cuatro años para llegar al Palacio Quemado en el plan de continuar con el libreto neoliberal en el que las clases medias despolitizadas creímos, producto de la debacle udepista (1982-1985) y nos tragamos el caramelo de la salvación concebido por Víctor Paz Estenssoro con la ayuda de su socio estratégico, Hugo Banzer Suárez, que tuvo en el harvardiano Jeffrey Sachs a uno sus principales asesores que impulsaron el 21060 para que Bolivia no se nos muriera.

Corregido el rumbo de la economía, neutralizados los escandalosos números de la hiperinflación, vivimos tiempos de discursos ideológicos proscritos en que la verdad única venía dictada por el consenso de Washington, y entonces no cabía en las ciudades otra religión que la de la irrestricta libertad del mercado y el vaciamiento del Estado como instrumento de defensa y protección de los recursos humanos y naturales del país, hasta que el patrimonialismo tan caro a nuestra histórica fisonomía política nos alertaba con que Sánchez de Lozada y los suyos, ya en su segundo mandato, habían decidido que los recursos estratégicos se manejaran desde arriba y desde afuera, hasta que se puso en riesgo de irreversible enajenación y saqueo la riqueza gasífera de la que Bolivia vive hoy, en otras condiciones, bajo otros parámetros y por supuesto que con Goni y algunos de sus amigos finalmente prófugos, viviendo en Washington y en otras ciudades estadounidenses.

Tan grande había sido la catástrofe económica del izquierdismo de principios de los 80 que en Bolivia no cabía la mínima posibilidad de otro recetario para sobrevivir en las desiguales aguas del mercado internacional, que subastar el patrimonio de nuestras venas abiertas al capital transnacional para que los bolivianos termináramos domesticados en la resignación de que como periféricos y tercermundistas que somos debíamos acostumbrarnos a vivir de migajas y que la pobreza y las carencias marcarían sin remedio, y por los siglos de los siglos,  nuestro destino fatal.

Sirva el preámbulo anterior para establecer un paralelismo con lo sucedido en materia de políticas deportivas en la historia republicana con énfasis en los logros de 1993 y 1997, exactamente los años de inicio y cierre del primer gobierno gonista, cuando la Academia Tahuichi había promovido durante dos décadas anteriores la formación y promoción de valores que permitieron al fútbol boliviano ofrecer una calidad competitiva sin precedentes con una clasificación para una Copa del Mundo (USA 1994) y la disputa de una final de Copa América (1997 en Bolivia), que vistas las cosas con precisión y detenimiento, se constituye en el mayor logro del fútbol boliviano a nivel de selecciones luego del campeonato obtenido en 1963.

Qué quedó de todo eso? Lamentablemente que la Academia Tahuichi con el deceso de su fundador y principal impulsor, Rolando Aguilera, dejó de producir en cantidad y calidad, futbolistas con potencia competitiva internacional y de esta manera comenzamos a rezagarnos en el espectro sudamericano. Que de ese tiempo pervive un inmueble de cinco pisos, propiedad del ente máximo del fútbol boliviano, pero ni un solo plan estratégico de aquella época, ninguna propuesta que involucrara al Estado a través de sus instancias gubernamentales para aprovechar como era debido la motivación de tener a Melgar, Etcheverry, Sánchez o Baldivieso como referentes en plena vigencia para cambiar, y en serio, la matriz formativa, tratando de multiplicar por todos los rincones el modelo Tahuichi. La herencia fue ésa y a ello habrá que agregar un progresivo incremento de deudas impositivas producto de evasiones sistemáticas que crecieron como una bola de nieve.

Quienes trabajamos en alguna instancia del fútbol boliviano no debiéramos perder de vista que fue a partir de estos antecedentes que comenzó a desandarse el camino hasta llegar a la sencilla y contundente conclusión que un fútbol competitivo es posible solamente con la producción formativa de valores capaces del tú a tú con argentinos, brasileños, uruguayos o colombianos y que mientras estos vecinos han persistido en la senda de enrumbar a chicos y jóvenes hacia los escenarios competitivos internacionales, Bolivia quedó rezagada lenta e imperceptiblemente al extremo de que hoy, ni el futbolero mejor intencionado y más auténticamente comprometido podría afirmar sin lugar a equivocarse que el boliviano es un fútbol que tiene a tal o cual gran jugador y que intentar forzar las cosas sería admitir que la buena voluntad puede ganarle a la realidad objetiva.

Lecturas rigurosas en un amplio horizonte temporal nos dicen permanentemente por qué la brecha se ha ensanchado, aunque como ahora está sucediendo,  se estén concretando los mejores esfuerzos para encarar la Copa América Chile 2015 con una muy buena planificación, cerrándole la puerta al espontaneísmo o al voluntarismo.  Pasa que a la hora de la competencia, cuando el balón empieza a rodar, ni la planificación, ni las inversiones en mejoras significativas en materia de preparación pueden garantizarnos nada, cuando lo que generalmente termina imponiéndose en un campo es la calidad o falta de ella entre unos y otros.  Argentina tiene a Messi, Brasil a Neymar, Uruguay a Cavani, Colombia a James Rodríguez, Chile a Alexis Sánchez y con esos nombres de referencia se podrá comprender más sencillamente por qué están varios peldaños más arriba que Ecuador, Perú, Paraguay, Venezuela o Bolivia.

Sánchez de Lozada le dejó a Bolivia la capitalización y la casi desaparición del Estado. Las distintas gestiones al mando del fútbol boliviano —y ojo que no me refiero solamente a las cúpulas, sino a todos los estamentos que lo componen— poco han podido hacer sin el dinero suficiente, sin alianzas estratégicas con los gobiernos de turno nacionales y subnacionales,  sin mirada estratégica en sentido de que producir fútbol no es ir a patear pelota un ratito en una cancha cualquiera, o encontrar fortuitamente valores potenciales en torneos intercolegiales. El fútbol es hoy una empresa mundialmente gigantesca en la que, en distintos niveles de compromiso, intervienen la sociedad —los potenciales jugadores—, el Estado —primer responsable en materia de educación física con los ciudadanos de un país—, y el mercado —aquél en que comienzan a cotizarse los jugadores que acceden a la esfera profesional—.

Sobre este irresuelto asunto, hemos escrito ríos de tinta, en distintos tonos y en distintos sitios, y ahora que la selección boliviana se alista para un nuevo desafío, considero sensato y oportuno recordar que hay una historia, unos antecedentes, unos actores y unos responsables para que nos encontremos en una inocultable inferioridad de condiciones para la gran competencia internacional, convencido como estoy, que Mauricio Soria y su equipo de trabajo están haciendo las cosas de manera rigurosa y profesional para estar en condiciones de dar batalla a sus rivales, y demostrar que el trabajo serio puede compensar en cierta medida, las evidentes ventajas históricas con las que cuentan nuestros vecinos y eventuales adversarios.   

Julio Peñaloza Bretel es periodista. Encargado de la Historia y Estadística de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).

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Guardiola vs. Guardiola en final adelantada

/ 27 de abril de 2015 / 07:33

La mediática trayectoria del Real Madrid en estas dos primeras décadas de 2000, salpicada de incidentes y culebrones, desembocó en una crisis que recién se va superando, y que fue producto del melodrama que supone una ruptura amorosa, una fiesta políticamente incorrecta y una lesión que generó un cortocircuito en la seguidilla de más de 20 partidos ganados al hilo con un desempeño fulgurante que prefiguraba el inicio de una nueva época para el equipo de los amores de Alfredo di Stefano. Ancelotti había encontrado en James al versátil organizador hacia la zona de definición que jugaba perfectamente conectado a Modric, Kroos e Isco, CR7 se había convertido en un gran pasador, además de seguir luciendo su proverbial estampa goleadora junto a un movedizo y eficaz Benzema que transita por las áreas como un fantasma apareciendo por donde menos se lo espera, hasta que los merengues fueron azotados por el otro Madrid (0-4) y esa misma noche entre burbujas y reggaeton, Cristiano Ronaldo festejaba su cumpleaños número 30, emocionalmente triturado por la partida de su novia rusa y modelo, quien lo acusó sutilmente de infiel y enfermizamente egocéntrico.

Fue a partir de entonces, con el alejamiento forzado de James durante un par de meses, que la estantería realista rodó por el despeñadero, coyuntura bien aprovechada por el Barcelona de Luis Enrique que salía de una crisis de vestuario en la que se había producido una pulseta de poder con Lionel Messi al que sentó al banquillo en un partido de liga por haber llegado 24 horas después de lo acordado de un viaje realizado a la Argentina con motivo de las fiestas de fin de año.

Al revés de lo que suele suceder con el Madrid, las asperezas se limaron a puertas cerradas, los trapos sucios se secaron en una trastienda invisible a las cámaras de televisión, y los culés empezaron a recuperar ritmo y rendimiento para pasar a comandar la tabla en la liga nacional, introduciendo, además, variantes de juego en largo, como ese pelotazo de Messi para Alba que recibió el balón para meterlo al centro del área y que Luis Suárez dejó pasar entre las piernas para que Neymar con portería desguarnecida inaugurara el marcador en el derbi catalán del sábado, cotejo que acabaría con un 2-0, luego de otra gran intervención de Luisito que desde la banda derecha metió un pase hacia adentro para Iniesta, quien devolvió por vía aérea y el uruguayo que vio a Messi llegar por izquierda bien perfilado, se la cedió para que Lio marcara su gol 36 en el campeonato español.

El Madrid, con Xabi Alonso y Ángel Di María fuera de la plantilla, con las incorporaciones decisivas de James Rodríguez y Toni Kroos, asunto bien planeado por Carlo Ancelotti, amenazaba con hacerse imbatible, mientras Messi, Neymar y quién sabe quiénes más andaban en escaramuzas con Enrique, hasta que en un abrir y cerrar de ojos la situación se hizo inversamente proporcional, y tenemos que el Barça recuperó jerarquía con las pilas recargadas de Messi, con Neymar anotando en cada partido, con Suárez cada vez más acoplado haciendo realidad el tridente soñado en ataque para ejecutar triunfos y con el cerebral.

Andrés Iniesta recuperando su estirpe, añadiéndole versatilidad a su inagotable creatividad, todo esto bien soportado de Sergio Busquets para atrás, con un equipo solidario de una perfeccionada presión alta para malograr la salida del adversario, y jugando a la mixtura del espacio reducido, su imagen de marca, y ahora también apostando a balonazos recibidos por delanteros capaces de controles propios de malabaristas que saben resolver situaciones en ataque con la rapidez, precisión y eficacia que solo es posible con una superlativa calidad de juego. Mientras el Real Madrid deberá enfrentar a la Juventus en una de las semifinales de Champions, que propondrá un juego típicamente italiano, “demasiado táctico con cinco defensores” como alguna vez resumió Carlos Tévez, el Barcelona y el Bayern de Múnich escenificarán una final adelantada con dos protagonistas de parecido ideario que no se guardarán nada para buscar llegar a Berlín donde se jugará la final el 6 de junio. Las dificultades de los merengues serán parecidas a las confrontadas en cuartos frente a los del Atlético de Simeone, seguramente con la presencia de Marcelo, Benzema y Bale, pero lamentablemente sin la participación de ese extraordinario Luka Modric que cuando juega no es ostensible dado su estilo, pero cuando no lo hace, las transiciones del campo propio al ajeno no son lo fluidas que delanteros con capacidad para el cambio de ritmo esperan.

Así, el Madrid deberá bregar por romper el cerrojo, y evitar que Andreas Pirlo timonee con la estaticidad magistral que lo caracteriza, los contraataques a los que Carlos Tévez y Arturo Vidal les estampan su jerarquía de manera formidable. Lo más interesante se producirá, qué duda cabe, en Múnich y en Barcelona, cuando Pep Guardiola deba enfrentar a esos artistas con los que logró construir una orquesta incomparable, y este no es un lugar común, sino una definición verificable en los hechos,  de la que quedan por supuesto, gran parte de esos grandes intérpretes, reinventados con el paso del tiempo y que deberán verse las caras con ese nuevo ensamble de quien fuera su maestro en las divisiones juveniles y en ese primer equipo que hizo de la fusión buen juego y triunfo la de- mostración rotunda de que el fútbol es mejor concebido como una danza repleta de solistas que conforman cuerpo de baile y no una guerra poblada por soldados corajudos con un par de genera- les y varios sargentos.

Es frecuente que cuando las expectativas se inflan en demasía, las cosas no alcancen los picos de calidad esperados, pero de lo que no deberemos dudar es que el Barcelona querrá sacarse el mal sabor de hace un par de años cuando los bávaros los aplastaron con un global 7-0 también en semifinales de Champions, momento en el que se comenzó a utilizar el concepto de intensidad para definir la categoría de ese equipo dirigido por el ya retirado Jupp Heynckes y en el que todavía actúan de gran manera, bajo el nuevo estilo impuesto por Pep, figuras como Arjen Robben, Franck Ribéry,

Thomas Müller y Bastian Schweinsteiger, a los que se han sumado nuevas y tan valiosas como Mario Gotze y Robert Lewandowski procedentes del Borussia Dortmund y los muy pensantes Thiago Alcantará y Xabi Alonso, llegados del Barcelona y el Real Madrid.

Guardiola rivalizará contra él mismo, consciente de que su excompañero de campo, Luis Enrique, no había sido el papanatas que cierto apresurado periodismo había condenado a una breve estada en el banquillo del Camp Nou, y que luego de una opaca transición en la que el equipo no se sabía bien a qué jugaba, ya puede decirse que ha logrado conservar el distintivo de la tenencia y la propuesta ofensiva, pero con interesantes añadidos de un fútbol más pragmático y de resolución más rápida, que jugadores habituados a la exquisitez del toque, la triangulación y la progresión en bloque no estaban acostumbrados, y que paulatinamente van incorporando con precisión y éxito, utilizando principalmente la experiencia de Suárez acumulada en Inglaterra cuando se trata de exigencias que pasan por el forcejeo y la búsqueda del balón dividido, en tanto que con un sistema muy parecido estará un Bayern del que no sabemos cuánto de esa intensidad que lo distinguía conserva, a la que ha agregado, por supuesto, las características que a Pep le interesan y que en 100 partidos jugados bajo el mando del catalán ha ganado el 70%, ha empatado el 20 y solo ha perdido el 10%. Las claves de los 180 minutos estarán en cuál logrará marcar supremacía en la recuperación que de inmediato conlleva tenencia con traslación y búsqueda de profundidad.

Los dos deberían pro- poner algo parecido y eso significa que tendríamos eso que se explica por la frase trillada de partido de ida y vuelta. Si así resultara, en la puntada final estribará la diferencia en términos de marcador, pero lo que más interesa a los futboleros de fino paladar es que podamos asistir a dos puestas en escena en la que abunde la creatividad que conduce a una fiesta visual con dos equipos empeñados a diario en el perfeccionamiento ad infinítum.

(*) Julio Peñaloza Bretel es periodista. Encargado de Historia y Estadística de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF)

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Delirios conspirativos

/ 27 de febrero de 2015 / 09:50

Nunca faltan los anecdóticos que imaginan cosas que nada tienen que ver con la realidad como acaba de suceder con la prueba de doping que ha dado resultado positivo en el caso de Rodrigo Ramallo de The Strongest, luego del partido jugado contra el mexicano Morelia. El jugador atigrado puede jugar en tanto no haya surgido una sanción oficial en su contra, ya que al haber autorizado la apertura del frasco B que servirá para ratificar o rectificar el primer análisis, el proceso de laboratorio está en curso y habrá que esperar el informe final previsto para la primera semana de marzo.

En la pasada versión de la Copa Libertadores de América, alguna dirigencia extraviada, incómoda con el rol decorativo que le toca jugar en el presente, la emprendió contra la Conmebol y sus personeros cuando se decidió rectificar una sanción contra el futbolista Leandro Romagnoli, que según constatación de registro audiovisual, no había cometido la infracción que se le endilgaba en partido jugado contra el Cruzeiro, por lo que el armador del equipo de Boedo quedaba habilitado para enfrentar a Bolívar en la instancia semifinal del torneo. Se dijo entonces que no se había hecho lo suficiente para “defender” a la Academia boliviana, otorgándosele ventaja al club argentino con la decisión, cuando la realidad era incontrastable e inapelable: Romagnoli quedaba absuelto por el correspondiente —e independiente— tribunal disciplinario, de una culpa  inexistente y se hubiera incurrido en una arbitrariedad inadmisible si no se corregía la inicial y errónea sanción.

Con el establecimiento del resultado positivo de la prueba contra el doping del delantero atigrado Rodrigo Ramallo, luego del partido jugado contra el Morelia de México, han vuelto a saltar al ruedo otro puñado de delirantes que tejieron fantasías como la siguiente: Una mano negra en la Conmebol decidió justo el día en que The Strongest enfrentaba en Manta al Emelec, “filtrar” la información a una organización deportiva televisiva para impactar de tal manera en la estabilidad del barco atigrado, que esto pudiera significar una “ayuda extra” al dueño de casa Emelec. De esta manera, los tigres bolivianos quedarían tan desencajados y perderían la órbita para encarar de la mejor manera al que a estas alturas se puede decir que es el mejor equipo del grupo del que también forman parte la U de Chile y el Internacional de Porto Alegre.

Veinticuatro horas después —demasiado tarde desde el punto de vista del sentido de oportunidad informativo— el club de Achumani informaba a través de su presidente, César Salinas, que la Conmebol le hizo saber que Rodrigo Ramallo, al haber dado su consentimiento para que se abriera el frasco B de su prueba y al no existir todavía sanción o absolución, se encontraba plenamente habilitado para jugar contra el campeón ecuatoriano y que la determinación de no haberlo incluido ni siquiera en el banco de suplentes, correspondió exclusivamente a su entrenador Néstor Craviotto en el marco de las decisiones deportivas que el responsable de un equipo toma o deja de tomar para encarar un partido de estas características. Es más, como los resultados del segundo análisis todavía no están listos y se demorará hasta la siguiente semana para conocer una decisión final sobre el caso, Ramallo no tiene impedimento alguno para jugar el clásico programado para este domingo en el marco del torneo Clausura de la liga boliviana.

En consecuencia, The Strongest, de acuerdo con el reglamento de la Copa Libertadores, estaba debidamente informado sobre la habilitación de Ramallo, por lo que elucubraciones de los más absurdos voltajes no caben en un contexto donde la reserva o la confidencialidad no tiene sentido alguno, ya que si hay una prueba contra el dopaje que da resultado positivo, lo lógico es que los responsables de la administración de tan delicado ítem en el deporte, proporcionen la información que inevitablemente adquirirá, casi de inmediato, carácter público.

Este nuevo hecho pone otra vez en evidencia la precariedad de los mecanismos institucionales de los llamados clubes profesionales de Bolivia, que no cuentan con políticas ágiles e inequívocas para el tratamiento de casos excepcionales como este, e incluso para otros de trámite rutinario como el de los envíos de notas de conformidad según lo exige el reglamento, con todas y cada una de las cláusulas, en este caso, de la Copa Libertadores de América: Los tres clubes bolivianos que participan en la actual versión —Universitario de Sucre, San José y The Strongest— tenían plazo hasta el miércoles 21 de enero para hacer llegar a la Conmebol dichas notas, pero no lo hicieron, y tuvo que ser una gestión excepcional la que les permitiera prorrogar el plazo por cuarenta y ocho horas para alcanzar a cumplir con el requisito. Efectivamente, los clubes bolivianos enviaron las respectivas notas recién el viernes 23 de enero, cuando el resto de los clubes participantes lo había hecho en los plazos estipulados y de no mediar dicha “gestión extraordinaria” pudieron haber quedado sin participar de la Copa a raíz de su informalidad o cuando menos, falta de sentido de previsión.

Los hinchas infiltrados en espacios de direccionamiento informativo y de opinión suelen hacerle daño al fútbol en tanto confunden sus más íntimos deseos personales con las condiciones objetivas vinculadas al hecho deportivo en sí. En este caso, lo que se insinuó fue mezclar el desempeño futbolístico de los atigrados con el impacto que habría significado la noticia del doping de Ramallo, lo que obligaba a Craviotto a variar la alineación, forzando a Pablo Escobar como delantero de área e incluyendo a Nelvin Soliz como volante ofensivo, con la misión de generar juego en esa línea. Traducción: The Strongest no jugó bien y perdió porque a última hora le variaron el dibujo a partir de la imprevista situación de su hombre de punta.

Separado el remezón que produjo el asunto de Ramallo y visto el partido en el que Emelec le ganó incuestionablemente a The Strongest, seamos sinceros y sobre todo honestos con nosotros mismos, reconociendo que el equipo ecuatoriano fue claramente superior en la propuesta de juego que le permitió el 3-0, que los aurinegros, con o sin Ramallo, habrían jugado más o menos igual, si se tiene en cuenta que su principal déficit estuvo en las insuficientes tareas de contención, especialmente en la zona izquierda por donde llegó el aluvión azul durante la primera etapa, apertura del marcador con infracción previa incluida y un segundo gol producto de una tardía llegada para interceptar el balón por parte de Castro.

Emelec fue sólido desde su línea de fondo, rápido y sorpresivo para atacar, y The Strongest no supo definir las dos nítidas oportunidades que generó en la segunda etapa, por lo menos para acortar la diferencia en el marcador. Emelec ganó por su mayor calidad futbolística, y de ninguna manera porque se hubiera producido un trauma colectivo en el vestuario visitante, consecuencia de la contrariedad generada por la inesperada noticia de un doping que da positivo, y que muy probablemente cuenta con el rotundo atenuante de una ingesta accidental, producto de consumo de carne vacuna en la que se encuentra la sustancia llamada clembuterol y que ya en varias oportunidades la FIFA ha reconocido que su consumo involuntario no puede ser causal de suspensión para ningún jugador profesional.

Julio Peñaloza Bretel es periodista. Responsable de Historia y Estadística de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF).

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Opinión

Yaya Touré, el imprescindible del City

Ausencia Los sky blue del Manchester City deben estar maldiciendo la Copa Africana de Naciones para la que fue citado Touré.

/ 19 de enero de 2015 / 07:00

El chileno Manuel Pellegrini ha sido distinguido como el mejor entrenador de la Premier League correspondiente al trabajo de diciembre. A diferencia del desangelado pero eficaz Chelsea, al que le pisa los talones en la cima de la tabla de posiciones, el Manchester City basa su protagonismo en una generosa propuesta ofensiva con la letal contundencia de Sergio Agüero que a fines del pasado año le hizo nada menos que tres goles al Bayern de Guardiola al cierre de la fase de grupos de la Champions.

Este otro Manchester, animador central en las últimas tres temporadas de la liga inglesa, tiene jugadores de creatividad ofensiva no siempre debidamente ponderada como la de David Silva, centrocampista que mueve los hilos para que el mismo Kun o Edin Dzeko aparezcan de frente al arco rival con posibilidades inmejorables de definición. Parecida importancia tiene el también hispano Jesús Navas con quien los intercambios de posiciones con pelota dominada en la zona de gestación hacia puertas adversarias, permiten certificar que si algo ha producido en los últimos años el fútbol español, es centrocampistas de envidiable técnica con gran versatilidad para responder a las contingencias de cada juego, panorama que se completa con Isco del Real Madrid, Koke del Atlético, y Santi Cazorla del Arsenal que seguramente serán columna vertebral de la nueva selección española con vistas a la próxima Eurocopa.

Con todas las bondades observadas, en el partido de ayer, los sky blues deben estar maldiciendo la realización de la Copa Africana de Naciones para la que ha sido convocado Yaya Touré, quien se constituye en el hombre infaltable para el éxito que busca destronar del primer puesto a los blues de Mourinho. De familia futbolera, el ex Barcelona es hoy la pieza fundamental de un gran equipo, pero definitivamente necesitado del gran conductor que a pesar de la muerte de su hermano Ibrahim en pleno desarrollo de la Copa del Mundo, optó por seguir con la pelota en lugar de acudir a las exequias para las que por supuesto fue liberado por el cuerpo técnico de Costa de Marfil.

El mejor de los Touré —el otro es su hermano Kolo del Liverpool— quita bien, pasa bien, y dispara bien de media distancia con balón en movimiento o detenido. Tiene un sentido de ubicuidad perfecto desde el centro del campo y con su sola presencia, la brújula de los celestes se regula automáticamente, asunto que se hace insuficiente con los brasileños Fernando y Fernandinho, e incluso con esa institución del fútbol inglés llamado Frank Lampard. Estos tres, muy buenos futbolistas, necesitan de esa especie de director técnico dentro del campo que es Yaya, quien no está seguro de continuar en el equipo de propiedad del jeque Mansour bin Zayed Al Nahyan y es el que con su ausencia de ayer, frente al Arsenal, nos recordó que los grandes equipos de la élite futbolera pueden depender de una gran figura.

Todo  lo contrario sucedió con el Arsenal que desde el inicio tomó sólidas precauciones para neutralizar los embates del segundo de la tabla —que a pesar de no contar con su pieza fundamental, y tampoco con el senegalés Bacary Sagna, también convocado por su selección al torneo africano, ratificó su predicamento ofensivo—, esta vez fuertemente pertrechado en defensa con el galo Francis Coquelin como pieza de contención por delante de los centrales, Per Mertesacker y Laurent Koscielny. Como hacía mucho no nos constaba, Arsene Wenger no desechó el plan ofensivo que caracteriza a los gunners, pero esta vez lo hizo poniendo el acento en un gran orden cuando correspondía retroceder, lo que produjo un partido de gran dinámica con dos equipos queriendo siempre la posesión de la pelota, con un Cazorla que produjo varias situaciones en ataque que lo condujeron a adueñarse de las incidencias más punzantes del partido, en el que en esta oportunidad brilló menos el chileno Alexis Sánchez y tuvo en la cabeza de Olivier Giroud, la opción de consolidar el resultado (2-0) con un cabezazo incuestionable, luego de un centro en el que Martin DeMichelis y Vincent Kompany fueron primereados por el ataque del Arsenal.

Los cañoneros que comenzaron ganando con un penal producto de una obstrucción de Kompany a Aaron Ramsey, consiguieron el triunfo con ese ansiado equilibrio de rendimiento de líneas que por su vocación ofensiva, tanto le cuesta conseguir y le ha significado derrotas cruciales que en las últimas temporadas lo sitúan entre el cuarto y sexto puesto de la tabla. Prueba de esto es que durante la primera etapa, el portero colombiano David Ospina no atajó una sola pelota, debido a que el plan defensivo surtió efecto sin fisuras, en tanto no había riesgo de disparos de media distancia habitualmente a cargo del ausente Touré.

Con la batuta de Cazorla que ya hizo olvidar lo mucho que en determinado momento pudo aportar Mesut Özil, hace rato relegado al banco de suplentes, el Arsenal recordó ayer por qué es uno de los históricos del fútbol europeo y por qué, con la pertinaz vocación de Wenger, no deja de jugar según lo dicta la marca tradicionalmente ofensiva y espectacular de la casa que lo cobija desde 1996.

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El patrón del Barça

/ 12 de enero de 2015 / 04:25

Lo impensado en el fútbol también se produce fuera del campo. Hasta hace un par de años era inimaginable que Messi y Cristiano Ronaldo fueran a transfigurar sus estilos mediáticos de manera tan sorprendente como está sucediendo en este año 15 del nuevo siglo. Mientras a Lio le sentaba muy bien el papel de Peter Pan, de niño que nunca envejece, que hablaba para los medios lo estrictamente necesario y prefería pasar inadvertido en el cotidiano vivir, a CR7 le quedó colgado el estereotipo de metrosexual, caracterizado por el glamoroso mundo de diseño, autos deportivos y novias con apariencia de propensión anoréxica. El uno era el chico salido de la gran cantera, de una escuela en la que en primer lugar se inculcan valores sempiternos, al que un severo tratamiento le había permitido ganar centímetros de estatura, y el otro, el tipo fashion que cotiza inmejorablemente en la bolsa publicitaria y que hizo de su nombre con tableta abdominal impecable una exitosa marca en el mundo del consumo fatuo.

Jugadores de fútbol como éstos explican sus orígenes en dos estrategias disímiles de encarar el negocio futbolero, pues mientras Messi, el más talentoso de todos en el último tiempo, digan lo que digan sus detractores, es el resultado del trabajo en equipo, del respeto a los maestros que contribuyeron a cincelar su arte (Vilanova, Guardiola, Reikjaard) y a la estricta vigilancia paterna que vela por los intereses de los negocios familiares, el otro, nacido en Madeira, Portugal, es hijo del drama familiar que significa tener un padre alcohólico y un hermano narcodependiente, y por supuesto que hijo del esfuerzo y la disciplina individualista de gimnasio hasta que Alex Ferguson supo situarlo en el centro de gravitación del Manchester United para luego convertirse en el álter ego de su compatriota, José Mourinho, con quien finalmente acabarían a los tortazos, cuando el egocéntrico entrenador terminó por perder el control del vestuario madridista.

Hasta aquí, la historia maniquea funcionaba sin fisuras:  Messi era el bueno, agradecido a su abuela cada vez que celebra un gol apuntando con los índices al cielo, y Ronaldo que debe su nombre a un homenaje al presidente estadounidense Ronald Reagan, era el odioso del casting, el tipo al que todos envidian por sus atributos, pero al que desprecian y no invitan cuando se trata de organizar una fiesta. Messi era un niño irreprochable y Cristiano, un eficaz goleador que no tendría la más pálida idea de lo que significa la palabra humildad. El uno procede de una familia clase media de Rosario, Argentina, y el otro es de cuna pueblerina, con unos coterráneos que ahora se solazan con una escultura de cuerpo entero con la que se decidió inmortalizar a quien debe estar ansioso por llevarse en las próximas horas un segundo Balón de Oro consecutivo.

La muerte de Tito Vilanova y la llegada de Carlo Ancelotti al Santiago Bernabéu marcaron rupturas fundamentales para que en este momento los perfiles de Messi y CR7 hayan dado giros indisimulables para el uno y renacentistas para el otro, ya que las filtraciones desde el vestuario blaugrana pusieron en evidencia que Lio, una vez fallecido uno de sus maestros, estaba en condiciones de hacer honor a un sobrenombre que pocos usan (la mayoría lo simplifica equivocadamente como Leo) cuando el orden natural sujeto a su influencia se rompe, cosa que ya pasó levemente con Guardiola, quedó en paréntesis con la llegada de su paisano Gerardo Martino al que el antipático nacionalismo catalán no le dio margen a equivocarse y que ahora con Luis Enrique ha estallado hasta extremos de crisis materializados con las renuncias de Andoni Zubizarreta y Carles Puyol de sus responsabilidades en la coordinación del primer equipo.

¡Messi había sido todo un patrón! Y si no se hace como él dice, bien respaldado por el suficiente número de compañeros comenzando por Neymar, hasta el propio presidente del club, Josep María Bartomeu, sufre de tembladera de piernas y llama a elecciones adelantadas. Mientras tanto, en la ciudad de enfrente, las cosas empezaban a cambiar en el momento en que Ancelotti decidió prescindir del pelotazo y el contraataque con Di María afuera de la plantilla, y comenzó a articular una propuesta con mucho cerebro para la elaboración (Toni Kroos), con gran criterio para la repartija de balones hacia el campo adversario (James Rodríguez), pero fundamentalmente con un Cristiano Ronaldo que a su precisión en velocidad difícilmente comparable le ha agregado generosidad para el juego asociado en corto y desprendimiento para ceder balones a tiro de gol para sus compañeros mejor situados, tal como sucedió el sábado con ese perfecto pase retrasado para el “10” colombiano que abrió el marcador frente al Espanyol.

El quilombo en el vestuario era marca del Madrid encabezado por el propio CR7, Sergio Ramos e Iker Casillas, mientras que el de la Ciudad Condal era una taza de leche con galletas de agua porque Messi, Iniesta y Xavi conformaban el trío perfecto, el equipo titular era prácticamente inamovible, nadie discutía quién era quién, y para que quede fuera de toda discusión, el entrenador de fútbol debe ser en primer lugar un esclarecido conductor de grupo humano conformado por los más variados y contrastados estilos personales, y así tenemos que Ancelotti resultó ser un señor inteligentísimo que se metió a Cristiano en el bolsillo, que ha sido capaz hasta de cambiarle el gesto en el campo —aunque el personalista de Bale no le ceda el balón cuando se encuentra para anotar—, mientras que Enrique, al que no debe confundirse con el Luis nicaragüense, cantante de salsa, pretendió jugar a Mister en el sentido más clásico de la palabra cometiendo el sacrilegio de sentar en el banco a Messi y unos cuantos más por haber llegado con un día de retraso al trabajo, luego de las fiestas de fin de año.

Messi es hoy el líder de la camarilla del vestuario del Barcelona y Cristiano la estrella que disfruta con un momento de feliz reinvención en el Real Madrid.

Los roles se intercambiaron. El niño bueno es ahora el chico malcriado y engreído que quiere imponer cómo se hace, que será capaz cada vez que sea necesario de demostrar que quien manda es él, si se osa intentar ejercer autoridad sobre su prestigio, sobre su título de mejor jugador del mundo. El odioso y mediático portugués, obsesionado con que se lo reconozca como al mejor, ha entendido que para canalizar sus objetivos es bueno seguir los consejos de su entrenador, y que en los últimos tres meses le ha diversificado sus virtudes, basadas, por supuesto, en ese obsesivo individualismo con el que ha sabido llegar hasta el pedestal del que no va a querer bajar en muchísimo tiempo.

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