Guardiola vs. Guardiola en final adelantada
La mediática trayectoria del Real Madrid en estas dos primeras décadas de 2000, salpicada de incidentes y culebrones, desembocó en una crisis que recién se va superando, y que fue producto del melodrama que supone una ruptura amorosa, una fiesta políticamente incorrecta y una lesión que generó un cortocircuito en la seguidilla de más de 20 partidos ganados al hilo con un desempeño fulgurante que prefiguraba el inicio de una nueva época para el equipo de los amores de Alfredo di Stefano. Ancelotti había encontrado en James al versátil organizador hacia la zona de definición que jugaba perfectamente conectado a Modric, Kroos e Isco, CR7 se había convertido en un gran pasador, además de seguir luciendo su proverbial estampa goleadora junto a un movedizo y eficaz Benzema que transita por las áreas como un fantasma apareciendo por donde menos se lo espera, hasta que los merengues fueron azotados por el otro Madrid (0-4) y esa misma noche entre burbujas y reggaeton, Cristiano Ronaldo festejaba su cumpleaños número 30, emocionalmente triturado por la partida de su novia rusa y modelo, quien lo acusó sutilmente de infiel y enfermizamente egocéntrico.
Fue a partir de entonces, con el alejamiento forzado de James durante un par de meses, que la estantería realista rodó por el despeñadero, coyuntura bien aprovechada por el Barcelona de Luis Enrique que salía de una crisis de vestuario en la que se había producido una pulseta de poder con Lionel Messi al que sentó al banquillo en un partido de liga por haber llegado 24 horas después de lo acordado de un viaje realizado a la Argentina con motivo de las fiestas de fin de año.
Al revés de lo que suele suceder con el Madrid, las asperezas se limaron a puertas cerradas, los trapos sucios se secaron en una trastienda invisible a las cámaras de televisión, y los culés empezaron a recuperar ritmo y rendimiento para pasar a comandar la tabla en la liga nacional, introduciendo, además, variantes de juego en largo, como ese pelotazo de Messi para Alba que recibió el balón para meterlo al centro del área y que Luis Suárez dejó pasar entre las piernas para que Neymar con portería desguarnecida inaugurara el marcador en el derbi catalán del sábado, cotejo que acabaría con un 2-0, luego de otra gran intervención de Luisito que desde la banda derecha metió un pase hacia adentro para Iniesta, quien devolvió por vía aérea y el uruguayo que vio a Messi llegar por izquierda bien perfilado, se la cedió para que Lio marcara su gol 36 en el campeonato español.
El Madrid, con Xabi Alonso y Ángel Di María fuera de la plantilla, con las incorporaciones decisivas de James Rodríguez y Toni Kroos, asunto bien planeado por Carlo Ancelotti, amenazaba con hacerse imbatible, mientras Messi, Neymar y quién sabe quiénes más andaban en escaramuzas con Enrique, hasta que en un abrir y cerrar de ojos la situación se hizo inversamente proporcional, y tenemos que el Barça recuperó jerarquía con las pilas recargadas de Messi, con Neymar anotando en cada partido, con Suárez cada vez más acoplado haciendo realidad el tridente soñado en ataque para ejecutar triunfos y con el cerebral.
Andrés Iniesta recuperando su estirpe, añadiéndole versatilidad a su inagotable creatividad, todo esto bien soportado de Sergio Busquets para atrás, con un equipo solidario de una perfeccionada presión alta para malograr la salida del adversario, y jugando a la mixtura del espacio reducido, su imagen de marca, y ahora también apostando a balonazos recibidos por delanteros capaces de controles propios de malabaristas que saben resolver situaciones en ataque con la rapidez, precisión y eficacia que solo es posible con una superlativa calidad de juego. Mientras el Real Madrid deberá enfrentar a la Juventus en una de las semifinales de Champions, que propondrá un juego típicamente italiano, “demasiado táctico con cinco defensores” como alguna vez resumió Carlos Tévez, el Barcelona y el Bayern de Múnich escenificarán una final adelantada con dos protagonistas de parecido ideario que no se guardarán nada para buscar llegar a Berlín donde se jugará la final el 6 de junio. Las dificultades de los merengues serán parecidas a las confrontadas en cuartos frente a los del Atlético de Simeone, seguramente con la presencia de Marcelo, Benzema y Bale, pero lamentablemente sin la participación de ese extraordinario Luka Modric que cuando juega no es ostensible dado su estilo, pero cuando no lo hace, las transiciones del campo propio al ajeno no son lo fluidas que delanteros con capacidad para el cambio de ritmo esperan.
Así, el Madrid deberá bregar por romper el cerrojo, y evitar que Andreas Pirlo timonee con la estaticidad magistral que lo caracteriza, los contraataques a los que Carlos Tévez y Arturo Vidal les estampan su jerarquía de manera formidable. Lo más interesante se producirá, qué duda cabe, en Múnich y en Barcelona, cuando Pep Guardiola deba enfrentar a esos artistas con los que logró construir una orquesta incomparable, y este no es un lugar común, sino una definición verificable en los hechos, de la que quedan por supuesto, gran parte de esos grandes intérpretes, reinventados con el paso del tiempo y que deberán verse las caras con ese nuevo ensamble de quien fuera su maestro en las divisiones juveniles y en ese primer equipo que hizo de la fusión buen juego y triunfo la de- mostración rotunda de que el fútbol es mejor concebido como una danza repleta de solistas que conforman cuerpo de baile y no una guerra poblada por soldados corajudos con un par de genera- les y varios sargentos.
Es frecuente que cuando las expectativas se inflan en demasía, las cosas no alcancen los picos de calidad esperados, pero de lo que no deberemos dudar es que el Barcelona querrá sacarse el mal sabor de hace un par de años cuando los bávaros los aplastaron con un global 7-0 también en semifinales de Champions, momento en el que se comenzó a utilizar el concepto de intensidad para definir la categoría de ese equipo dirigido por el ya retirado Jupp Heynckes y en el que todavía actúan de gran manera, bajo el nuevo estilo impuesto por Pep, figuras como Arjen Robben, Franck Ribéry,
Thomas Müller y Bastian Schweinsteiger, a los que se han sumado nuevas y tan valiosas como Mario Gotze y Robert Lewandowski procedentes del Borussia Dortmund y los muy pensantes Thiago Alcantará y Xabi Alonso, llegados del Barcelona y el Real Madrid.
Guardiola rivalizará contra él mismo, consciente de que su excompañero de campo, Luis Enrique, no había sido el papanatas que cierto apresurado periodismo había condenado a una breve estada en el banquillo del Camp Nou, y que luego de una opaca transición en la que el equipo no se sabía bien a qué jugaba, ya puede decirse que ha logrado conservar el distintivo de la tenencia y la propuesta ofensiva, pero con interesantes añadidos de un fútbol más pragmático y de resolución más rápida, que jugadores habituados a la exquisitez del toque, la triangulación y la progresión en bloque no estaban acostumbrados, y que paulatinamente van incorporando con precisión y éxito, utilizando principalmente la experiencia de Suárez acumulada en Inglaterra cuando se trata de exigencias que pasan por el forcejeo y la búsqueda del balón dividido, en tanto que con un sistema muy parecido estará un Bayern del que no sabemos cuánto de esa intensidad que lo distinguía conserva, a la que ha agregado, por supuesto, las características que a Pep le interesan y que en 100 partidos jugados bajo el mando del catalán ha ganado el 70%, ha empatado el 20 y solo ha perdido el 10%. Las claves de los 180 minutos estarán en cuál logrará marcar supremacía en la recuperación que de inmediato conlleva tenencia con traslación y búsqueda de profundidad.
Los dos deberían pro- poner algo parecido y eso significa que tendríamos eso que se explica por la frase trillada de partido de ida y vuelta. Si así resultara, en la puntada final estribará la diferencia en términos de marcador, pero lo que más interesa a los futboleros de fino paladar es que podamos asistir a dos puestas en escena en la que abunde la creatividad que conduce a una fiesta visual con dos equipos empeñados a diario en el perfeccionamiento ad infinítum.
(*) Julio Peñaloza Bretel es periodista. Encargado de Historia y Estadística de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF)