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¡Siete selecciones en cuatro puntos…!

Tiene el poder de cambiar el humor en Sudamérica. De alegrar, amargar, entristecer o entusiasmar a millones de personas. Es las eliminatorias. El estado de ánimo se mueve al compás de los resultados. Ganó la selección, felices. Perdió, enojados. La mejor muestra, la más simpática, proviene de la prensa paraguaya, que dedicó críticas feroces a la albirroja al ser eliminada en la Copa América. El viernes, tras la sólida victoria sobre Chile, el importante diario ABC Color tituló con dulzura: “¡Garra, amor y corazón!”. Medió solo un partido.

En el caso de esta clasificatoria en particular, el vaivén es más notable porque todos ganan y pierden, hoy están abajo y mañana arriba. Matemáticamente, todos tienen chances dado que con 28 puntos se clasifica y aún faltan 33 por disputarse. En cambio, futbolísticamente, hoy se vislumbran siete aspirantes reales. Y los siete están juntitos en cuatro puntos de diferencia. Además, cualquiera de esos siete podría perfectamente perder frente a los tres de abajo: Bolivia, Perú y Venezuela. Como decimos hace años, estas son las eliminatorias más difíciles del mundo. Aquí no hay Andorras ni Maltas, todo es peliagudo.
Fue la jornada de las estrellas. Comenzó con un James inspirado: precisa definición de derecha, brillante asistencia de izquierda. Y entre una y otra, la clase para el toque y la asociación en cada maniobra. Es recíproco: Colombia potencia a James, y James potencia a Colombia. El abrazo con Pekerman explica por qué aquí brilla y en el Madrid no.

Le siguió Neymar, en la mejor actuación que este cronista le haya visto. En una nueva versión de volante armador que ya reveló en los Juegos Olímpicos.

Bajó 10 metros, se ubicó más al centro y se convirtió en titiritero. Se aleja un poco del gol, claro, pero crecerá como futbolista. Desde atrás se le agranda el panorama, encuentra espacios, tiene el arco de frente. Hasta le mejora su déficit principal, el pase. Ney destrozó a Ecuador en el segundo tiempo con gambetas, diagonales y habilitaciones preciosas.

T erminó Messi, una vez más figura rutilante de Argentina. Él la hizo ganar. Le imprimió la chispa, la conducción sabia, el gol. Un gol inventado de la nada, estando rodeado por siete uruguayos, en lo que ya es una foto símbolo: Messi cercado por muchos rivales. Entregó, como siempre, cinco o seis maniobras que nadie más puede hacer, como ese caño genial a Corujo estando apretado por otro marcador. Por eso decimos siempre que el compacto con lo mejor de Messi puede durar 24 horas. O 48. Y todo es sublime. Sin él en los primeros cuatro partidos, Argentina marchaba sexta a 7 puntos del líder, Ecuador. Volvió el genio, fue decisivo en los tres juegos siguientes, los ganaron y ahora es puntero el equipo de Bauza. Influencia absoluta.

Fue una tarde-noche atípica: en una séptima fecha debutaron cinco entrenadores en las eliminatorias (Dudamel ya había dirigido en la Copa América).

Cuatro ganaron y, lo que es más valioso: mejoraron a sus equipos. Habíamos dicho que no podía caber ninguna duda de que Tite levantaría a Brasil. Es casi un calco de Reinaldo Rueda: la capacidad, el aplomo, el criterio, el don de gentes. Los jugadores lo aprecian y, cuando eso se da, se nota en la cancha: se manifiestan mejor, dan todo. Y además muestra un historial cargado de títulos, Tite. Fue otro Brasil, una versión totalmente distinta de la vista en Estados Unidos.

Bauza cuenta, como Tite, con la ventaja de la personalidad: tiene inteligencia emocional, lo que en el barrio definen brevemente como “tener calle”. Es simple y maneja bien el vestuario. Nadie extraña a Dunga ni a Martino… También Argentina puede progresar con Bauza. Ganó bien la albiceleste, aunque debe puntualizarse la flojedad casi extraña de Uruguay. Fútbol nunca le sobra, pero esta vez ni garra, ni rebeldía. Y jugó exactamente 50 minutos con un hombre más por la injusta expulsión de Dybala. Casi no pateó al arco la celeste.

Paraguay se sumó al lote de pretendientes no solo por su triunfo sobre el bicampeón de América (que hoy está séptimo), sino por la fuerza anímica que mostró el equipo, su determinación, y porque le han aparecido algunos talentos importantes. Uno de ellos, Óscar Romero, el “10” de Racing, que tiene una zurda parecida a la de James. Hace todo positivo, todo bien Romerito. Marcó un golazo, abrió brechas con sus gambetas. Agregamos a Micky Almirón, otro zurdo magnífico, por el que Lanús pide 13 millones de dólares. Y está bien tasado. Un volante que puede llegar a ser brillante. Otro es Jorge Moreira, magnífico lateral derecho de marca y juego. Y uno más es el joven caudillo de la defensa Gustavo Gómez. Es la gran noticia de la fecha: se agregó Paraguay a la discusión. Y va a dar guerra…

Llevábamos tiempo sin ver a Ecuador siendo tan superado en Quito. Si alguien se toma la molestia de observar un resumen en YouTube convendrá en que se quedó corto Brasil con el 3-0. Generó para bastante más. La Tricolor hizo agua en todos los sectores. Fue inquietantemente vulnerable atrás, no tuvo juego ni marca en el medio y careció por completo de agresividad arriba. Si las eliminatorias terminaran hoy diríamos que la campaña de Ecuador es excelente, además de ser segundo por puntos y estar en puesto de clasificación. Pero un medio fue a preguntarle a un miembro del cuerpo técnico si están pensando en renunciar. Suena desestabilizador. La Tricolor ganó los cuatro primeros juegos y acaso se idealizó que seguiría así hasta el final. Sin embargo, las otras selecciones también tienen buenos jugadores y posibilidades de ganar.

Tite, Bauza, Arce… Hoyos fue el cuarto debutante que salió victorioso en su primera vez. No es que haya pergeñado un plan extraordinario el cordobés. A la distancia pareció que lo mejor que hizo fue reinstalar la concordia en la selección. Llamó a los borrados, a los automarginados y con eso solo y sin histerias ni tensiones, Bolivia fue un equipo competitivo. Hay más razones de manejo que tácticas en esa victoria sobre Perú. Dos de los “repatriados” —Raldes y Escobar— marcaron los goles. A propósito: Bolivia no puede darse el lujo de prescindir de un caudillo como Raldes y de un jugador de la calidad de Escobar, que aún con 38 años tiene cosas para decir todavía en una cancha. Está impecable físicamente y con su pegada puede dar algunas alegrías más.

El emotivo abrazo final justamente entre Raldes y Escobar simbolizó la revancha de ambos, el deseo de estar, la nueva etapa que comienza. Bolivia pareció un equipo unido, entusiasmado, con ganas de darle algo a su gente. Y con eso solo ya se hace partido.

Telón: ¿y si Bolivia gana en Chile…? Se le pone a uno al bicampeón de América. Nunca hay que dejar de soñar…