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Tal cual como Perú lo pensó

Colombia arrancó rauda y punzante. No pasó de ser un espejismo. Perú sabía que anulando a Rodríguez y Cuadrado dejaría inofensivos a Falcao y Gutiérrez. Para colmo, el equipo de Pekerman perdió a Valencia, debido a lesión, y Mejía no constituyó la solución que el entrenador esperaba.

Gareca, su colega, diseñó el partido privilegiando la marca, pero sin despreciar el contragolpe, sabedor que Pizarro y Guerrero (más tarde debutó Farfán) representan armas ofensivas muy respetables, sobre todo si se las apoya con el talento de Cueva.

Aparte, cuando fue necesario, el cuadro del Rímac supo “ablandar” a su rival con una serie de infracciones —sobre todo en mitad de cancha— que no solo interrumpió el funcionamiento, sino que, en definitiva, sacó de quicio a los de camiseta amarilla.

Y si algo más hacía falta, Advíncula bloqueó la proyección de Armero, que no por nada terminó reemplazado, sin que ello cambiara el estado de las cosas, tal como aconteció tras la salida de Falcao, a quien sustituyó Martínez.

Entonces, Colombia se pareció mucho más a la que perdió ante Venezuela que a la que superó a Brasil.

Ambos tuvieron ocasionales oportunidades de gol, pero las finalizaron mal o las conjuraron Gallese y Ospina, los arqueros.

Perú, entre tanto, consigue con base en la eficacia de Ascues una indiscutible seguridad defensiva.

El cotejo avanzó en medio de imprecisiones, intercalado en la tenencia del balón y, por ende, confuso.

Los de la banda roja celebraron el empate como si fuera victoria. Había motivos para ello.