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La convicción de Alejandro lo desenredó

El refuerzo de actitud con el que The Strongest inició la segunda parte estableció la diferencia. Y en ese lapso, el del primer cuarto de hora, Chumacero —que volvió del descanso decidido a asumir como propio el liderazgo del equipo— convirtió y decidió el partido.

Todo, después de un periodo inicial muy complejo. Jugado como lo quería Emelec, que cortó los caminos, agrupado correctamente, haciendo que sus líneas no se distanciaran. Frente a ese panorama al local le costó, quizás porque centralizó demasiado, sin profundizar entre líneas, pecó de escaso desborde y apenas sí remató de media y larga distancia, como aconsejaba la consecuencia de la lluvia, presente de comienzo a fin.

Entonces, la regularidad de Castro no alcanzó. Tampoco el afán de Cristaldo y menos la intención de Ríos, que durante veinte minutos, a partir del arranque, virtualmente no participó del juego (bastará revisar el video para comprobarlo).

Los ecuatorianos apostaron al contragolpe y, objetivamente, sumaron más ocasiones claras: Achilier y Herrera, por caso, no supieron convertir. Y cuando quedaron en desventaja revelaron fehacientemente que solo tenían aprendido el libreto en función del empate.

Le hizo bien al Tigre el ingreso de Luis Melgar. Sentó presencia, se mostró como opción de pase y preocupó a la zaga azul; de hecho fue quien más se aproximó a estirar la diferencia.

Con el uno a cero el elenco aurinegro descomprimió la inquietud y desparramó confianza, aquella que le faltó antes. En otras palabras: se erigió —al fin— como un dueño de casa firme, a pesar las imprecisiones, naturales de una cancha pesada.

Y así culminó una campaña perfecta en el Siles. Numéricamente inmejorable. Ahora es necesario aprobar la eterna asignatura pendiente, la de producir en patio ajeno.

En cotejos cerrados, como el de ayer, los detalles desequilibran. Así sea mínimamente. The Strongest mantiene su opción en alto gracias a ese convencimiento —superador inclusive de sus baches—  que le permitió deshacer un cero que amenazaba con perpetuarse.